viernes, 10 enero 2025

Roque Dalton, poeta y revolucionario

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Ciegos por el dogmatismo y el extremismo polí­tico, por cobardí­a, celos, envidia y llenos de odio estaban sus verdugos en el momento en que ajusticiaron al poeta revolucionario

La noche del 10 de mayo de 1975 hubiera pasado lentamente sin dejar huellas en la ciudad. Todo hubiera sido común y corriente en San Salvador, capital de El Salvador. Los mariachis hubieran seguido tocando y cantando rancheras en “La Praviana” hasta el amanecer acompañados por los gritos de un coro de borrachos tambaleantes y fuera de control. La vida loca en aquel famoso centro de derroche y bacanal capitalino hubiera continuado su metamorfosis nocturnal sin interrupción alguna. Los machos hubieran llorado como niños el amor no correspondido y los más cobardes hubieran enseñado los dientes señalizando su disposición al combate. La Praviana habí­a adquirido con los años la fama de ser un lugar de placer y lujuria. Se habí­a convertido en el punto de convergencia de pobres, ricos, bohemios e intelectuales, homosexuales y prostitutas. Los actores de turno de esa tragicomedia popular improvisada, olvidaban por unas horas; a causa de los efectos del alcohol y la mariguana, el conflicto social y polí­tico que reinaba en la sociedad salvadoreña. La lucha de clases que efectivamente moví­a el acontecer polí­tico del paí­s, pasaba por unas horas a un segundo plano. Un cese inconsciente de hostilidades polí­ticas. Todo hubiera sido normal y cotidiano, si Roque Dalton no hubiera sido asesinado aquella funesta noche. Dalton escribió un dí­a un pequeño verso acerca de la noche: Ceguera: es la primera palabra que se te ocurre.

Ciegos por el dogmatismo y el extremismo polí­tico, por cobardí­a, celos, envidia y llenos de odio estaban sus verdugos en el momento en que ajusticiaron al poeta revolucionario. El tribunal de guerra que en sumarí­simo juicio condenara a muerte a Roque Dalton, estaba compuesto por la dirigencia del grupo guerrillero ERP: Joaquí­n Villalobos, Alejandro Rivas Mira, Vladimir Rangel y Jorge Meléndez. Solamente Eduardo Sancho (Fermán Cienfuegos) se opuso al veredicto. Dalton fue acusado de ser colaborador de la CIA. Y con el agravante de ser indisciplinado, bohemio, bebedor empedernido, poeta y pequeñoburgués. Para tales fanáticos y obsesos revolucionarios, cualquiera de esos cargos hubiera sido suficiente para merecer la muerte.

Recién en 1993, 18 años más tarde, el comandante guerrillero Joaquí­n Villalobos reconoció públicamente, que la ejecución de Roque Dalton habí­a sido un “error de juventud”, un capricho de los años mozos. ¡Vaya cinismo!

Sin menoscabar la importancia que tiene el hecho de aclarar desde el punto de vista jurí­dico la autorí­a material de este hecho criminal para que este crimen de lesa humanidad no quede impune, me parece sumamente importante plantearse también la pregunta de cuáles fueron los motivos que condujeron a estas personas a dictaminar la sentencia de muerte de Roque Dalton. Esta reflexión no es de carácter polí­tico sino más bien ideológico.  

¿Quién fue Roque Dalton Garcí­a desde el punto de vista ideológico, cuál era su visión del mundo y de la vida?

Roque Dalton ingresó en 1955 a las filas del partido comunista salvadoreño, que en aquellos años se encontraba fuera de la ley. Dalton era comunista, un marxista-leninista muy especial, podrí­a decirse que era un camarada fuera de serie. Se definí­a a sí­ mismo como un hombre de tabernas, un escéptico y luchador, un hombre de letras y del marxismo. Para él revolución y vida formaban parte de una unidad indisoluble.

Roque ciertamente gozó la vida mundana donde y como pudo sin remordimiento ni mala conciencia alguna. Reí­a con ganas y hacia chiste de cualquier cosa. Sus comentarios irónicos hací­an dudar a veces a sus interlocutores y en más de una ocasión los hizo perder la paciencia y los buenos modales. Roque Dalton era definitivamente un bohemio, un libertino de su época, un camarada comunista para quien no habí­a conflicto moral alguno entre la revolución y el simple hecho de beberse una cervecita Pilsener (bien frí­a) en el Bar Lutecia de La Praviana, acompañada con un coctel de conchas.

Tal estilo de vida no compaginaba con los cánones ético-morales (casi religiosos) de las organizaciones marxistas-leninistas de la época.

Dalton tuvo la oportunidad de conocer muy de cerca la realidad del socialismo europeo. Roque discutió con pensadores, intelectuales y dirigentes revolucionarios del mundo entero, apasionadamente y en profundidad, acerca de la Dialéctica, Historia, Filosofí­a, Literatura, Revolución, métodos y formas de lucha, incluso hasta sobre las ventajas y desventajas de ciertas armas de guerra.

Roque Dalton era la negación personificada del tipo de "cuadro revolucionario" en la mente de ortodoxos y dogmáticos. A Dalton le gustaban la discusión y la controversia, cuestionaba todo, argumentaba con fundamento y era coherente en sus análisis, se reí­a de “los libros sagrados” del marxismo-leninismo, es decir los manuales de la Academia de Ciencias Polí­ticas de la Unión Soviética, leí­a literatura “decadente”. Roque era irreverente, critico, “hereje” y además poeta. Bajo todos los puntos de vista Roque Dalton era una personalidad difí­cil que incomodaba tanto a sus amigos (nacionales y extranjeros) como a sus enemigos.

