Después de la drástica solución dada a la pugna intraoligárquica
La pugna intraoligárquica por el usufructo del Plan para la Prosperidad (PP) fue solucionada drásticamente con la muerte de ílvaro Arzú. Con este torvo desenlace, gana la facción corporativa y globalizada de la oligarquía y pierde la facción atrasada, semifeudal y que buscaba ser tomada en cuenta en igualdad de condiciones para participar de los réditos privados del plan geopolítico regional (el PP). Con esta solución final se acaba el pulso entre “corruptos e incorruptibles” ―entre los que piden perdón por su corrupción y los que se enorgullecen públicamente de ella, entre los que idealizan y los que satanizan a la CICIG y al MP, y entre los que aman y los que odian a Iván y a Thelma― y se impone la versión lila de la oligarquía a la que adhiere entusiasta la izquierda rosa, y que es jefeada por Dionisio Gutiérrez. La oposición fascista al plan geopolítico regional ha quedado descabezada. Y de parte de la izquierda no existe oposición alguna al designio geopolítico de restauración oligárquica. Al contrario, las izquierdas exrojas y hoy rosa pálido, adhieren a él con orgásmico arrebato. Por su parte, la ultraderecha derrotada no tendrá más opción que adherir a este designio aceptando lo que la facción dionisíaca quiera darle en cuanto al usufructo del PP, sobre todo en infraestructura vial privada.
De aquí en adelante, los medios proclamarán una nueva “era democrática y progresista” para Guatemala, aunque lo que en realidad ocurra sea una restauración del colapsado sistema económico oligárquico, pues en esta materia el PP no es sino más mineras, más hidroeléctricas, más palma africana y más deterioro ambiental y de la situación de las mayorías, sobre todo en el campo. Con la militarización de fronteras, el creciente conflicto social que el PP provocará, será criminalizado y reprimido en nombre de la democracia. A esta “democracia” adherirán con delirio todos los oenegismos, todas las tonalidades de izquierda rosada y de derecha lila, y a compartir este espejismo serán invitadas las organizaciones populares, las más consecuentes de las cuales optarán por concentrarse en crecer, concientizar y converger con el pueblo en un proceso de Asamblea Constituyente Plurinacional y Popular (ACPP), formando así un gran instrumento político que se constituirá en interlocutor alternativo a la oligarquía frente a EEUU, China y Rusia, las potencias que encabezan la actual multipolaridad planetaria.
A la facción oligárquica triunfante ya sólo le resta montar las elecciones para colocar en el gobierno a un equipo rosalila de “nuevos políticos”, sumisamente alineados con el plan geopolítico regional, los cuales serán catapultados mediáticamente como los “nuevos revolucionarios” prosistema, con lo que Guatemala será ofrecida al consumo noticioso globalizado como un ejemplo ante la rebelde Venezuela. He aquí nuestra historia para el resto del siglo XXI, según la oligarquía.
El único factor político dinámico de esta coyuntura es el movimiento popular y campesino, pues es el único capaz de proponer como alternativa a esta restauración oligárquica y a este continuismo corrupto algo distinto: un proceso de ACPP que desemboque en una Constitución originaria que, por responder a una situación política inédita (no oligárquica), generará nueva legalidad. En esto ―y no en la “lucha contra la corrupción” por la restauración oligárquica― debe converger puntual y granítico el movimiento popular.