Fuimos un grupo heterogéneo y masivo que ingresó a la carrera en ese año lectivo, más de 50 estudiantes integrado por jóvenes soñadores, como vos y yo, Sonia Raquel Gallardo, Aída Mancía, José Adán Moreno y el peruano Daniel Flores, o veteranos como doña Clelia Campos Orellana, Antonio Arias Martell o Arístides Espinoza.
¿Y te acordás cómo éramos? Yo sí, vos una chica a mediana estatura, espaldas anchas y usabas el pelo largo, de semblante serio ““siempre lo mantuviste- y hasta parecías altiva, pero no lo fuiste.
Una huelga en la Facultad de Ciencias y Humanidades parece frustró que siguieras tus estudios y de pronto desapareciste. Nos dimos cuenta que estabas en Brasil y perdimos contacto. Hasta que allá a fines de 1979 o inicios de 1980 nos volvimos a ver. Habías vuelto graduada en Periodismo y con tu linda nena Carol Beatriz.
¿Te acordás dónde iniciaste tus labores? Luego de unas prácticas en diario El Mundo te enrolaste en Telediario Salvadoreño que dirigía Carlos Rosas Gaitán y de vez en cuando llegabas a vernos a Radio Sonora en donde trabajábamos con Marcos Alemán en el quinto piso del edificio Rubén Darío en el centro capitalino y que el terremoto de octubre de 1986 derrumbara.
Después llegaste a la corresponsalía de la agencia estadounidense de noticias The Associated Press (AP), cuyo corresponsal por esos días era el guatemalteco Eduardo Vásquez Bécquer con quien no tuviste una buena relación, pero fue tu entrada al periodismo internacional, y no lo dejaste.
¿Te acordás cómo llegamos a trabajar juntos? Yo colaboraba con United Press International (UPI) porque en esa agencia trabajaban Raúl Beltrán y como fotoperiodista Iván Montecinos. Fue un común amigo, Luis Romero, quien en 1982 ya era el fotoperiodista de la AP, apareció una noche lluviosa junto a Sam Dillon en mi casa allá en una colonia obrera escondida de Mejicanos, la “26 de Enero”, para pedirme que me fuera para AP y acepté.
Fueron más de dos años en los que descubrimos las afinidades personales y profesionales, en los que hicimos coberturas importantes, conocimos personajes y enfrentamos realidades acuciantes.
¿Y te acordás del mayor Pozo? Creo que sí, aunque más por alusiones personales el entonces corresponsal jefe de AP en San Salvador Arthur Allen, un espigado y joven periodista quien en forma valiente asumió responsabilidades ante la ira del oficial José Ricardo Pozo, quien en 1983 era el jefe de Inteligencia en la Policía de Hacienda a la que algunos consideraban por esos años de inicios de la guerra como la policía política.
Un 25 de mayo de 1983 fue asesinado el capitán de corbeta Albert Schaufelberger por un comando de la guerrilla cuando esperaba en la UCA la salida de su novia. Tenía 33 años era jefe de seguridad de los asesores militares de Estados Unidos a El Salvador y el segundo oficial de más alto rango en el país. El primer soldado estadounidense caído.
El suceso atrajo la atención mundial y la inmediata petición de que se esclareciera, por lo que la cacería se inició. Unos días después la policía presentó al presunto asesino y a la agrupación a la pertenecía. ¿Te acordás que hasta ahí todo bien? Pero no fue así.
Un domingo te tocó turno y enviaste nota en la que la radio Farabundo Martí daba a conocer un comunicado en el que rechazaban que el acusado por la policía hubiese realizado lo que llamaron “ajusticiamiento” y ello daba al traste con las investigaciones de la inteligencia policial.
El lunes diario El Mundo, por esos días el más liberal de todos los medios impresos, publicó tu nota y el martes el mayor Pozo llamó a la AP amenazante, me increpaba a mí de haberla escrito y me acusó de ser antipatriota y otros epítetos en su oficina del lóbrego cuartel cerca del mercado de La Tiendona.
Y para no hacer larga la historia, pues sé que la conocés, en el intento de Arthur de remediar la situación terminó saliendo del país bajo la protección de la embajada y yo unos días después por la misma causa pues el mayor Pozo no cesaba de preguntar por mí y el que entonces era nuestro jefe, Eloy Aguilar (Rip), decidió que también me fuera unas semanas de vacaciones a México para “evitar” cualquier suceso en busca de alguien que se las pagara.
Vos tranquila, nunca fuiste mencionada, aunque para finales de año el presidente Ronald Reagan envió a su vice, George Bush, quien trajo una lista de oficiales que quería fuera de las estructuras del ejército, entre ellos el mayor Pozo quien fue enviado a Paraguay.
Luego me fui para la agencia Reuters, pero seguimos cultivando la amistad, el compañerismo y la colaboración profesional pues en esos días de 1983 fuimos productores de una revista dominical en radio Sonora en la que trabajábamos y nos divertíamos haciendo grabaciones hasta de cuentos de Salarrué junto a Marcos Alemán y el productor René Rodríguez “el chucho”.
Siguió la guerra, cubrimos muchos sucesos, aprendimos los gajes del oficio y nos divertimos para aliviar el estrés, como las largas fiestas nocturnas en las residencias de varios corresponsales extranjeros, incursiones al centro de la ciudad como el bar o cantina “El Paraíso” allá por La Praviana y que tenía el mérito de haber sido visitado por Roque Dalton o de ahí nos íbamos a bailar a unos centros nocturnos, entre ellos El Corcel Blanco en el barrio San Jacinto.
Nos divertimos mucho bailando a veces con la música del combo “Los Pingí¼inos”, especialmente aquella “Caramba doña Leonor” que celebrábamos al calor del momento y son recuerdos que nuestro amigo de esa época, aún lo es, el connotado cronista estadounidense Jon Lee Anderson siempre recuerda, de hecho lo rememoramos el sábado pasado en el restaurante Punta Roca, el del “gringo” como le conocimos y al que también llegamos muchas veces.
Y así continuamos la vida, apretada, emocionante y a ratos peligrosa cubriendo noticias y en parte de nuestro quehacer diario produciendo El Noticiero en canal 6 en el que diste tu aporte cuando yo estaba ausente o de vacaciones. Lo hiciste bien, ¿te acordás?
Antes de la ofensiva en noviembre de 1989 viajamos vos y yo a Managua en donde entrevistamos a dos miembros de la comandancia general del Fmln, entre ellos Leonel González, el actual presidente Salvador Sánchez Cerén. Y seguimos en el oficio.
Años después te fuiste a Brasil y luego a México en donde fuiste editora de la mesa latinoamericana de la AP y en donde te acaba de sorprender la muerte, siempre nos sorprende, pero vos no te vas, te quedás con nosotros, con tu familia y tus amigos que tanto te queremos.
Es curioso, pero un día antes publiqué en twitter: “Es un domingo gris y el arrullo de una Paloma ala blanca en su nido en las ramas de nuestra veranera, entristece”. Y de pronto lloré en solitario. No supe en ese momento por qué. ¿Estaba melancólico, lo gris del ambiente o eras vos, no te acordás Any?…
(En memoria de mi querida amiga y colega Ana Leonor Cabrera).