miércoles, 8 mayo 2024

El peso de la ideologí­a

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No hay dí­a en El Salvador, que  los periódicos den cuenta de feminicidios; hecho que el Diccionario de la Academia de la Lengua española define simplemente como: “Asesinato de una mujer por razón de su sexo”, etimológicamente Feminicidio deriva del latí­n “femina” que significa mujer y del ingles “cidio”  de “femicide” definido por Diana Russell y Jane Caputi  como: “El asesinato de mujeres por hombres motivados por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres”

Pero, ¿que causa ese desprecio hacia las mujeres? lo causa la misoginia ancestral, evidente o sutil, que es la aversión que  los hombres sienten por las mujeres  y por todo lo que el patriarcado les atribuye según sus normativas, en donde todo lo que consideran como propio o caracterí­stico  de los hombres tiene más valor que lo que identifican, piensan o creen que es femenino.

El patriarcado al ser un sistema de poder que se proyecta en todos los ámbitos de la vida humana, permite y ha permitido históricamente que las mujeres estén sometidas a lo dispuesto por los hombres en cánones regulatorios de conductas, valoraciones religiosas, normas jurí­dicas,  mitos,   e incluso conocimientos tergiversados para sustentar el poder masculino

Esa autoridad ancestral que deviene del patriarcado tiene un sistema de ideas que fundamentan su ideologí­a, la que ha sido introducida consiente e inconscientemente  en el ideario colectivo de las sociedades,  mediante tradiciones conductuales y orales, costumbres y mas modernamente por los tradicionales agentes de socialización, la familia, la iglesia la escuela, los medios de comunicación, los pares , el Estado y otros que  bombardean constantemente  con sí­mbolos, ideas, explicitas y/o  implí­citas, la    subyugación   de  las mujeres, la que presentan como si fuera natural.

Es evidente que las instituciones religiosas  han marcado  la cultura de los pueblos, predicando la inferioridad  y el sometimiento de las mujeres, y  con su peso ideológico,  sus ejemplos de marginación  han permeado a hombres y mujeres con  ideas  erróneas  que lleva a pensar a los hombres, que las mujeres son de su propiedad, para su servicio y complacencia y que mediante la fuerza fí­sica las pueden doblegar, violentar y en muchos casos hasta asesinar.

Y como no hay dominación sin dominada o dominado, a las mujeres se les impone por medio de las diversas ideologí­as religiosas la aceptación de las arbitrariedades del patriarcado.

En este sistema social que vivimos, los hombres  creen que el cuerpos de las mujeres es también un ámbito de su propiedad para demostrar su poder, de allí­  los acosos, las violaciones, los maltratos, la imposición de embarazos no deseados  y las regulaciones para que los acepten  sin importarles su libertad de conciencia e irrespetando su dignidad, y  sus  Derechos Humanos.

La misma iglesia católica históricamente  ha inducido a la violencia contra las mujeres, en determinados momentos ha permitido utilizar violencia contra ellas, por ej. en el primer Concilio Toledano del 7 de septiembre del año 397, entre sus 20 cánones, el 7mo. Decí­a: “Que el clérigo cuya mujer pecare, tenga potestad de castigarla sin causar la muerte y que no se siente con ella a la mesa” estas ideas ahora posiblemente diferentes  fueron creí­das y difundidas en su tiempo, dejando un lastre que alimento al patriarcado.

Otro ej. que minimiza a las mujeres  es el libro “El martillo de los Brujos” escrito por dominicos inquisidores en el siglo XV,  que es una perorata ideológica  que afirmaba como verdadera la inferioridad de las mujeres lo que, según ellos, las hacia propensas  a la brujerí­a; de allí­ las miles de mujeres que fueron torturadas y que pagaron con sus vidas el disponer de su cuerpo, así­ como investigar y obtener conocimientos herbolarios para ayudar a quienes lo necesitaran, ellas al buscar el conocimiento no se conformaron con aceptar acrí­ticamente los mandatos patriarcales, permitiéndose la libertad de superar dogmatismos y fanatismos en la búsqueda de la verdad.

Todo ese peso de las ideologí­as religiosas, las jurí­dicas que se sustentan en ellas y otras, están en el inconsciente y subconsciente  humano, y afloran concientemente en los hombres violentando a las mujeres,  aprovechando su fuerza fí­sica para someterlas, maltratarlas y hasta matarlas con saña y perversidad, cuando ellas no se someten  a sus designios e imposiciones.

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