Por Oscar Martínez Peñate.
El paradigma tiene su génesis en condiciones adversas debido a que es una reacción al estatus quo existente. Se erige en negación a lo que prevalece, crea un discurso de rechazo al contexto en donde se produce el desarrollo de las estructuras, y a las propias dinámicas internas que le dan vida a la realidad presente y dominante. De esta forma surgió el paradigma salvadoreño desde el interior de las estructuras injustas, en contra de la situación imperante de corrupción y criminalidad.
Los paradigmas nacen sin pretensión de serlo, se convierten al ser aceptados socialmente, luego en otras latitudes comienzan a tomar aspectos de este, o a tratar de implantarlo como solución en sus respectivos Estados, que poseen problemas nacionales similares o peores a los que resolvió el paradigma en mención. En El Salvador inició como un movimiento social en el 2017, liderado por Nayib Bukele accediendo al Poder Ejecutivo en el año 2019 y reelegido en el 2024.
Algunos gobiernos como Honduras, Ecuador, Perú y Argentina, entre otros, están tratando de adaptar a las realidades específicas de sus países aspectos del paradigma salvadoreño, en particular la seguridad ciudadana, en este mismo sentido, comisiones de especialistas gubernamentales y académicos de otros países llegan a El Salvador a observar in situ la transformación de la nación centroamericana.
El paradigma se enfrenta a la «normalidad» y «naturalidad» de los hechos y fenómenos que cuestiona, porque la visión de la mayoría de las personas y de las instituciones que coexisten en esa sociedad objetada por el paradigma naciente, tendrán cotidianamente una interacción social o un desarrollo de las relaciones interpersonales como un hecho socio cultural cotidiano. En el caso de El Salvador se realizaron cambios a la cotidianidad de las personas, mediante el paso de un nuevo tipo de relaciones sociales e interpersonales, abriendo camino al cambio cultural enfocado en los usos y costumbres dentro de un contexto diferente, es decir, que algunos hechos o fenómenos dejaron de ser “normales” y “culturalmente aceptados” para convertirse algunos de ellos en ilícitos o arbitrarios.
El paradigma inicia por cuestionar el fatalismo o la aceptación sumisa de la mayoría de la población. Es una lucha por evidenciar que no es correcta ni justa la visión ni percepción personal del mundo adquirida en el proceso de socialización, a través de los agentes como la familia, instituciones educativas, grupos sociales; redes sociales, tecnologías de la información y comunicación, etc., por tal razón el paradigma que irrumpe tiene como objetivo transformar la sociedad, el paradigma salvadoreño ha hecho una revolución pacífica y silenciosa.
El paradigma irrumpe casi de forma desapercibida, la masividad o colectividad no se percata de su existencia. Sin embargo, en la medida en que se comienza a expandir desde la base con un discurso crítico, constructivo y propositivo —en el preciso momento en que las personas descodifican o interpretan la justeza del simbolismo y retórica del paradigma emergente— inicia el proceso de desaprender y decomponer el marco lógico inculcado a las personas, para mantener y justificar lo cuestionado por la irrupción embrionaria del paradigma.
En El Salvador se dio el fenómeno sui generis porque en la medida se sentaban las bases del Modelo Bukele, increíblemente de forma simultánea se estaba convirtiendo en paradigma, en un contexto adverso a nivel regional e internacional, debido a que se estaba observando una manera distinta de resolver problemas históricos, de tal manera, que hubo algunos Jefes de Estado de América Latina que lo criticaron por ejemplo, Alejandro Eduardo Giammattei de Guatemala, Gustavo Francisco Petro de Colombia, Gabriel Boric de Chile, Guillermo Alberto Santiago Lasso de Ecuador, Rodrigo Alberto de Jesús Chaves de Costa Rica. Asimismo, la Administración Estadounidense y la Unión Europea.
Posteriormente a algunas de las críticas y oposición a nivel internacional, se dieron cuenta que las estrategias del éxito del modelo salvadoreño que se perfilaba como un paradigma ocurrieron en un contexto democrático y de respeto a los derechos humanos, a tal grado, que en estos momentos se cuenta con el respaldo y acompañamiento de los EE.UU., y de los países miembros de la Unión Europea, entre otros.
El paradigma en sí, o su sustancia, empieza a expandirse y abrirse paso en un contexto adverso. Sin embargo, debido a que en ese momento en referencia no constituyó peligro para los detentadores del poder político y económico, pasó desapercibido. No obstante, en la medida que toma fuerza desde la base, entonces es considerado por los mantenedores del status quo como un hecho o fenómeno condenado a fracasar, por considerarlo informal; y además —por la manera súbita de su emergencia— los poderes fácticos lo califican como inofensivo, y lo tipifican como un fracaso inevitable. Esta apreciación se debe a que no logran dimensionar, ni comprender e interpretar la importancia del paradigma, tal y como aconteció en El Salvador.
El paradigma salvadoreño tiene enemigos naturales en el ámbito nacional e internacional porque pone en inminente peligro a los poderes fácticos, al narcotráfico, al neocolonialismo, al terrorismo y al crimen organizado que son los verdaderos poderes económicos y políticos que están detrás del “trono”, es decir, de algunos gobiernos, con el agravante que tienen corroída de corrupción a los tres Poderes del Estado, de igual forma, los medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales entre otros.
El paradigma está constituido por una propuesta para solucionar un problema grave y de gran envergadura social, y se vuelve a la vista de los mantenedores del estatus quo como incompetente y utópico, porque la propuesta de solución es a corto plazo para un problema socioeconómico y político de larga data.
Los que mantienen el poder político y económico oponen resistencia y argumentan que para que se dé la solución pasarán varias décadas, y que lo resolverán otras generaciones, pero es «imposible» que se lleve a cabo en el presente. No obstante, el Modelo Bukele ha resuelto problemas históricos estructurales en un quinquenio, y se continúa la profundización de la refundación del Estado.