Los mismos de siempre tienen muchas mañas y las ocupan para hacer trampa, torcer las reglas del juego y excluir a nuevos aspirantes que quieran competir; no respetan la democracia ni sus reglas, solo respetan los pactos de su propio juego, el juego del poder entre los mismos de siempre.
Los mismos de siempre no quieren compartir el poder, quieren repartirse el poder entre ellos mismos, para hoy y para siempre; drogados por el poder, alucinan con mantenerse en la cima por los siglos de los siglos.
Los mismos de siempre nunca quieren abandonar el castillo, creen que su investidura es vitalicia y regalarán todas las monedas y celebrarán todas las ferias, a cambio de la sonrisa del pueblo, siempre y cuando puedan conservar sus joyas y sus lujos.
Los mismos de siempre son cercanos al pueblo, como el rey lo era de su feudo, juntos pero no mezclados; juntos pero no iguales; uno en la miseria y el otro en la abundancia, uno trabajando y el otro deliberando y pactando, uno pagando impuestos y el otro acumulando.
Ese es el juego de los mismos de siempre, donde todos ganan, pero que no todos pueden jugar. Y lo defenderán a capa y espada, así como los monarcas defendieron sus murallas del pueblo rebelado contra sus injusticias.
Pero los tiempos cambian.
Cuando el pueblo está cansando de las injusticias y han visto como sus monarcas se han enriquecido y gozado un mundo de fantasía, y ellos se han empobrecido y sufrido un mundo de pesares e inseguridad, ha llegado el tiempo de destronarlos.
Inventaran de todo: que son los ungidos por los Dioses, que les corresponde por herencia, que sólo ellos son “pura sangre” y que nadie más que ellos y entre ellos merecen ser candidatos a la corona.
Torcerán todo: la legalidad, las reglas del juego, el sentido común y hasta la voluntad del pueblo, todo para seguir sirviéndose del poder y perpetuar la dependencia del pueblo y robarle su poder de auto-determinación
Usarán todo a su alcance: la Asamblea Legislativa, la Fiscalía, los Juzgados, la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Supremo Electoral y todas las instituciones que les sirvan para proteger su castillo y su casta política.
Se burlan de los nuevos candidatos, de los nuevos movimientos, de los nuevos liderazgos, de las nuevas obras, de las nuevas ideas y de todo lo que huela a nuevo, porque en el fondo le temen a la nueva conciencia de la población y su despertar político.
A los monarcas nunca les ha interesado que el pueblo despierte y proponga nuevas ideas que trastoquen las viejas costumbres y comodidades de los mismos de siempre; prefieren que las cosas sigan como siempre, porque siempre han sido ellos los privilegiados.
Pero su tiempo se les ha acabado, la muralla partidaria se está cayendo y el poder será reclamado por el pueblo. Defendamos nuestro derecho a auto –determinarnos y elegir a nuestros representantes, y no a los ungidos pura sangre de siempre.
Alcemos nuestras voces, para que los de arriba nos escuchen y las decisiones se tomen desde abajo.