La situación global al cierre de 2020 en materia sanitaria, social y económica, es por demás crítica, con una segunda ola de contagios en escalada en diversos países y regiones, que obliga a los gobiernos a imponer nuevas restricciones a la actividad económica y a reducir y controlar las reuniones sociales y familiares; hay también, mayor demanda de los servicios sanitarios y requerimientos de más apoyos del sector público para mitigar los impactos en los ingresos de las familias y de las empresas.
Si bien, el anuncio de que ya hay vacunas con alto grado de efectividad es alentador, hay que tener en cuenta que, según la OMS para estabilizar y contener la pandemia de Covid-19 la cobertura de vacunación necesaria debe ser al menos del 80% de la población e idealmente esta cobertura debería cubrir al 90% de la población.
En El Salvador, el Ministro de Salud, Francisco Alabí, planteó que esperan “estar aplicando la vacuna (contra el COVID19) en los primeros tres meses del próximo año <2021>". Y que ésta será "universal, gratuita y voluntaria". Señaló además que “hay cerca de 2 mil camas a disponibilidad en el hospital El Salvador”, y, ha reiterado el llamado a mantener los protocolos de bioseguridad, las medidas de distanciamiento, evitar aglomeraciones y a consultar tempranamente ante la presencia de síntomas sospechosos de COVID 19.
Los efectos inmediatos de la pandemia del COVID 19, en la economía real salvadoreña, han impactado en el crecimiento del PIB llevándolo a niveles negativos sin precedentes, el Banco Central de Reserva estima que al cierre de 2020 el PIB se situará en un rango estimado de entre -6.5% a -8.5%. El impacto es directo sobre el empleo, la ocupación y los ingresos, agudizando la condición de pobreza de nuestra sociedad y ampliando las brechas de desigualdad, en un país que históricamente institucionalizó la injusticia social.
Por ello, el debate central, sobre todo a esta fecha, ya no es cuanto caerá el valor del PIB, sino, cómo se articulan las diferentes fuerzas de la nación para salir adelante, reactivar el tejido social, definir un plan de desarrollo económico social y una estrategia de transformación productiva que haga crecer la economía con uso eficiente, responsable y sostenible de los recursos naturales y con la generación del mayor valor económico-social de retorno, que genere empleos “verdes-sostenibles” y dignos.
Las políticas para empujar hacia el crecimiento de la economía deben romper las cadenas que atascan el potencial nacional, particularmente: 1) la violencia e inseguridad, 2) la migración por la falta de oportunidades, y 3) los bajos niveles de ahorro e inversión; recuperar la seguridad, generar mayores oportunidades e inclusión y promover el ahorro y la inversión permitirán que a mediano y largo plazo se ponga al aparato productivo en marcha para que en los próximos 5 a 10 años se sienten las bases de una sociedad en bienestar, prosperidad y con justicia social en libertades.
Este es el mayor reto, poner a las fuerzas de la nación en marcha común hacia el progreso en democracia, pero requiere: mucho dialogo, muchos acuerdos, una institucionalidad democrática, y, sobre todo, una nueva cultura ciudadana y capacidad de administrar los conflictos diversos.
En ese esfuerzo nacional, es una tarea pendiente la adaptación en los planes de acción, de las metas de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, esta es una oportunidad para diseñar una estrategia global y local <Desarrollo GLOCAL>.
Debe hacerse eco del informe de la Comisión de Negocios y Desarrollo Sostenible 2017: “Mejores Negocios. Un mundo mejor” presentado en el Foro Económico Mundial que se celebra anualmente en Davos, Suiza, que destaca que los ODS pueden generar 12.000 millones de dólares en oportunidades de mercado en cuatro sistemas económicos —alimentos y agricultura, ciudades, energía y materiales, y salud y bienestar— que representan el 60% de la economía real. Además, son una oportunidad única de generar aproximadamente 380 millones de empleos nuevos, para 2030, la mayoría de ellos en países en vías de desarrollo, 24 millones de empleos en América Latina, de los que 11 millones se crearían en sectores como la construcción urbana, el transporte e infraestructuras.
Este informe destaca un llamado por la renovación y revitalización del contrato social, destacando que: “Las empresas deben asegurarse de generar empleos con buenos sueldos, además de proporcionar condiciones laborales dignas y capacitación. Los gobiernos deben asegurarse de que las políticas sean claras y se encuentren alineadas con los Objetivos Mundiales. Deben evitar el desecho, la ineficiencia y la corrupción…”
Cómo incluimos en esa nueva era de la vida económica y social del país una nueva regla de negocios: Conducta Empresarial Responsable. En donde se exprese la Solidaridad y no la Caridad, en donde se integre al actuar de los negocios como valor intrínseco de su gestión, el respeto de los Derechos Humanos, se adopten los criterios de Trabajo Decente y se asuma el modelo de Desarrollo Sostenible. Necesitamos empresas fuertes, públicas y sostenibles, y, una sociedad empoderada, activa y participativa.
