Por Álvaro Rivera Larios
En nombre de una voluntad popular expresada en las urnas (y de cuya persistencia atestiguan las encuestas de opinión actuales), Nayib Bukele pretende saltarse la norma constitucional que prohíbe su reelección como presidente. Sus juristas buscan las brechas legales que hagan posible esa empresa.
En nombre de la santísima Constitución de 1983, los opositores colocan las leyes de la república por encima de la voluntad popular y niegan y repudian como dictatorial la reelección que pretenden Bukele y quienes lo respaldan.
Como los vientos populares soplan a su favor, Bukele plantea un conflicto entre la voluntad ciudadana y una norma legal que la encorseta; como los vientos populares juegan en su contra, la oposición (que antaño jugó con las normas legales) ahora le otorga a las leyes una condición divina, dogmática.
Aunque parezca mentira, Bukele y sus adversarios comparten esa cultura nuestra que ensalza la Constitución al mismo tiempo que la traiciona, cuando conviene. Pertenecen a esa estirpe de los pragmáticos que se clasifica como oportunistas.
En esta historia, al menos en el exterior, a Bukele se lo presenta como un villano y a la oposición se la hace pasar por un ejército de angelitos defensores de los derechos civiles. Y el maniqueísmo, como bien saben quienes piensan, es una herramienta política eficaz pero un mal enfoque interpretativo.
Yo creo que Nayib es un impostor que nos robó nuestra primavera árabe, un impostor que se hizo pasar por nuestro “Podemos” aprovechando la crisis de esas instituciones representativas que se construyeron en la posguerra. A lo mejor me equivoco con estas analogías, pero mi argumento no es una vulgar copia del guión que ofrecen unos opositores a los que considero sospechosos por ser un batiburrillo atragantado por sus grandes palabras y sus intereses heterogéneos.
Una pregunta que habría que hacerse es por qué tuvimos un Bukele, en vez de haber tenido un “Podemos”. Otra pregunta que habría que hacerse es por qué tenemos una oposición que tampoco es que sea una primavera árabe. Supongo que mis preguntas no gustarán ni a unos ni a otros (nayilibers y nayihaters) porque se hayan fuera del circuito de sus ideologías y propagandas.