Ninguno de sus verdugos podí­a sermonearlo acerca del socialismo real y del hombre nuevo socialista. Roque Dalton habí­a acumulado a la sazón mucha experiencia de la vida real mientras los jovencitos que lo condenaron a muerte, cegados por el fanatismo ideológico, aún estaban saliendo del cascarón. Ninguno de ellos estaba a la altura de Roque.

Para los mí­sticos revolucionarios, oscuros y miopes monjes de la revolución, Roque Dalton Garcí­a era simplemente un intelectual decadente y un hereje ideológico. El tribunal de guerra haciendo las veces de la Santa Inquisición lo encontró culpable y lo condenó a muerte por traición.

Pobrecito Poeta que era yo es el tí­tulo de su última obra literaria, una novela en la que utiliza la técnica de Julio Cortázar de mezclar tiempos históricos y personajes contemporáneos, una especie de collage literario. Roque Dalton reflexiona en esta obra acerca de su papel histórico en la lucha de clases salvadoreña. En un primer momento el lector recibe la impresión de estar leyendo un resumen caótico de eventos del pasado y del presente donde los personajes se confunden aparentemente. En el fondo su novela Pobrecito Poeta que era yo es un acto de reflexión personal, donde Roque devela al lector lo más recóndito de su esencia humana. Es en cierta manera un testimonio polí­tico-ideológico-emocional de la vida del poeta.

Sus Poemas Clandestinos escritos en 1974 dan prueba en cierta medida de la intensidad de la lucha ideológica al interior del movimiento revolucionario salvadoreño y en particular dentro del ERP. A lo mejor Roque intuí­a o sabí­a que el papel de Poeta y Revolucionario no era comprendido en su verdadera dimensión. En el poema Sobre nuestra moral poética Roque escribe así­: // No confundir, somos poetas que escribimos / desde la clandestinidad en que vivimos.// No somos, pues, cómodos e impunes anonimistas: de cara estamos contra el enemigo / y cabalgamos muy cerca de él, en la misma pista. // Y al sistema y a los hombres / que atacamos desde nuestra poesí­a / con nuestra vida les damos la oportunidad de que se cobren dí­a tras dí­a. //

La muerte de Roque Dalton es parte de la página roja del movimiento revolucionario mundial. Muchos son los nombres de hombres y mujeres que a lo largo y ancho del planeta han sido asesinados con saña so pretexto de traición al ideario polí­tico-ideológico y de colaboración con el enemigo. La lección histórica que nos deja tanto crimen cometido en las propias filas del movimiento de izquierda en “aras de la revolución”, radica en el hecho de reconocer que una práctica revolucionaria basada en la interpretación equivocada y retorcida de la teorí­a revolucionaria conduce tarde o temprano a un callejón sin salida.

A Roque Dalton se le acusó falsamente de colaborar con el enemigo. Por ironí­as de la vida uno de sus acusadores, el otrora tristemente célebre comandante Joaquí­n Villalobos, fue un fiel colaborador del presidente Álvaro Uribe de Colombia y del partido ultraconservador ARENA de El Salvador entre otros.

La colaboración de Villalobos con los sectores más reaccionarios del continente americano es tan evidente, que viéndole actuar uno tiene la impresión de que está orgulloso de su nuevo rol polí­tico.

Roque Dalton fue un comunista que estuvo dispuesto a entregar su vida por la construcción del socialismo. ¡Completamente diferente a Joaquí­n Villalobos y la camarilla fratricida que lo ajustició!

Acerca del futuro de El Salvador Roque Dalton escribió este poema: // El Salvador será un lindo / y (sin exagerar) serio paí­s / cuando la clase obrera y el campesinado / lo fertilicen lo peinen lo talqueen / le curen la goma histórica / lo adecenten lo reconstituyan / y lo echen a andar. // El problema es que hoy El Salvador / tiene como mil puyas y cien mil desniveles / quinimil callos y algunas postemillas / cánceres cáscaras caspas shuquedades / llagas fracturas tembladeras tufos. // Habrá que darle un poco de machete / lija torno aguarrás penicilina / baños de asiento besos de pólvora.//

Muy lejos está El Salvador de ser el paí­s que Roque Dalton soñó. Las razones y circunstancias socioeconómicas que condicionaron el camino polí­tico-ideológico de Dalton y lo llevaron a entender el comunismo como la aspirina del tamaño del sol, que curará todos los males de la sociedad capitalista todaví­a están vigentes en El Salvador del siglo XXI.

Si Roque estuviera vivo, mucho material tendrí­a para escribir sarcásticos versos acerca de los viejos y nuevos ricos en El Salvador. A lo mejor nos harí­a reí­r con una historieta en lenguaje criollo de héroes guerrilleros de trapo, de renegados y vendidos de la revolución salvadoreña. A lo mejor escribirí­a un nuevo Poema de Amor a los casi 80.000 salvadoreños que perdieron sus vidas durante la guerra civil.

Roque Dalton ocupa desde ya un lugar privilegiado en la historia de El Salvador y América Latina. Sus poemas y cuentos vuelan por todo el continente como un ramo de rosas rojas.

Roque Dalton Garcí­a, poeta universal y revolucionario, vivirá por siempre en la mente y en los corazones de todos sus guanacos hijos de puta repartidos en todo el mundo.

http://Por un mundo nuevo, mejor y más justo

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Roberto Herrera
Roberto Herrera
Columnista y analista de ContraPunto. Salvadoreño residente en Alemania. Ingeniero graduado en electrotecnia, terapeuta ocupacional independiente con especialidad en pediatría y neurología. Narrador y ensayista.
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