La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia emitió una resolución que mandata al Tribunal Supremo Electoral (TSE) la cancelación de los partidos Cambio Democrático (CD) y Partido Social Demócrata (PSD), con lo que demostró, nuevamente, su servilismo a los poderes fácticos y a sus patrones.
El requerimiento del TSE de inaplicabilidad de la legislación sobre la cancelación de un partido que no haya obtenido suficientes votos en elecciones legislativas, que ha originado este caso, ya había vencido, pues según la Ley de Procedimientos Constitucionales (art. 47, literal c) tuvo que haberse conocido en los siguientes 15 días hábiles a su recepción, más otros 10 de prórroga justificada.
Sin embargo, violando su propia Ley de regulación, la Sala de lo Constitucional decidió conocer dicho requerimiento hasta después de tres años, justo cuando Nuevas Ideas anunció su alianza con el CD, resolviendo sobre el caso en tiempo record y justo cinco días antes de finalizar sus períodos como magistrados.
En su resolución, divorciada de toda lógica, la Sala hace valer los resultados de las elecciones legislativas del 2015, cuando el CD obtuvo menos votos de los requeridos por la legislación para su supervivencia, obviando los resultados de las últimas elecciones de 2018, donde dicho partido logró suficientes votos para ganar un escaño legislativo y varias representaciones municipales.
Con esta sentencia, la Sala viola la Ley de Partidos Políticos (art. 47, inciso último), que establece que “En todo caso, ningún partido político podrá ser cancelado si cuenta con representación legislativa de al menos un Diputado en la Asamblea Legislativa”, como es el caso del CD y su diputado Juan José Martel.
Pero no sólo viola dicha Ley y los derechos de dicho partido, sino también se burla de los derechos de representación política de todos los ciudadanos que votaron el pasado marzo por Cambio Democrático y que eligieron a Martel como diputado por San Salvador y al CD como su representación para varios Concejos Municipales.
Queda demostrado, entonces, que la Sala de lo Constitucional no cumple las leyes que la rigen y que rigen nuestro sistema democrático, pero sin embargo, quiere que las demás instituciones y ciudadanos sí cumplan su caprichosa interpretación de la Constitución, interpretación al servicio de sus patrones.
Queda demostrado, también, que la Sala de lo Constitucional trabaja y emite sentencias a la medida de sus patrones, como buenos secretarios que le facilitan todo a sus jefes, en espera de su beneplácito y aprobación, más aún cuando están a punto de retirarse de su esfera de privilegios y requieren protección.
La Sala de lo Constitucional trabaja para unos pocos y ahora es momento que los muchos otros hagamos valer nuestra voluntad, nuestro voto y nuestro poder de decisión, que hemos delegado a los representantes políticos e instituciones públicas, pero que por Constitución de la República nos corresponde y tenemos la facultad para reclamarlo cuando no respeten los derechos de la mayoría.
Los magistrados de la Sala, serviles y diligentes para atender las órdenes de sus patrones, quieren torcer el sistema democrático y hacer valer su modelo de democracia, donde ellos siempre toman la última palabra, donde ellos aprueban los candidatos para las elecciones y donde ellos deciden qué partidos pueden participar y cuáles no.
La democracia de los mismos de siempre es aquella donde ellos son los únicos que pueden gobernar y turnarse entre mismos, siempre y cuando los que tomen su turno en el poder, sigan sus mismas reglas y no toquen sus intereses y privilegios, es decir, siempre y cuando los poderes fácticos.
Cuando un movimiento social o partido político atenta contra el equilibrio de este sistema a la medida de los mismos de siempre, ellos accionarán sus tentáculos para bloquear, a toda cosa, que puedan entrar al modelo democrático que ellos protegen, porque es un modelo para sí mismos y consigo mismos.
Pero el pueblo se ha cansado y hoy es en el momento histórico cuando debemos reclamar que la democracia sirva para las mayorías populares y no para un grupito que acumula el poder y se quieren perpetuar en la política, para heredar a las futuras generaciones un país y oportunidades para todos y no sólo para unos pocos.
El tiempo de los partidos políticos dirigidos por los mismos de siempre y gobiernos en favor de los mismos de siempre se ha acabado. El pueblo debe luchar por nuevos movimientos sociales y partidos que realmente los representen y velen por sus intereses.
Ahora, es el momento de los de abajo, de los ofendidos, de los discriminados, de los excluidos, de los extraños y diferentes a los mismos de siempre, que debemos hacer valer nuestra voz y elevar nuestra protesta hasta que el sistema recobre su justicia. Si todos nos unimos, el pueblo vencerá.