Ha sido tema de discusión y de abordajes recurrentes el hecho de señalar que nuestros tres últimos presidentes han carecido de formación académica en el nivel superior. Si bien es cierto que dos de ellos fueron destacados profesionales en medios de comunicación, su formación profesional estuvo más comprometida con la praxis y no con la academia; en cuanto a nuestro actual presidente tiene modestamente el título de profesor que no desmerece su importante papel formativo pero que ha tenido pocas oportunidades de contribuir genuinamente al campo educativo, y si no recordemos su pasado actuar como ministro de educación ad honórem.
Recuerdo en la campaña de 2014 haber discutido con algunos colegas sobre el tema de tener presidentes “más de lo mismo”, llenos de la palabra fácil y convincente pero listos para hacerse descaradamente con todos los recursos del estado (pues ya eran secretos a voces desde la mansión millonaria en las faldas del volcán o el Ferrari de triste historia, hasta la escultura de las famosas botas), o cambiar hacia un candidato que si bien no era brillante en sus discursos, al menos podríamos esperar una gestión más transparente, poco dada al despilfarro y en combate permanente contra la corrupción, desde luego que iba a apoyarse en grandes figuras que protagonizaron una y otra vez tanto enfrentamientos en el frente de guerra como en el difícil campo de la política. Vana esperanza. La amarga realidad que vivimos actualmente es que el poder corrompe, lenta e inexorablemente, como el péndulo de derecha a izquierda, y los discursos de equidad, igualdad y desarrollo en todos los campos de la vida diaria se han quedado en una triste pausa para el pueblo y en contraste, en un gran crecimiento para quienes durante estos cuatro años han satisfechos sus caprichos de poder como en su momento denunciaron que otros (y otras, para utilizar el lenguaje inclusivo) habían hecho. Dado el curso de los acontecimientos hasta podríamos esperar que en unos años o en cuanto el poder llegue a otras manos, se repetirá la historia de los juicios abreviados, se someterá a grandes personalidades al escarnio público y luego “Adiós, que le vaya bien” con su bolsita llena de los dulces que ha podido esconder en oportunos paraísos fiscales.
¿Ve Ud.? “Más de lo mismo”.
Ahora estamos a las puertas de un nuevo evento electoral. A pesar de que se ha dicho que hay sanción para campañas adelantadas, no parece importar a los candidatos quienes han comenzado con sus giras, encuentros y entrevistas. Podría parecer que los candidatos esta vez sí se acercan a modelos ideales: jóvenes, con varios títulos académicos, con experiencia en la política exterior, o empresarios exitosos. Podría hasta decir con ligereza que a nivel físico son perfectamente atractivos y que las cámaras los aman porque aparecen siempre dando su mejor perfil. ¿Pero es eso lo que realmente necesita nuestro país? ¿Personajes de portada con un escaso o nulo conocimiento de nuestra realidad y con muy poca visión para aportar soluciones a los problemas de país?
Lo he visto, lo he escuchado de propia boca de nuestros actuales candidatos y sus respuestas a las interrogantes que se les han hecho me han dejado atónita. Sentí que escuchaba de nuevo una respuesta de una alumna que ante mi pregunta sobre el aporte de las grandes civilizaciones del mundo antiguo para el desarrollo de la humanidad, me respondió: “No sé, porque no había nacido, y no puedo dar fe de lo que no vi ni escuché”. ¿Cómo se puede dudar del Informe de la Verdad y de todas las instancias que han ratificado su contenido? O es demasiada soberbia o es un auténtico desconocimiento e indiferencia hacia los temas de interés nacional.
Si, pueden tenerse títulos académicos o un buen historial de empresario exitoso, pero el dominio de la historia nacional, la formación política, la conciencia auténtica del trabajo por el bien común, no es algo que se logra en poco tiempo.
Sinceramente, y por lo que he visto hasta ahora, no hay candidato ni candidata que me represente.