Semos chismosos

¡Sigue nuestras redes sociales!

Si las espaldas vieran, la porción usual de esputos se reduciría ostensiblemente, los chismes ya no serían chismes, tendrían matices claros y las bocas indecentes guardarían mutismo mientras estuviéramos presentes.

Y es que nos fascina hablar mal del prójimo, lo hacemos con devoción meridiana y así nos inventamos vida y obra de ella o él, aunque nos simpaticen, y creamos mitos y leyendas negras y rosas.

El chisme se basa en entretenimiento perverso, sociales como somos vivimos a plenitud nuestra antropofagia conscientes de que la lengua es más rápida que la luz, y decimos y opinamos sobre otros porque nos preocupa el qué dirán de nosotros.

Semos chismosos de natura y nos ocupan las apariencias, el juego de máscaras y antifaces, la reputación debe brillar como el oro y hay que ocultar la doble moral.

Y entre sonrisas y murmullos avanzan las maledicencias, difamaciones sistemáticas de zutanita y perenganito, a ella le falta un paso para transitar en la zona de tolerancia si su falda estuviera dos dedos más arriba, en resumidas cuentas la tachamos de putilla porque ni siquiera en sueños nos hace caso y él tiene cara de santito pero ayer fue azul, hoy es rojo y mañana será verde porque en el fondo, enfatizamos, siempre ha sido comunista.

El chisme habitual ha abandonado aldeas, villas, pueblos y ciudades pequeñas donde reside, por costumbre y aburrimiento, para asediar espacios intangibles y evoluciona para ser visto, leído y escuchado en la pantalla.

Traspasa territorios y fronteras, islas y continentes, planetas todavía no ya que el humano aún no coloniza las esferas interestelares, porque para que el chisme subsista necesita al menos de tres de nosotros: la víctima de la insidia, el comunicativo que lo concibe y el metiche que lo repite.

Sus efectos son deletéreos y devastadores, las presas del chisme son las últimas en enterarse cuando el daño es irreparable y la infamia reposa tan profunda que se ha convertido en una aberrante verdad.

Pero que nadie nos califique de chismosos porque antes de nacer el alba lo negaremos tres veces, cínicos nos cobijaremos en la continuidad de la tradición oral, esa masa de voces que viene desde quién sabe dónde devorando prestigios y lo que encuentra en su camino.

¡Hola! Nos gustaría seguirle informando

Regístrese para recibir lo último en noticias, a través de su correo electrónico.

Puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento.

spot_img

También te puede interesar

Participe con su comentario

Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.
spot_img

Últimas noticias