domingo, 14 abril 2024
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Principios fundamentales para la gestión de aguas en El Salvador

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La insistencia de ANEP de controlar la institucionalidad del agua en El Salvador ha sido el obstáculo principal en los esfuerzos de fortalecer la buena gobernanza del sector hí­drico durante los últimos 12 años

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La profunda crisis de los recursos hí­dricos en El Salvador, en términos de calidad, cantidad y acceso, es ampliamente reconocida y cientí­ficamente documentada por expertos y expertas, tanto nacionales como internacionales. Las causas principales de la actual crisis son la mala gestión del agua (contaminación y sobre-explotación) por la falta de polí­ticas (Ley General de Aguas), prácticas y programas que aseguran la buena gobernanza en el sector.  Este problema nos afecta a todos y a todas en nuestras vidas cotidianas, pero son los pobres, las mujeres y los niños quienes más lo sufren.

Desechos tóxicos y metales pesados de la industria, quí­micos venenosos de la escorrentí­a agrí­cola y aguas negras sin tratamiento contaminan más del 90% de nuestras aguas superficiales. A la vez, la sobre explotación de mantos acuí­feros genera escasez de agua para los ecosistemas y las comunidades en todo el territorio nacional.

Esta situación tan alarmante ha llevado a organismos internacionales, como CEPAL, la Asociación Mundial de Agua (GWP, por sus siglas en inglés) y el Tribunal Latinoamericano de Agua, a plantear que el paí­s está al borde de una situación de estrés hí­drico en que no habrá suficiente agua para responder a la demanda humana. En esta misma lí­nea, un estudio de la Procuradurí­a para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) de El Salvador concluyó, en 2016, que El Salvador tiene una esperanza de vida como paí­s viable de unos 80 años si no cambiamos nuestra relación con el agua.

La evidencia cientí­fica está sustentada por la experiencia vivencial de miles de habitantes de barrios marginales en las ciudades y pueblos que pasan meses sin acceso al agua, de comunidades pobres en el sector rural que dependen de fuentes naturales de agua cada dí­a más escazas, de los pequeños productores que pierden sus cosechas por las sequias cada vez más prolongadas y de las mujeres, niñas y niños que pasan gran parte de su dí­a en búsqueda de este vital lí­quido.

A pesar de todo lo anterior, altos representantes de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), en una audiencia reciente con la Comisión de Medio Ambiente y Cambio Climático de la Asamblea Legislativa (y en debates públicos con este autor), insistieron en que la crisis hí­drica en El Salvador es un mito promovido por el partido del gobierno y sus simpatizantes para promover la urgente aprobación de una Ley General de Aguas.

Desde un enfoque empresarial, la posición de ANEP tiene lógica. La gran empresa de El Salvador no ha sufrido por la escasez de agua. No ha vivido esta pesadilla. Más bien, ha sido, y sigue siendo, un factor causal importante de la actual crisis hí­drica a través de un modelo de desarrollo y urbanización basado en la destrucción del medio ambiente, la exclusión social y la acumulación de riqueza para pequeños grupos elites al costo de los recursos naturales, especialmente al agua. Algunos ejemplos: 

  • En el histórico caso de la Finca El Espino, cientos de manzanas de bosque y cafetales que serví­an de ¨pulmón” para el gran San Salvador, ayudando a mantener el equilibrio climático de la capital y filtrando millones de metros cúbicos de agua por año para recargar los mantos freáticos de la zona, fueron convertidos, por el Grupo Roble, en enormes centros comerciales;
  • La fábrica de Baterí­as Record en el cantón Sitio del Niño empleaba materias primas altamente tóxicas, contaminantes del medio ambiente (especialmente del agua), y nocivas para la salud humana. Antes de ser cerrada el 24 de septiembre de 2007 por ordenes del Ministerio de Salud, sus dueños fueron acusados de contaminar 369 trabajadores de la fábrica y aproximadamente 7 mil 250 personas habitando en seis comunidades aledañas, con niveles de plomo arriba de los í­ndices internacionales aceptables.  Un estudio realizado por la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES) estimó el costo del daño ambiental ocurrido en el cantón Sitio del Niño en $4 mil millones de dólares;
  • Los proyectos de vivienda lujosa con sus piscinas y campos de golf en zonas con escasez hí­drica, como el Encanto Residencial Country Club de Zaragoza, han dejado a miles de habitantes de comunidades cercanas sin agua para sus necesidades más básicas;
  • Los grandes productores de azúcar de caña siguen sobre-explotando fuentes subterráneas de agua, aun en años de sequí­a severa, generando niveles record de exportación de este producto mientras que las comunidades rurales sufren de escasez;
  •  El acuí­fero de Nejapa, de los más estratégicos del paí­s, provee agua potable a la mitad de la población del gran San Salvador. No obstante, la transnacional, Constancia/SabMiller, está vaciando el acuí­fero para la producción de cerveza y más de 100,000 cajas de coca cola cada dí­a. Expertos proyectan que, al ritmo actual de extracción, este acuí­fero estará agotado en unos 30 años. Mientras tanto, los 30,000 habitantes de la municipalidad de Nejapa reciben agua solo 2-3 dí­as a la semana.

