Por José Arnoldo Sermeño Lima.
Así tituló Ingmar Bergman su película de 1977, planteando que el futuro es predecible y, en ocasiones, puede verse como un huevo de serpiente que ya no tiene marcha atrás sino que eclosionar como algo dañino.
Un estudio reciente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD (1), señala para Latinoamérica “altas tasas de desempleo juvenil que llegan a triplicar las de la población total (20.3% frente al 7%, en 2023)”, afectando su optimismo ante el futuro. Usando datos del Barómetro de las Américas de LAPOP -de la universidad de Vanderbilt-, exploraron las preferencias de la juventud respecto a la democracia y su disposición hacia soluciones de gobernanza más radicales en esa región.
Los resultados mostraron que “el apoyo a la democracia ha disminuido en todas las generaciones durante la última década, particularmente desde 2016”. Actualmente, “las generaciones más jóvenes siguen siendo las más desencantadas con la democracia”.
Continúa diciendo: “Ese desánimo no significa que hayan perdido la fe en la democracia. De hecho, los resultados muestran que 66% creen que la democracia, a pesar de sus defectos, sigue siendo la mejor forma de gobieno, pero muchos perciben que el sistema no está respondiendo a sus necesidades básicas. Cuando se enfrentan a privaciones que atentan contra su vida o bienestar, los individuos pueden preocuparse menos por la democracia. El estudio muestra que en 2023 casi 50% de las personas de 18 a 35 años justificaba un golpe de estado si éste ayudase a reducir los altos niveles de criminalidad. El apoyo es mayor si solo se considera a los jóvenes de 18 a 25 años”.
El respaldo a este tipo de acciones ha crecido en todos los grupos de edad durante la última década, pero es entre los jóvenes y adultos jóvenes donde más ha aumentado entre 2014 y 2023. El informe señala que esto ocurre en un contexto de altos niveles de violencia: “los hombres jóvenes de la región, en comparación con otros grupos de edad y con la población general, enfrentan un riesgo desproporcionadamente alto de homicidios: la Oficina de Naciones Unidas sobre Drogas y Crimen (UNODC) señaló en 2021 que 45% de las víctimas de homicidio en las Américas fueron hombres de 15-29 años, con una tasa de 53,6 por cada 100.000 personas, que es el doble de la tasa general de los hombres de todas las edades en la región (27 por cada 100.000) y más de cinco veces la tasa mundial de hombres (9,3 por cada 100.000). El vacío que dejan las víctimas en estas edades afectadas -15 a 29 años- perpetúan los círculos de pobreza, afectando diferentes campos, como el productivo, estudiantil, formación de familia, etc.”
El informe agrega: “A pesar de una reciente reducción en la tasa general de homicidios en América Latina y el Caribe, las actitudes políticas en torno al tema son más difíciles de transformar, y la creencia de que un golpe de Estado se justifica en casos de alta criminalidad sigue creciendo”, concluyendo que “los jóvenes adultos de hoy están más comprometidos con la democracia que la versión joven de sus predecesores. Y, a pesar de la disminución de la confianza en la democracia, la juventud sigue estando políticamente activa y comprometida con los asuntos públicos”. ¿Cuáles “asuntos públicos”? El informe lo dice: “para generaciones que solo han conocido la democracia, las formas alternativas de gobernanza pueden parecer la solución a sus frustraciones. Para salvaguardar la democracia en América Latina y el Caribe, los gobiernos deben escuchar y responder a las preocupaciones de las juventudes”
Estas cifras deberían hacer reflexionar a múltiples agentes en los países latinoamericanos:
En primer lugar, a la eclosión de esos huevos los gobiernos deberían responder a necesidades concretas de la población, especialmente a la joven, que requiere contar con seguridad para algo tan básico como VIVIR!!! y ya no digamos para proteger e incentivar sus emprendimientos. ¿Los gobiernos han sido capaces de eliminar los resquicios legales y las debilidades de la fuerza pública y jurídica, por los que se escabulle el crimen organizado, especialmente el transnacional? ¿Cuentan con planes, programas y proyectos sostenibles y con indicadores para medir su seguimiento e impacto, para ofrecer una vida digna a su población en cada uno de los diferentes campos bajo responsabilidad del Estado; como salud, educación, generación de empleo, etc?
¿Qué hacen -concretamente- para que la juventud recupere su confianza en la democracia?
¿Los planteamientos de los partidos políticos proponen medidas específicas para incentivar el presente y el futuro de la población, especialmente la joven? ¿Qué oportunidades e incentivos específicos promueven, para que no tengan que buscar empleo en el exterior? ¿Qué propuestas hacen, para que la juventud recupere su confianza en la democracia, que no sea el utilitarismo puro y simple por los mismos partidos políticos, sino la búsqueda de un bien superior para el país y concretamente para los jóvenes?
¿Cómo evitar que, en las zonas más humildes de las ciudades y del campo, niños y adolescentes puedan resistir la tentación de ser un “bandera” que avise a los mareros cuando la autoridad entra al territorio -con las recompensas monetarias que así pueden lograr-, mientras que al buen estudiante le espera el desempleo y la desesperanza? ¿Cómo logrará que un pequeño negocio sobreviva en esas zonas, ante la amenaza del “impuesto de guerra” que deben pagar a una o más bandas de criminales?
Y estas naciones no encuentran progenitores no solo entre los desposeídos: sus diferentes capas medias también aspiran partir, no solo por no contar con medios de producción sino que por la corrupción, mediocridad y política barata que abarca a las instituciones.
Cuando por diferentes razones y circunstancias unos y otros coinciden en aspirar a abandonar su respectivo país, dejándolos como cascarones vacíos, ¿de donde nacerá algo, excepto incertidumbre?
¿Quién salvará a estos países? ¿O estamos ante unos huevos de serpiente?
https://www.undp.org/es/latin-america/blog/juventudes-desencantadas-democracias-debilitadas