“Solo se odia lo que no se comprende; los espíritus filosóficos hallan en todo una belleza y una razón de ser. Hay que amarlo todo, porque la filosofía del amor es la más hermosa de todas las verdades. Vibrar con todo, y tener para todo una sonrisa, es el medio para encontrar, por sobre todas las mentiras, la verdad única” decía Miguel íngel Espino hace más de medio siglo.
Hay segmentos en nuestra sociedad que son discriminados y odiados y la vida pasa sin que se haga algo: comunidades indígenas, marginales, afrodescendientes y LGBT+. A todos ellos los hemos puesto al margen de la sociedad a tal grado que por simple ignorancia o intolerancia no los contratamos, los humillamos o los discriminamos.
La organización YMCA se rige por cuatro pilares fundamentales: la responsabilidad, el respeto, la honestidad y la empatía. Si los salvadoreños implementáramos por lo menos uno de esos, un nuevo sol brillaría en nuestra tierra.
Les insisto a mis estudiantes y familiares jóvenes que cuando se comete una falta debemos tomar tres pasos: primero, reconocer nuestro error (responsabilidad y honestidad), pedir disculpas (respeto) y hacer algo para remediar la situación (solidaridad). Para poner un ejemplo, si alguien me atropella en la calle quiero que se pare y acepte su responsabilidad, luego que se disculpe y que llame a la ambulancia. Claro, si así fuera, podríamos al menos vivir semi tranquilos pensando que no moriremos como un perro tirados en la calle.
Según la agencia de noticias EFE, una persona muere diariamente en Brasil por causa de la homofobia. El mismo presidente atizaba los ánimos de sus seguidores al decir que preferiría tener un hijo muerto que un hijo gay o, más recientemente, que no quiere que Brasil se convierta en un paraíso turista para la comunidad LGBT+.
Estamos a merced de unos legisladores que pretenden callar a los que denigren la integridad de los demás con penas exageradas y no así para los corruptos. ¿Qué tal si emulamos la propuesta brasileña? En Brasil la propuesta es que quien ofenda o discrimine a gays o trans será sujeto a una pena de uno a tres años de prisión, al igual que los casos de racismo.
Volvamos al respeto: si a vos no te gusta el café, tomá té; si no compartís las preferencias sexuales homosexuales, no seás gay; si estás en contra del aborto, no abortés. Cada quien es libre de pensar, expresarse y vivir su vida lo mejor que le parezca, siempre y cuando no afecte a los demás. El pensamiento retrógrada anti homosexual lo aplicamos cuando queremos que la gente sepa de nuestra impecable moralidad, pero lo del hijo fuera del matrimonio que tenemos escondido no lo contamos.
Arrastramos un vocabulario medieval ante las orientaciones sexuales que difieren de lo que estamos acostumbrados. “Agarrá la pala como hombre, ya parecés mamayita”, “No esté en la cocina, usted nació hombrecito”, “20 años y no tenés novia, ¡no sabía que eras gay!” o incluso para objetos “el carro suena bien mariconcito”. Pero lastimosamente en el país no solo las palabras hieren, sino que muchas veces esto se traduce a bullying, bromas fuera de lugar, golpes y puede llegar al homicidio. En serio, repensá tu actitud. ¿Qué tal un día te toca tener un hijo gay? ¿Qué tal vos mismo descubrís que tu odio hacia esa comunidad es porque vos mismo has tenido deseos reprimidos?
Quien no tenga techo de vidrio que tire la primera piedra. Hay fantasmas en los roperos de los curas, pastores, políticos, vecinos, tíos y en los nuestros propios, pero nunca es tarde para recapacitar. Hay que respetar a las personas por ser personas, evitemos prejuicios y actitudes denigrantes porque el “otro” parece diferente.