viernes, 26 abril 2024

Monseñor y la prensa: La palabra perdura (1)

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Esta serie de artículos abordarán el acoso sufrido por el santo Óscar Romero en algunos de los periódicos salvadoreños, con énfasis en los últimos nueve meses de la vida del mártir.

Por José Arnoldo Sermeño Lima.

Al acercarse el 44 aniversario del asesinato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, hoy iniciamos una serie de artículos sobre el acoso sufrido por el santo en algunos de los periódicos salvadoreños, poniendo el énfasis -aunque no exclusivamente- en los últimos nueve meses de la vida del mártir, período durante el cual se gestó su asesinato.

¿Quién mató a Monseñor? Muchos señalan solamente al francotirador que fue llevado al Hospitalito -como le decía el santo- y, desde la entrada al templo, disparó al corazón del prelado en el momento de la consagración. Otros agregan a quien canceló tales “servicios”. Hay un listado amplio de sospechosos, encabezados -según diversas fuentes- por el mayor Roberto d´Aubuisson.

¿Eso es todo? ¿Serán solo esos los sospechosos de ese crimen? ¿Y aquellos que crearon un ambiente de odio hacia el Santo, ya sea en alguna prensa nacional e internacional? No sería ni la primera ni la última vez que estas lo hagan. ¿O debe agregarse también a quienes le restaron apoyo -o hasta le atacaron-, dentro de la jerarquía nacional e internacional de su propia iglesia? ¿Y los intereses creados, que complotaron contra él por creer amenazados sus privilegios? ¿O por el recordatorio de sus obligaciones, que el religioso les hacía enmarcado en su fe? ¿Y los beatos y beatas, que crearon entidades fantasmas para atacarle por la prensa? ¿Y los plumíferos que vendieron sus cuartillas al mejor postor? ¿Y algunos de los alzados en armas, que trataron de instrumentalizar su mensaje, tanto en vida como después de su sacrificio?

Todos ellos, y otros más de menor catadura, en alguna medida -grande o chica- contribuyeron a halar el gatillo del francotirador; pasando por sobre el amor sincero que su pueblo humilde le profesó en respuesta a la voz que Monseñor le dio y que le habían negado por siglos: desde que jinetes barbudos sojuzgaron a los habitantes de este pequeño territorio a pesar de múltiples alzamientos -siendo el más conocido el de los nonualcos-, despojándoles los criollos décadas después de sus tierras ejidales y las de las comunidades indígenas; pasando a soportar trece años de arbitrariedades del tirano de las aguas azules -después de masacrar a decenas de miles que no pedían más que justicia-; o de los posteriores golpes de Estado cívico-militares que no condujeron a nada para el pueblo; hasta que en las últimas décadas del siglo pasado se alzó una nueva generación de jóvenes, cuyos lugartenientes se corrompieron al llegar al poder. Monseñor no logró ver esto último.

Esta serie de artículos no pretenden revisar la responsabilidad de cada uno de los medios de comunicación. Sólo rozaremos la de uno de esos sectores: algunos casos de la prensa escrita del sistema, y nos centraremos en su papel como vehículo comunicacional durante la gestación de su asesinato: es decir, como ya se indicó, principalmente en los nueve meses previos al magnicidio.

Estos artículos no deben tomarse como un análisis exhaustivo del rol de la prensa en ese período. Ni abarca a toda la prensa, ni agota todas las fuentes de información existentes. Ojalá motive a otras personas a profundizar en esas tareas.

No se hace por el deseo de señalar, ni mucho menos dañar o buscar venganza. Para nada. Es solo por considerar que es importante empezar a poner la lupa sobre las acciones que dichos medios, intereses y escribidores jugaron durante dicho período, el cual desembocó en la eliminación física del santo.

Tampoco se busca ningún tipo de ajuste de cuentas, sino que solo recordar que en la labor periodística hay privilegios y responsabilidades que trascienden tiempo, lugar e intereses:

La palabra perdura.

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José Arnoldo Sermeño
José Arnoldo Sermeño
Ph. D. y Maestría en Demografía, Licenciatura en Ciencias Sociales y Licenciado en Ciencias Naturales y Matemática. Ex funcionario de ONU, BCIE y SICA. Salvadoreño-hondureño y columnista de ContraPunto
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