La insistencia de ANEP de controlar la institucionalidad del agua en El Salvador ha sido el obstáculo principal en los esfuerzos de fortalecer la buena gobernanza del sector hí­drico durante los últimos 12 años. Como alternativa, movimientos ambientalistas, juntas de agua la Iglesia Católica, la UCA, las Iglesias históricas, la Iglesia Elim, FUNDE, ANDA, la PDDH, la Universidad Nacional y otros actores, basándose en la Constitución de la República y en las tendencias a nivel mundial, argumentan que serí­a ilógico poner el agua en manos de quienes han contribuido tanto a la actual crisis e insisten que es obligación del Estado regular el recurso hí­drico en el paí­s.

En medio de este gran debate, cada dí­a más conflictivo, se plantean cuatro principios fundamentales que deben guiar cualquier esfuerzo de legislación de agua para asegurar una gestión equitativa, eficiente y sostenible para todos y todas:

  1. Enfoque de derecho:

El agua es fuente de vida. Es un bien común, un bien público y un derecho humano fundamental, reconocido como tal en el año 2010 por las Naciones Unidas. Pertenece a todos y a todas.

  1. Ente rector Estatal (gubernamental):

Si reconocemos al agua como bien público y como derecho humano, es obvio que el Estado (gobierno central) tiene la obligación de manejarlo y garantizar el acceso a este bien de manera equitativa, eficiente y sostenible a toda la población. Un estudio presentado recientemente por la UCA sobre la Institucionalidad del Agua en América Latina muestra que ningún paí­s en nuestro continente tiene un ente rector dominado por el sector privado para el manejo del agua.  De hecho, ningún paí­s del mundo tiene la rectorí­a del agua en manos privados. 

  1. Participación ciudadana:

La problemática del agua en El Salvador es compleja y urge de soluciones efectivas e integrales.  Esto requiere de la participación activa de la ciudadaní­a.  A la par de un ente rector Estatal para la gestión del agua, es importante garantizar un espacio amplio, permanente y dinámico para la participación real de la ciudadaní­a como interesados/as (“stakeholders”) con poder de influencia en la toma de decisiones del ente rector. 

  1. Enfoque de Cuenca:

La resolución de la dramática crisis hí­drica enfrentando a El Salvador depende de lo que pasa a nivel local – a nivel de la cuenca.  Podemos tener la mejor polí­tica nacional de aguas en el mundo y fracasar en nuestros esfuerzos de buena gobernanza si no hay cambios en la manera en que gestionamos al agua a nivel de la cuenca. 

El debate sobre el agua en El Salvador está en un momento definitivo, influido por una complejidad de intereses económicos, sociales, polí­ticos, ambientales, partidarios y electorales. Es tiempo de reconocer que este tema, para El Salvador, es tema de paí­s, no de grupos elites, de partidos polí­ticos o de ideologí­as. Es tiempo de buscar un diálogo más honesto, basado en hechos y realidades, y de lograr consensos enfocados en el bien común para nuestra nación.  

Andrés McKinley es especialista en agua y minerí­a de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).  Tiene una maestrí­a en Administración de Salud y lleva 50 años trabajando en temas de desarrollo sostenible en EEUU, Centro América, Sur América y África.

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Andrés McKinley
Andrés McKinley
Colaborador

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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