Por Nelson López Rojas
El tráfico en las principales ciudades del país se ha convertido en una pesadilla, tanto para los que manejan su auto o para los que toman el colectivo para llegar a su lugar de trabajo o estudio.
Esta mañana llevé mi carro al mecánico y para ir al trabajo —unos 5 kilómetros de ahí— tomé el microbús que venía repleto, por la hora. Observo que la gente en la unidad de transporte dormía y tenía el ceño fruncido. ¿A qué hora se tuvo que haber levantado esta persona para llegar a su trabajo a la hora indicada? Me recordó un comentario que un inmigrante nicaragüense hacía hace unas semanas donde instaba a otros nicas que se fueran para El Salvador pues se ganaba mejor allá. “Lo único”, decía, “que allá hay que levantarse a las 4 de la mañana para entrar a las 7 al trabajo”.
El tráfico no es predecible como en otros países que miden el tiempo y no la distancia para llegar a cualquier destino. En nuestro medio cuando a alguien se le ocurre cerrar un carril porque hay que limpiar las cunetas, hay caos. Lo mismo sucede si hay algún accidente, si al del pickup se le cayó un canasto, si al del bus se le ocurrió parar en plena autopista porque va tarde, si a los de las agencias de publicidad los mandan a cambiar algún rótulo, etc.
Nada cuesta hacer un comunicado unos días antes de algún evento que afecta a un sector de la comunidad. Si habrá una carrera o una competencia de bicicletas, ¡pues para eso serviría un anuncio advirtiendo a la gente! Lo mismo se podría hacer con las reparaciones de las calles.
Las ciclovías son otro problema. Soy ciclista, pero nadie me consultó si quería ciclovías, ahora imagínense a la gente que nunca ha manejado una bici en su vida. Como se hacen muchas cosas en el país, no ha habido un estudio para determinar quiénes las van a usar ni dónde ubicarlas. Las colinas, el sol, el calor y la imprudencia de los motoristas en nuestra capital hacen difícil que la gente quiera ir en bicicleta al trabajo, pero peor aún es que han puesto estas vías en los lugares más absurdos de la capital y de repente se terminan y no hay más paso para la gente en bicicleta. Aplaudo la ciclovía recreacional en la Avenida Jerusalén, pero he visto gente que tiene que irse en sentido contrario en el puente que de Antiguo conecta con los centros comerciales pues no hay forma de atravesar la Carretera Panamericana.
El problema del caos es también causado por la falta de señalización de las calles y la falta de sentido común de la gente. Si hay un alto donde la gente sabe que es un alto por costumbre y porque ha pasado por esa área durante toda su vida, no quiere decir que alguien que viene de Jujutla sepa que en la calle Padres Aguilar y la 75 avenida se debe hacer alto. ¡Nadie nace sabio!
La manía de los salvadoreños de hacerlo todo por la mañana es parte del problema. Se apuntan a clases en la mañana, aunque no tengan nada qué hacer el resto del día. La gente hace cola desde muy temprano en los bancos y en otras oficinas ignorando que a las 11:30 se puede ir más tranquilamente. Sería realmente un alivio para la gente si los empleadores de ciertas empresas hicieran horarios escalonados para que sus empleados pudieran descansar del tedioso tráfico y para que la gente que sale a las 5 de trabajar pueda hacer sus diligencias después de sus labores. ¿Oficinas de abogados que trabajen de 10 a.m. a 8 p.m.? ¿Buseros que hagan jornadas menos atenuantes? ¿Talleres que estén abiertos tarde? ¿Por qué no? Es una cuestión de cambio de mentalidad y dejar atrás las viejas prácticas.
