Atacado, despreciado, menospreciado y asesinado por la clase dirigente de su país, por su compromiso con los pobres, aislado por buena parte de la jerarquía de la Iglesia Católica de entonces, Monseñor Romero llega a la gloria de los altares por ser un defensor de los pobres, de la justicia social y un profeta de la paz.
Romero en su prédica reclamaba una sociedad justa, respetuosa de todos sus ciudadanos, dado que solo así, según la Biblia, puede haber paz, pero con un importante acento en los derechos de los pobres y oprimidos, como lo hizo Jesús y en la línea de “una Iglesia pobre y para los pobres”.
La canonización de Romero subraya la visión del papa Francisco de una “Iglesia humilde, que renuncia a la pompa y apoya a los pobres”. Según el arzobispo, “hoy día, la lucha a favor de los grupos socialmente marginados es silenciosa. Ya no hay una confrontación abierta con gobiernos o el sistema político establecido”.
Monseñor Romero: símbolo de la Reconciliación anhelada
La canonización de monseñor Oscar Arnulfo Romero debe ser aprovechada por todos los sectores de El Salvador para alcanzar a una reconciliación nacional y acabar con el "infierno en el que vivimos", expresa el cardenal Gregorio Rosa Chávez., afirmando que: "el santo Romero debe ser nuestro modelo a seguir para alcanzar la reconciliación, perdonarnos unos a otros y empezar un nuevo camino que nos lleve a vivir en paz y sin temor a nada".
Este 14 de octubre de 2018, encontrarse con Romero, el santo de una tierra fértil, de gente indómita, oprimida, perseguida y rebelde, es todo un desafío para llamarlo profeta de la paz y la justicia. Sin embargo, su martirio es una lección para los que creen y los que no creen en su palabra, en su obra pastoral y social que tuvo como escenario una realidad compleja y confrontativa.