Un tema que vale resaltar, y que ha quedado, sospechosamente, sin destacar por los medios, es el compromiso del Presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, al plantear su enfoque de reactivación de la economía estadounidense, manifestando que: está del lado de los sindicatos y que eso no va en contra de los negocios; que es hora de recompensar el trabajo, no sólo la riqueza; que debe generarse empleos bien remunerados y con trabajadores sindicalizados; que debe asegurarse mayores derechos de Negociación Colectiva; que debe establecerse un salario digno mínimo de USD 15.- por hora (para Estados Unidos); y, que es tiempo de asegurar a los trabajadores el respeto que se merecen.
Este pronunciamiento, del Presidente electo de Estados Unidos, es un reto y una provocación para cambiar el enfoque neoliberal, iniciado en los años 80´s, de desarrollo sin sindicatos, sin contratación colectiva y sin regulaciones salariales, impusieron mercados laborales desregulados y flexibilizados. Esta es una oportunidad para el surgimiento de un nuevo sindicalismo en el sector privado y para recomponer las instituciones del mercado de trabajo (legislación laboral con enfoque de derechos humanos, Sindicatos, Contratación Colectiva y Salarios Dignos) que sean soporte de esta reactivación del tejido social y de la economía sostenible.
Es preciso pasar, aun en el medio de la pandemia, a configurar gradualmente, un esquema político social post COVID 19, y de cambiar las condiciones de impunidad e injusticia y las malas prácticas que para algunos constituye la razón de su existencia.
Aunque esta situación de crisis pandémica se sucede a nivel global y no es algo que atañe sólo a El Salvador; lo distintivo en nuestro caso, es que, esta crisis se desarrolla en un momentum de disputa abierta y acérrima por el control del poder político y cuasi de sustitución de los grupos hegemónicos tradicionales, por un nuevo grupo emergente que discursivamente alza las banderas populares.
La incapacidad de dar solución a los históricos problemas del pueblo, la falta de propuestas alternativas, innovadoras, oportunas, realizables y perdurables con base al interés amplio de la nación terminaron llenando de un hartazgo generalizado a los salvadoreños, ese es el sumario que explica el fenómeno Bukele y su victoria electoral en 2019, él es el resultado de un actuar de mediocridad, ineficacia y corrupción de esas viejas estructuras que no fueron capaces de estar a la altura del momento histórico y de las demandas de la sociedad.
En ese contexto las elecciones del próximo 28 de febrero, serán un nuevo catalizador del disgusto y rechazo popular contra ARENA y el FMLN, quienes no fueron capaces de resolver, y, por el contrario, agravaron aún más los problemas de la nación.
Esa es la prospección ciudadana, que cerca del 75 por ciento señale falta de confianza en ARENA y el FMLN, que 9 de cada 10 los considere corruptos y que la gente no sienta esperanza, entusiasmo y orgullo por ellos, habla de esa decepción y hartazgo ciudadano. (encuesta IUDOP – UCA. Noviembre 2020).
El resultado de estas elecciones definirá un escenario nuevo para la toma de las decisiones políticas, si se confirma las tendencias de las encuestas, el bloque de gobierno (Nuevas Ideas y GANA) tendrá la mayoría legislativa para impulsar sus planes políticos y de desarrollo, ya otros tuvieron esa mayoría y fracasaron porque torcieron su mirada y acciones de política pública hacia intereses de minorías, mezquinos y oscuros, el desafío que tiene el Presidente Bukele y sus aliados en ese bloque de poder emergente, es NO DEFRAUDAR LA ESPERANZA de ese famoso 97 %, la gente no perdona. El espejo está ahí en lo que ellos llaman los “mismos de siempre”.
Necesitamos como nación mejorar en valores democráticos y que las instituciones se validen y ganen la confianza de la ciudadanía. Se debe favorecer la creación de capital social. La actual crisis, presenta una tremenda oportunidad de cambios. La base está, en saber decidir desde el interés de las mayorías.
En este cambio de época, en éstos nuevos tiempos que requieren nuevas, solidarias, inclusivas y solidas ideas, se demanda del liderazgo: altura moral, prácticas ejemplares, alto grado de humanismo y profunda convicción patriótica.
En la novela “El Salvador del futuro”, tenemos doble rol escritores y actores a veces estelares a veces de reparto, incluso de extras y hasta de apoyo. En la tarea de edificar un país donde todos vivamos sin negarnos, respetándonos y entendiéndonos. No cabe duda que las viejas, retrógradas y obcecadas estructuras, aunque en ruinas son peligrosas retrancas, porque en su derrumbe, quieren llevarse con su caída a las nuevas estructuras sanas y alternativas. Nuestro doble rol, nos demanda actuar con excelencia, para que los mercaderes de la política y promotores de la corrupción queden fuera de escena.
Debemos apoyarnos en la ciencia, tener amplia visión del entorno, actuar con racionalidad, facilitar la organización social y sobre todo desarrollar la solidaridad.