Inspirada por los recientes acontecimientos de Panama Papers que están teniendo repercusiones globales por la naturaleza de las personalidades involucradas, me puse a leer en el libro Indignez – Vous[1] (“Indígnense”), escrito por Stí¨phane Hessel, ex combatiente de la Resitencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial.
En el libro Hessel hace un recorrido por los valores y objetivos que se planteó la Resistencia durante la Guerra, para construir una República basada en instituciones democráticas. En esta columna citaré algunos pasajes del libro que me plantean interrogantes sobre nuestra realidad. Para ello haré en la medida de lo posible un breve recorrido sobre pasajes de nuestra historia reciente que interrogan a las generaciones que actualmente tenemos entre los 55 a los 75 años.
Voy a Hessel, y la primera cuestión que me sorprende cómo haya escrito un libro lleno de radicalidad a su avanzada edad:
“Noventa y tres años. Es algo así como la última etapa. El final ya no está muy lejos. ¡Qué suerte poder aprovecharlos para recordar lo que fueron los cimientos de mi compromiso político: los años de resistencia y el programa elaborado hace 66 años por el Consejo Nacional de la Resistencia”.
Ojalá pudiéramos hacer una revisión de nuestros “antiguos” ideales de juventud acerca de la justicia social y equidad para los sectores más pobres de la sociedad salvadoreña. Si tan solo pudiéramos decir que hace cuarenta y cinco años escribíamos y nos movilizábamos por ideales políticos y de cambio social que hoy, más que nunca, adquieren el mismo valor y radicalidad de aquellos años. ¿Actualmente, es válido interrogarse acerca de las formas de ejercer en el poder con respecto a quienes lo detentaron en el periodo previo al 2009? ¿Las diferencias en la forma de hacerlo son pocas, muchas o coincidentes? Corrupción, compadrazgo y, por qué no, Panama Papers parecen ser males comunes a la clase política.
Refiriéndose a los principios y valores contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) Hessel dice que:
“Estos principios y valores son hoy más necesarios que nunca. Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos:(…); no esa sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la Seguridad Social; no esa sociedad donde los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente: todo ello, cosas a las que no habríamos dado ningún crédito de haber sido los verdaderos herederos del Consejo Nacional de la Resistencia”.
¿Y nosotros? ¿Cuáles de los antivalores que aquejan a nuestra sociedad actualmente no habríamos aceptado en nuestra juventud y no deberíamos aceptarlos ahora? ¿Siguen vigentes los ideales de justicia y de lucha contra la pobreza e inequidad que teníamos entonces? ¿Hemos claudicado ante el poder de los grandes capitales? ¿La ética y la coherencia que nos caracterizaron en nuestra juventud siguen vigentes?
Como Hessel, podríamos también decir que durante los años de lucha política en diferentes movimientos sociales nos movilizábamos por el derecho a la tierra, contra la represión y la impunidad, nos movilizábamos por salarios dignos para la clase trabajadora, educación pública de calidad para todos los sectores de la población. En síntesis por la justicia social y la paz. En mi caso personal me refiero al movimiento estudiantil en el cual yo participé activamente. No era posible en aquel entonces y quiero creer que es imposible también ahora, pensar que nuestra participación política buscaba beneficios personales. Solo ilusionaba y nos imaginábamos el bien común y puedo afirmar con certeza que muchas mujeres y hombres en aquel entonces jóvenes, dieron sus vidas por esos ideales. ¿Es una herencia inútil? ¿El dolor y el sufrimiento de la población en esos años fue en vano?
La peor actitud es la indiferencia, y creo que la crítica por la crítica sin hacer nada es también una forma de indiferencia y por eso escribo estas líneas, movida sólo por inquietud de no sentirme indiferente o paralizada por los miedos ante lo que sucede en nuestra realidad. Al respecto Hessel nos ilustra cuando se pregunta:
¿Quién manda?, ¿quién decide? No siempre es fácil distinguir entre todas las corrientes que nos gobiernan. Ya no se trata de una pequeña élite cuyas artimañas comprendemos perfectamente. Es un mundo vasto, y nos damos cuenta de que es interdependiente. Vivimos en una interconectividad como no ha existido jamás. Pero en este mundo hay cosas insoportables. Para verlo, debemos observar bien, buscar. Yo le digo a los jóvenes: busquen un poco, encontraran. La peor actitud es la indiferencia, decir «pasó de todo, ya me las arreglaré». Si se comportan así, pierden uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.
Concluyo diciendo que todos/as somos responsables de la situación en la que actualmente nos encontramos y hemos permitido que las cosas lleguen hasta el punto en el que estamos. No hemos reclamado a nuestros gobernantes por el mandato que les dimos cuando los elegimos de gobernar a favor del pueblo. No hemos reclamado por los compromiso incumplidos, cuando con nuestros votos, resultaron electos. ¡En síntesis, indignémonos también nosotros/as!