Por José Arnoldo Sermeño Lima.
La editorial Siglo XXI publicó en 1970 el libro de Osvaldo Sunkel -con apoyo de Pedro Paz- titulado El Subdesarrollo Latinoamericano y la Teoría del Desarrollo. Otros intelectuales -especialmente del sur del planeta- aportaron y profundizaron esa teoría, destacando -entre muchos- Teotonio dos Santos y Samir Amin.
El libro muestra que el proceso de subdesarrollo en los países de la “periferia” forma una unidad indisoluble con el desarrollo en los países del “centro”. Es decir, que unos son desarrollados gracias al subdesarrollo de los otros, y viceversa, formando una unidad que se retroalimenta entre sí; mostrando lo irreal del término de “países en vías de desarrollo”.
El tiempo ha dado la razón a estas teorías, y la acumulación del fenómeno en las décadas posteriores ha desembocado -entre otros resultados- en enormes flujos de migrantes desde el sur empobrecido del planeta hacia el norte desarrollado; buscando este último “defenderse” por medio de leyes, construyendo muros e incrementando los niveles de racismo.
Pero el flujo de las grandes masas empobrecidas en América Latina, África, Medio Oriente, etc no hace más que aumentar con el tiempo. El Mediterráneo se ha convertido en un enorme cementerio de expulsados por la pobreza buscando llegar a Europa. Y en el continente americano, el tapón del Darien ha sido incapaz de detener al flujo migratorio de quienes escapan de la miseria en sudamérica; y que unidos a centroamericanos y mejicanos formar un flujo incontenible en la frontera sur de los Estados Unidos, como se observa en el vídeo al inicio de este artículo.
La supuesta respuesta de los países desarrollados es convocar a los gobiernos de los países expulsores para que limiten la libertad de migrar a su población y a la de los ciudadanos de otros países que les llegan desde su respectiva frontera sur.
También han sacado del sombrero del mago un fajo de dinero para intentar retener a los emigrantes con pequeños proyectos que van desde cancioncillas de añoranza por el país de origen hasta pequeños proyectos de desarrollo -que los acontecimientos acumulados a lo largo del tiempo han vuelto irrelevantes-, pasando por caridades para la ruta del migrante. Sin embargo, nadie intenta llegar a la raíz del problema: el subdesarrollo que genera cotidianamente millones de desempleados, de analfabetas y desadaptados a un mundo que evoluciona a pasos agigantados hacia un desarrollo tecnológico acelerado; y que los medios de comunicación muestran el espejismo en los países del norte a las masas empobrecidas en el sur. Nadie intenta enfrentar las contradicciones que generaron el fenómeno.
Lo dicho no puede ocultar otros elementos que también contribuyen al fenómeno, como es la incapacidad ejecutiva de la mayor parte de gobiernos en los países del sur, y la corrupción en ellos y en algunas élites; aumentando una descomposición social, legal y ética que ha sido caldo de cultivo para el crimen organizado, traficando con sustancias deformantes para el cerebro de quienes caen en adicciones; desencadenando fuerzas aparentemente incontrolables -cual “Aprendices de Brujo”- que requieren de medidas que algunos llaman violadoras de derechos humanos -olvidando los derechos de las víctimas-, pero que esa cruda realidad revela como necesarias.
El subdesarrollo de estos pueblos tiene siglos de gestación, entrando ahora en una espiral acelerada y en buena medida deformada que, para iniciar a enfrentarla y llegar al fondo del problema requieren de nuevos enfoques, sin olvidar en su base los señalados por Sunkel hace más de medio siglo.
