martes, 7 mayo 2024
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Una revisión urgente a la manera como se defienden los Derechos Humanos

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"La denuncia tiene un fuerte posicionamiento actualmente en la labor de los colectivos de DDHH": Wilmar Harley Castillo.

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Por Wilmar Harley Castillo.

El pasado 06 de septiembre, se entregó el Premio Nacional de Derechos Humanos en Colombia a los diferentes liderazgos y procesos colectivos que dedican su vida a defender los derechos humanos (DDHH) en el país. Entre los procesos organizativos ganadores están la Fundación Joel Sierra, el Consejo Nacional de Paz Afrocolombiano y las personalidades Doria Bautista y Elizabeth Moreno (1), provenientes de diferentes territorios de Colombia.

Este logro para las comunidades y sus procesos organizativos me motiva a compartir algunas reflexiones sobre la defensa y promoción de los DDHH de cara al periodo de cambios y transformaciones que estamos viviendo (2). Para esto, abordaré de manera general cómo se defienden los DDHH en los territorios y en las movilizaciones sociales, donde el Estado sigue tratando de manera contra-insurgente a las comunidades que se movilizan.

Tanto en ciudades como veredas, el conflicto social y armado continua vivo, con los matices y articulaciones locales propias de cada departamento y municipio. Se tienen estadísticas de asesinatos selectivos a liderazgos sociales, ambientales, sindicales, firmantes de paz de las exfarc-ep, e incluso han muerto defensores/as de DDHH por su labor; dentro de las cifras (3) también se cuentan las desapariciones forzadas, los destierros y las expoliaciones que sufren los bienes comunes naturales; a esto se le suman las denuncias públicas sobre estos actos violentos, las respectivas gestiones en entidades como: la Defensoría del Pueblo, Fiscalía General de la Nación, Personería y hasta en los ministerios nacionales e incluso a otras organizaciones defensoras de DDHH internacionales, gobiernos solidarios con las víctimas y organismos multilaterales sobre los DDHH. El ruido ha sido bastante alto.

Durante la protesta social, sea en un barrio o en una avenida nacional, los colectivos defensores de DDHH acompañan a los manifestantes para proteger a quiénes usan su legítimo derecho a la protesta. Pero cuando la policía o el ejército nacional atacan, estos defensores/as se centran en exigirle a la fuerza pública que cumpla los protocolos institucionales para la protesta social donde se busca evitar la sacada de ojos, los golpes con bolillos o los disparos de gases lacrimógenos directos al cuerpo de quienes protestan. Esta labor se acompaña con los celulares y cámaras para registrar los ataques o abusos del Estado en contra las comunidades. Ahora bien, cuando se llevan a los manifestantes a un calabozo, los colectivos de DDHH se mueven para que estas personas sean soltadas de inmediato o por lo menos se sepa a donde están, en qué condiciones pasarán la noche y si fueron respetados sus derechos por parte de la policía.

A este ejercicio se le suma el contacto directo con las instituciones estatales que en teoría deben proteger los DDHH, conocen las normas y decretos que sirven de herramientas jurídicas para que no se violen y la actualización permanente de la normatividad vigente es otro aspecto fundamental. Esa comunicación directa con el Estado da ventajas a estos colectivos en los casos de violaciones de los DDHH, porque con un clic informan de las vulneraciones que están ocurriendo en el territorio. Incluso esa comunicación directa ayuda a puyar a la institucionalidad cuando se duerme en el cumplimiento de sus funciones.

Exigencias para oídos sordos

Sobre lo anterior, hay cuestiones que no dejan dormir. Sobre la exigencia a la fuerza pública que “cumpla” los protocolos sobre la protesta social, se parece a como si en la época de las decapitaciones públicas existieran personas encargadas de exigir al verdugo de cortar la cabeza a su víctima de un solo golpe, para evitarle sufrimiento a la víctima, sin embargo, tanto el verdugo como las razones de sus asesinatos no desaparecen. Así ocurre con estas “exigencias” o “veedurías” de los defensores/as de DDHH, porque sus quejas y reclamos no son atendidas en caliente y por el contrario se ha evidenciado que los agentes no acatan las exigencias de los chalecos de DDHH y la sangre popular ha corrido en las protestas.

Ahora con las denuncias públicas sobre vulneraciones de DDHH hacia las comunidades, liderazgos sociales y la naturaleza llevadas a redes sociales, medios de información privados y alternativos y también al Estado, no tienen la suficiente articulación con las otras actividades desarrolladas por el movimiento social y las comunidades. Ese ruido hecho por las denuncias, llegan a oídos sordos de la institucionalidad que en últimas responden a una normatividad vigente que no cambiará, limitándose a una acción mediática que no traspasa el muro de los cambios normativos correspondientes a las exigencias de los defensores/as de DDHH para evitar que se repitan las vulneraciones a los DDHH.

Junto a lo anterior, veo con preocupación cierto paternalismo o asistencialismo en la defensa de los DDHH, que explicaré con tres episodios de protestas diferentes: en uno ocurrido en una universidad pública del país, quienes estuvieron a cargo de la protección de los DDHH se llevaron a un grupo de estudiantes universitarios lejos de la protesta para evitar que fueran heridos o atacados por la policía. Durante el paro nacional del 2021, ocurrió que una de las personas con chaleco de DDHH, persuadía a los jóvenes que protestaban para que no cerraran un cruce de avenidas y evitar con esto que los levantara el ESMAD y porque los agentes de policía de DDHH estaban quejándose por el nuevo punto de protesta que querían organizar los jóvenes, ya que estaba “afuera” del esquema de movilización que habían conversado los defensores de DDHH. Y la última anécdota, fue en medio de una caravana humanitaria en un territorio asediado por los grupos paramilitares conocidos como disidencias de las exfarc-ep, en donde los encargados de la protección de DDHH, buscaron impedir el trabajo de cubrimiento de los comunicadores, periodistas y corresponsales internacionales que apoyaron desde esta labor dicha caravana humanitaria, con el argumento de evitar ser blanco de ese grupo armado durante el recorrido en chivas.

¿Qué tienen de común estas tres anécdotas? Que en todas se cae a la desmovilización o paralización de la protesta social y de los trabajos especializados que se desarrollan durante estas jornadas, bajo el enfoque paternalista de algunos sectores que protegen los DDHH, restándole fuerza social a la movilización que por sí sola es un torrente de gente reunida por la indignación y ganas de transformaciones sociales. Así en la práctica y en el calor de la protesta, se cae a veces en el error de direccionar una acción directa colectiva por parte de las personas que llevan el chaleco de DDHH hacía objetivos diferentes.  

Los pueblos defendemos a nuestra manera los Derechos Humanos

La denuncia tiene un fuerte posicionamiento actualmente en la labor de los colectivos de DDHH, por lo que la meta de transformar las causas del conflicto social y armado, así como el cambio de modelo social, político-económico y cultural capitalista debería tener la misma intensidad que la labor de denuncia. Pues los pañitos de agua tibia o fría no sirven para atacar el mal de raíz, solo calman el dolor o la fiebre.

Esto con el ánimo de soltar definitivamente el enfoque burgués de los DDHH que sigue siendo imperante y abordar la reflexión y la praxis de un enfoque traído de la experiencia organizativa, de lucha, de reproducción de la vida de los pueblos del sur mundial para no continuar usando herramientas jurídicas y enfoques provenientes de la clase explotadora de la humanidad y depredadora de la naturaleza. Hoy está vigente la carta de Argel o la declaración universal de los derechos de los pueblos de 1976 (4) para estudiarlo a la luz del actual periodo histórico.

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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