La discusión de la Ley Integral de Agua ocasiona la reaparición de viejos estilos de conducta, algunos verdaderamente retrógrados, pero también novedades esperanzadoras, nuevos comportamientos que pueden influir para bien en la desgastada manera de hacer política en nuestro país.
Por un lado la derecha fiel a su mejor estilo, utiliza la favorable correlación de fuerzas con que cuenta actualmente en la asamblea legislativa para imponer contra toda razón lo que es bueno para sus patrocinadores, el gran capital. Los empresarios organizados en la asociación nacional de la empresa privada (ANEP) hacen lo propio, no expresando sus razones, sino acusando y denigrando a los que presentan argumentos diferentes a los que ellos quieren imponer, que con la fuerza de la razón muestran lo injusto que resultaría para las mayorías populares la aprobación de una ley como la que impulsa el bloque de derecha.
Acusan de terroristas y de fomentar el odio a la Conferencia Episcopal, a la Universidad Centro Americana (UCA), dicho sea de paso la comisión que estudia la referida ley les negó audiencia a donde esperaban exponer sus razones para oponerse a algunos artículos en los que se entrega a privados la administración de un bien público como es el agua.
Pero el colmo fue la represión contra las autoridades de la Universidad de El Salvador (UES), a quienes rociaron de gas pimienta, incluido el Rector, autoridades, docente y estudiantes, solamente porque querían presentar sus argumentos para enriquecer la discusión de la ley y dejar sentada su posición. Sin mayores argumentos el actual presidente de la asamblea se despachó acusándolos de terroristas y de malos estudiantes. Esta es arena y la derecha en general, siempre fiel a su estilo prepotente, matón, sin argumentos, acusador.
La novedad está en el movimiento surgido para oponerse al proyecto de ley que el bloque de derecha en la asamblea pretende aprobar, este movimiento es un reflejo del cansancio que produce el comportamiento inoperante de los partidos políticos. Es un movimiento de la sociedad civil que se distancia de cualquier opción partidaria, de viejo o nuevo cuño, expresan su preocupación como sociedad, sobre el intento de someter a administración privada empresarial un bien que es de todos, como es el agua. Con dicha ley se despoja al estado de su competencia como garante del bien social. Los alumnos de la UES han sido muy enfáticos en marcar distancia de los partidos, por su puesto también la Iglesia y las autoridades universitarias.
Por marcar distancia, los jóvenes y las organizaciones que defienden el derecho al agua como un derecho humano, son el blanco de las críticas y acusaciones de todos los partidos, como es su costumbre inveterada de mostrar desconfianza de todo lo que no controlan, e inmediatamente acusan de favorecer a su contrario, así es la conducta maniquea de los partidos.
La izquierda por su parte no asimila cómo una protesta pueda surgir de lo que ellos no controlan, no entiende, pese al cuatro de marzo, lo distantes que están de la gente, de sus aspiraciones, de sus problemas. Frente a esto tienen nada más dos opciones, la primera: seguir fieles a su patrón conductual y tratar de infiltrar las diversas manifestaciones organizadas de la sociedad que están en la lucha por la no privatización del agua y la segunda: tratar de entender las novedades de este movimiento y buscar diferentes formas de relacionarse con él, basadas en el respeto y tolerancia a la disidencia ¿será posible esto? Hay gente en la izquierda que lo entiende así, son minoría, pero la gente con mayor poder y edad no, acostumbrados al mando y la obediencia, ellos solamente creen y confían en lo que pueden controlar.
Para el bien del país es deseable que estas iniciativas de la sociedad por la defensa de sus derechos se consoliden, ello presentara una exigencia a los partidos para encontrar las maneras de relacionarse con ellos. Ya no solo como votos, sino para resolver los problemas de esas mayorías. Mayorías que en las últimas décadas ha dejado que sean las expresiones partidarias las que se hagan cargo de buscar las vías para solventar los problemas del país, vía que resultó ineficaz. Es de esperar, para el bien del país, que esta novedad no se agote solamente en la lucha por el agua, sino que continúe presente en la vida pública nacional.