viernes, 26 abril 2024
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Brasil, Chile y Panamá: ¿buenos referentes para El Salvador?

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¿Por qué las izquierdas pierden elecciones en países donde sus gobiernos tienen logros?

SAN SALVADOR – Las victorias electorales de partidos conservadores en Panamá y Chile, así como la ventaja que actualmente llevan en Brasil, hacen preguntarnos qué llevó a sus electores a desestimar las ofertas de los partidos o alianzas progresistas en esos países, a pesar de que los gobiernos de Torrijos, Bachelet y Lula son reconocidos como exitosos en el manejo macroeconómico además de haber reducido la pobreza, y concluyeron sus períodos con elevada popularidad.

Para sólo citar un indicador de su fortaleza económica, el crecimiento del PIB antes de la crisis internacional mostraba en los tres países un crecimiento muy superior al de la región. El Anuario Estadístico 2009 de CEPAL (pag. 77) señala, por ejemplo, que en 2007 Brasil creció en 5.7%, Chile 4.7% y Panamá 12.1%, cuando el conjunto de América Latina apenas lo hizo en 2.8%

Entonces, ¿por qué sus partidos perdieron las elecciones (Chile y Panamá), o van atrás en las encuestas (Brasil)?

El mismo Anuario (pags. 67 y 68) nos da una pista al mostrar que a pesar de un modesto descenso con el paso del tiempo, esos tres países mantienen una aguda concentración de la riqueza: el decil más rico de su respectiva población concentra más del 40% del ingreso nacional, mientras que el decil más pobre sólo alrededor del 1%. 

Como resultado de lo anterior, el coeficiente de concentración de Gini en los tres países es muy elevado (pag. 70 del Anuario), poniendo en evidencia la desigualdad. El de Brasil es el mayor de toda la región.  Los tres tienen valores aún más altos que los de El Salvador, que ya de por sí es reconocido por la polarización de la riqueza entre su población, y que a lo largo de su historia había sido gobernado por partidos de derechas.

Entonces, si bien es cierto que los países latinoamericanos necesitan crear más riqueza, también es cierto que necesitan distribuirla mejor.

La polarizada distribución del ingreso es parte fundamental del nudo gordiano que no han roto ni los gobiernos de derechas ni los de izquierdas en la región, y que en los últimos años  -cuando ha habido una mejoría en las libertades públicas-  les ha costado perder elecciones.

A pesar de eventuales logros macroeconómicos o de los programas de focalización de subsidios y otros medios que los gobiernos de izquierdas o derechas usan para reducir los porcentajes de pobreza, resultan insuficientes para convencer al elector. La polarización del ingreso es tan aguda que él y ella lo están cobrando en las urnas a quien esté en el gobierno.

Si los países latinoamericanos no logran resolver dicha polarización corrigiendo injustas y arcaicas estructuras socioeconómicas, difícilmente crearán su respectivo mercado interno que dinamice verdaderamente sus economías.

Sus marginados no verán más opción que emigrar en busca de oportunidades, y aquellos que no logren hacerlo seguirán dando el voto de castigo al partido de derechas o izquierdas que esté de turno en el poder, si éste no se atreve a ajustar las esclerosadas estructuras socioeconómicas  –con lo que mejoraría la seguridad ciudadana-, ni a modernizar su estructura jurídico-política, lo que incrementaría la transparencia, el rendimiento de cuentas y la seguridad jurídica.

Romper el círculo vicioso de la desigualdad existente conviene a todos: a quienes son víctimas de la actual distribución del ingreso, porque sus condiciones de vida mejorarían; y a quienes ahora benefician de ella porque –después de un período de ajuste-  lo harían más, pues sus empresas tendrían un mercado más amplio para consumir lo que producen o intermedian.

Es obvio que no es fácil lograr una redistribución del ingreso en un país. Para hacerlo en democracia se necesita que diversas fuerzas e intereses encontrados logren consensuar sacrificios en lo inmediato para que todos puedan resarcirse a mediano y largo plazo. Enfrentar ese reto es lo que haría que un gobierno pase verdaderamente a la historia, al dar el golpe de timón de estadista que daría un salto cualitativo en la vida del país.

Para el actual gobierno salvadoreño el referente de estos gobiernos de izquierda moderada debería ser entonces no sólo en lo que han hecho bien –para adaptarlo-, sino que también en lo que han hecho mal o insuficientemente -para evitarlo o corregirlo-, dado que en estos momentos sus respectivos partidos políticos están pagando electoralmente las consecuencias.

Es cosa de poner las barbas en remojo, y a tiempo…

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José Arnoldo Sermeño
José Arnoldo Sermeño
Ph. D. y Maestría en Demografía, Licenciatura en Ciencias Sociales y Licenciado en Ciencias Naturales y Matemática. Ex funcionario de ONU, BCIE y SICA. Salvadoreño-hondureño y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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