viernes, 26 abril 2024
spot_img
spot_img

Opción preferencial por la confrontación o por el diálogo

¡Sigue nuestras redes sociales!

spot_img

Por Ricardo Sol Arriaza

Da mucha tristeza ver a la sociedad salvadoreña sumida en un conflicto tras otro, da mucho dolor ver el como esa pugna interminable se ha convertido en su normalidad. Pero no nos confundamos, la violencia de las maras y su incidencia en el diario vivir o sobrevivir del pueblo salvadoreño, la crudeza de ese fenómeno, sin embargo -lo digo con total convencimiento- no es más que resultado de una cultura socio-política basada en la confrontación, en el desprecio y desvalorización del otro, cultura que desdeña y rechaza el diálogo, que se sustenta en la marginación social y el desprecio a la dignidad humana. Largas y profundas son sus raíces y se hunden en la historia socio-política de la construcción del Estado salvadoreño.

La responsabilidad de que esta situación prevalezca o de que se encuentre el camino de la concordia y la armonía social radica en un cambio en el discurso y en el comportamiento de los actores relevantes y determinantes de la sociedad salvadoreña: universidades, académicos, medios de comunicación, líderes religiosos, políticos, empresarios y trabajadores.

Escribí este artículo, antes de que la violencia de las maras volviera a ensombrecer el panorama en el país. En él hago una reflexión sobre al comportamiento y responsabilidad de los directivos o líderes de una institución que ha jugado un papel muy relevante en la historia contemporánea de El Salvador, la Universidad Centroamericana (UCA) regentada por los jesuitas. Cuento con su paciencia e interés para continuar con esta lectura, este artículo dice así:

Cuando me encuentro con un Jesuita y tengo oportunidad de escucharlo, lo hago con respeto y admiración. No dejo de pensar los años de estudio personal que ha acumulado, como tampoco me es posible desconocer los años que su compañía ha recorrido y, aunque hubo períodos oscuros en su historia, hoy día se han abierto espacios, en su congregación, para profundizar en una fe comprometida con la justicia social.

No fui educado por Jesuitas, pero cuando mis maestros de doctrina social cristiana me estimularon a leer a Teilhard de Chardin S.J. y hube de esforzarme para entender sus teorías y las categorías de Noosfera y Punto Omega[1], no pude menos que percibir su sabiduría.

Desde su nombramiento como pontífice, admiro al Papa Francisco, de quién antes de ser Papa, como Jorge Bergoglio S.J. Arzobispo de Buenos Aires, conocí sus actuaciones a favor de los desposeídos. Lo menciono, no solo por ser jesuita y, en consecuencia, debería ser un referente para las autoridades de una Universidad de su compañía; sino pensando en los desafíos que presenta, particularmente, a la sociedad salvadoreña actual, la lectura de sus dos cartas Encíclica: Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común (24 de mayo de 2015) y, sobre todo, Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social (3 de octubre del año 2020).

Por supuesto, que me es imposible dejar de mencionar junto con los otros mártires de la UCA a Ignacio Ellacuría y a Segundo Montes, que he leído y estudiado, como forjadores de un pensamiento social solidario, como afluentes de la teología de la liberación y de la psicología social y, sin duda, por su admirable conducción de la UCA en medio de una crisis tan profunda y violenta como la que vivió la sociedad salvadoreña durante la rectoría del primero y su equipo.

No me pasa lo mismo con sus actuales autoridades. Su forma de expresarse, su manera de enfrentar o confrontar en la actual coyuntura salvadoreña, sus aliados y la orientación que le ha dado a la Universidad; todo ello, me lleva a una conclusión prácticamente contraria a lo que antes he reconocido sobre los destacados jesuitas ya mencionados. Pero no solo es empatía o antipatía es que, como lo expongo unos párrafos más adelante, doctrinal o pastoralmente, la actual rectoría de la UCA dista mucho de la altura que requiere esa institución para aportar en la desafiante realidad sociopolítica salvadoreña actual.

Fue a un jesuita, Xavier Gorostiaga, quien fuera Rector de la UCA – Managua, a quien le escuché un día la expresión de que “Para ser Rector se requiere talento y talante”. En mi calidad de Secretario General del Consejo Superior Universitario Centroamericano, CSUCA, pude comprobar ese axioma. Bien haría la Congregación de Jesús en verificar si esas condiciones se cumplen en quienes hoy por hoy regentan la UCA – San Salvador.

Más aún, si a esa frase de Xavier Gorostiaga S.J., agregamos otra que me trasmitiera otro también Rector de una destacada universidad panameña: “Pon atención -me dijo, de seguro porque quería que profundizara más allá del tono provocativo de su sentencia-, las instituciones no existen, estas son lo que son sus autoridades”, entiendo que lo que me quiso decir es que son sus líderes los que le dan un determinado perfil a las Universidades.

Ahora tomemos como referencia algunas ideas del Papa Francisco y de Ignacio Ellacurría S.J.  para que cada quien juzgue si son estos pensamientos los que guían las actuales autoridades de la UCA.

