¿Es posible tener esperanza sin por ello ser un simple soñador?
Winston Churchill dijo que “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad y un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”. Es claro que el autor de la máxima veía estas dos posibilidades de vivir como una dualidad dicotómica ante la cual había que optar por el optimismo, ya que lo que percibía como “oportunidad” implicaba claramente algo edificante para el desarrollo humano. En otras palabras, hay que ser optimista para tener una vida edificante.
Contrasta con esta visión la de José Saramago, quien dijo que “Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”. Aunque Saramago también percibe estas dos posibilidades de vivir como una dualidad dicotómica, él opta por el pesimismo como condición de una especie de actitud crítica transformadora del mundo. Con lo cual —si nos atenemos sólo a estas dos sentencias aisladamente— el escritor portugués perfilaría implícitamente a Churchill como un conformista.
Sin poder aún salir del dualismo excluyente, el pesimista cineasta francés Franí§ois Truffaut ve estas dos posibilidades de vivir —no como contradicciones mecánicas irreconciliables, sino— como momentos que se suceden en un mismo individuo y que de hecho pueden participar una de la otra. Por eso dijo que “Un pesimista es un optimista con experiencia”. Con lo que le otorgaba a la tosca vida la cualidad (o el defecto) de enseñarnos —muy a nuestro pesar— a ser realistas y a no soñar despiertos mediante un optimismo rosado y principista, el cual casi siempre tiene podridas raíces religiosas. Digo, eso me hace pensar la frase de Truffaut (desencantado que es uno).
Alguien que fue capaz de escapar de este dualismo dicotómico e irreconciliable fue el célebre médico y teólogo alemán Albert Schweitzer, quien afirmo que “A la pregunta de si soy optimista o pesimista, yo respondo que mi conocimiento es pesimista, pero mi voluntad y mi esperanza son optimistas”. Esta frase denota que es posible ser ambas cosas al mismo tiempo, aunque respecto de dos aspectos distintos de la vida. El conocimiento hace a Schweitzer pesimista porque la suya es una cognición concreta (objetiva se decía antes) acerca de lo concreto, sobre lo cual nuestro médico no se hace ninguna ilusión vana (valga la redundancia). Pero, por el contrario, su espiritualidad (su voluntad y su esperanza) es optimista porque —sobre la base de su arduo conocimiento concreto y pesimista— trabaja para mejorar las condiciones de vida del prójimo. Es obvia, pues, su ruptura con el dualismo dicotómico visto antes, así como la sustitución que hace de él por un dualidad relativa y flexible, la cual toma en cuenta la aridez y la escabrosidad de lo concreto-humano y a la vez su capacidad y su imperativo moral de construir un mundo mejor para todos.
Los dualismos dicotómicos son —además de irreales— torpes e imprácticos pues dividen en dos un mundo de infinitas posibilidades para solucionar problemas concretos. Los insensatos que le llaman “medias tintas” a los esfuerzos de quienes analizan concretamente lo concreto —rompiendo así las dicotomías binarias—, simplemente no superan el excluyente dogma maniqueo del bien y del mal, y bien les haría acercarse a la comprensión de la dualidad complementaria del yin y el yang. No se trata de encerrarnos con miedo en opciones duales limitadas, sino de ser libres siendo críticos, ejerciendo plenamente nuestro criterio.