La desolación invade las metrópolis de Estados Unidos. La impotencia de los citadinos al ver la cantidad de votantes que estaban inertes y que salieron a votar por Donald Trump es evidente. Ha ganado el candidato favorito del Ku Klux Klan. Es el día después de las elecciones y las calles parecen estar de luto.
Aunque Trump haya insultado (y seguramente seguirá insultando) a los mexicanos, a los negros, a los musulmanes, a las mujeres, a las personas con discapacidades, a los veteranos de guerra y hasta al Papa, los votantes estadounidenses han elegido a una persona que dice lo que las mayorías blancas -ahora alienadas y amenazadas por los inmigrantes- sienten y han sentido por las últimas décadas. La esclavitud y la segregación se abolieron en papel, pero nunca se eliminó el miedo del otro, del diferente, el racismo, el sexismo y el nacionalismo extremo. Es fácil culpar a los que no son como nosotros de todos los problemas.
Anoche mi hija de 10 años no comprendía cómo la gente, en masa, podría votar por alguien que ha insultado a medio mundo y quien cree que el sexo femenino es nada más un objeto. Muchos de sus amiguitos blancos y de clase alta reflejaban lo que oían en su casa: un voto duro por Trump. Mi hija ha aprendido a respetar las opiniones de los demás aunque no se compartan, y que hoy más que nunca es necesario demostrar que el ser íntegro es importante, aunque al nuevo presidente le falte la integridad. Me pregunta si me van a deportar a mí. Le aseguro que no. Me repregunta si deportarán a los papás de Kimberly o su abuelita o a su tía Tania. Se nota la impotencia y el enojo en su mirada. Le digo que todo va a estar bien. Le insisto que ella como mujer y como hija de un inmigrante tiene que demostrarle al sistema que ella no es como lo ha descrito el presidente electo. Supongo que así hay millones de niños es estos momentos en Estados Unidos.
Los nacionalistas nos detestan. Las cosas se van a poner mal. Los nacionalistas ahora tienen la voz que les hacía falta, un espejo donde compartir sus mismas ideas. Si Melania es una de los inmigrantes buenos, ¿por qué no pueden los mexicanos sacar una visa y emigrar legalmente? No entienden todo el engorroso proceso que hay que seguir y lo que hay que pagar para obtener una entrevista de 5 minutos en la embajada estadounidense para que les digan “usted no califica”. Los avances en cuestión de derechos humanos logrados por los estadounidenses negros se estancarán o se verán en peligro. Los mexicanos como generalización de todos los hispanohablantes será la norma. Si Trump ha logrado la presidencia siendo un bully, los escolares tomarán nota. La vulgaridad ha ganado.
La hipocresía de los nacionalistas también ha sido evidente durante la campaña. Si Obama o Hillary hubieran dicho la mitad de lo que ha dicho Trump el pueblo conservador se les hubiera venido encima. Los evangelicos votaron en masa por Trump, principalmente porque él es pro-life, o sea anti aborto, y no les importó que Trump viole todos los mandamientos ni que vea a su propia hija con ojos de deseo. Los evangélicos conservadores, negadores de la evolución y del calentamiento global, fueron una fuente primordial de su victoria.
Hay que leer mis artículos anteriores “Make America Great Again” y “Todos somos Trump” para entender que los latinos también pueden votar en contra de sus intereses (hubo un 30% de hispanos que votaron por Trump) y que las mujeres también pueden ser sexistas y los homosexuales pueden detestar a los homosexuales light, etc. Hay gente que también incendia su propia casa.
La nueva etapa de los Estados Unidos ha comenzado. La gente que amenazaba con irse a Canadá al ganar Trump, no lo hará. Tampoco se construirá el famoso muro, pero se endurecerán las leyes en contra de la gente que no es blanca. Hay gente que insta a organizarse y comenzar una resistencia anti-Trump, pero también lo dudo. Llevémonos bien con todas las personas sin intensificar las divisiones raciales, étnicas, religiosas, deportivas o políticas. Hagamos el bien cuando nos sea posible. Eduquemos a nuestros hijos con el amor y el respeto hacia el prójimo. La tolerancia no basta. Las acciones, el amor y el respeto, deben sobreponerse.