El Papa Francisco, en Fratelli tutti, insta a la humanidad, a buscar el “Diálogo y la amistad” Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo. Me basta pensar qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades. El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta. (Fratelli tutti,198)

Las encendidas confrontaciones con políticos del gobierno actual en El Salvador, por parte del Rector Oliva y otras de sus autoridades, como José María Tojeira, nada tiene que ver con este precepto del Papa Francisco. Como tampoco la desautorización sobre el proceso que finalmente se abre en la justicia salvadoreña, para clarificar y ubicar responsabilidades en el asesinato de aquellas egregias autoridades. El argumento de que son de su congregación no es suficiente para eclipsar que el martirio, de los jesuitas y sus asistentes, se consumó por amor al pueblo salvadoreño y ellos se entregaron a este pueblo, quien ahora reclama el derecho a reivindicarlos y re-construir su historia. 

El propio Ignacio Ellacuría, bien sabemos, en un período mucho más dramático y violento que el actual, nunca renunció a la opción por el diálogo, al punto de entregar su vida por esa causa. En una entrevista al teólogo español Juan José Tamayo en ocasión de su visita a El Salvador, para el 30 aniversario del asesinato de los sacerdotes Jesuitas, publicada en el Co-Latino, repasa diversas posibles razones por las que asesinaron a Ellacuría y demás mártires y concluye que fue: “porque quisieron ser puente de reconciliación y buscaron la vía no violenta para terminar el conflicto…”

El Rector Oliva en cambio, confronta, se presenta con sus datos, sale a la prensa para demostrar su verdad y para señalar que son los otros, en este caso las autoridades legítimamente electas por voto popular, los que están en el error y son ellos quienes hacen acusaciones falsas; en lugar de buscar la unión de la sociedad salvadoreña busca profundizar sus atávicos conflictos. De acuerdo a la sana doctrina no es esa conducta la que cabe esperar de un pastor.

El Papa Francisco lo ha dicho: La resonante difusión de hechos y reclamos en los medios, en realidad suele cerrar las posibilidades del diálogo, porque permite que cada uno mantenga intocables y sin matices sus ideas, intereses y opciones con la excusa de los errores ajenos. Prima la costumbre de descalificar rápidamente al adversario, aplicándole epítetos humillantes, en lugar de enfrentar un diálogo abierto y respetuoso, donde se busque alcanzar una síntesis superadora. (Fratelli tutti 201)

Por otra parte, el Rector y algunos de los profesores de la UCA han asumido el no muy propio rol de juzgar y deslegitimizar. Su recurso más relevante es el de calificar de populista al actual gobierno y a su presidente. Pero veamos que dice el Papa Francisco sobre ese recurso: En los últimos años la expresión “populismo” o “populista” ha invadido los medios de comunicación y el lenguaje en general. Así pierde el valor que podría contener y se convierte en una de las polaridades de la sociedad dividida… Ya no es posible que alguien opine sobre cualquier tema sin que intenten clasificarlo en uno de esos dos polos, a veces para desacreditarlo injustamente o para enaltecerlo en exceso. (Fratelli tutti 156)

Y continua de la siguiente manera: La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social, tiene otra debilidad: que ignora la legitimidad de la noción de pueblo. El intento por hacer desaparecer del lenguaje esta categoría podría llevar a eliminar la misma palabra “democracia” —es decir: el “gobierno del pueblo”—. No obstante, si se quiere afirmar que la sociedad es más que la mera suma de los individuos, se necesita la palabra “pueblo”. La realidad es que hay fenómenos sociales que articulan a las mayorías, que existen megatendencias y búsquedas comunitarias. También que se puede pensar en objetivos comunes, más allá de las diferencias, para conformar un proyecto común. Finalmente, que es muy difícil proyectar algo grande a largo plazo si no se logra que eso se convierta en un sueño colectivo. Todo esto se encuentra expresado en el sustantivo “pueblo” y en el adjetivo “popular”. Si no se incluyen —junto con una sólida crítica a la demagogia— se estaría renunciando a un aspecto fundamental de la realidad social. (Fratelli tutti157).

La UCA debe reencontrar su rumbo, como institución puede y debe contribuir al diálogo social para apoyar, no a uno u otro poder establecido o en conflicto sino al propio pueblo salvadoreño para que este logre avanzar hacia una sociedad equitativa y justa. El Salvador así lo necesita, la construcción de un Estado democrático, con un amplia y sólida ciudadanía empoderada, en pleno goce de sus derechos sociales y económicos, sigue siendo un desafío pendiente.


[1] Me es imposible hacer la siguiente digresión, para reclamar, en el tiempo del ciberespacio y de la nube de Internet, una reflexión sobre estos visionario conceptos:  la  “noosfera” o evolución de la conciencia universal… o el estado que conduce la energía liberada en el acto del pensamiento… las cabezas humanas interconectando toda la energía del pensamiento y generando la conciencia universal; el “Punto Omega” o colectividad armonizada de conciencias, que equivale a una especie de superconciencia. La Tierra cubriéndose no sólo de granos de pensamiento, contándose por miríadas, sino envolviéndose de una sola envoltura pensante hasta no formar precisamente más que un solo y amplio grano de pensamiento, a escala sideral. La pluralidad de las reflexiones individuales agrupándose y reforzándose en el acto de una sola reflexión unánime.

¡Hola! Nos gustaría seguirle informando

Regístrese para recibir lo último en noticias, a través de su correo electrónico.

Puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento.

Ricardo Sol
Ricardo Sol
Académico, Comunicólogo y Sociólogo salvadoreño residente en Costa Rica. Fue secretario general del Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

spot_img

También te puede interesar

spot_img

Últimas noticias