"La justicia es igual a las serpientes. Sólo muerden a los que están descalzos” —San Óscar Romero
Hace 20 años el país se conmocionó e indignó por un repudiable hecho, y al trascender las noticias fuera de las fronteras; el mundo también. El caso de Katya Miranda.
Hoy en día ese triste episodio de la historia se cita en las universidades y en los talleres sobre Derechos Humanos, como el más evidente ejemplo de impunidad en un país centroamericano. Y cómo la justicia en El Salvador sí tiene un precio a costa de quién sea, mueve a su conveniencia e intereses a todo un sistema para favorecer a quien le ha comprado con dinero o con favores que le lleven a conseguirlo.
La astucia del sistema y la corta memoria de los salvadoreños va permitiendo que estos hechos se repitan. Porque llega una cortina de humo (situación distractora) y se pasa a brindar prioridad a eso.
Lo que debió y; ahora es oportuno se haga cuanto antes es la depuración del sistema justicia. Puede haber elementos buenos y justos, que se pueden quedar, mientras realicen a bien sus funciones, pero es necesaria una renovación, que ceda espacio al relevo generacional.
Tuvieron su oportunidad de anteponer sus valores personales y ética profesional para ostentar cargos que, evidentemente no han logrado desempeñar.
A diario la población ha sido testiga del mal proceder, casos como el de Monseñor Romero, los Jesuitas, El Mozote, la niñez desaparecida, por mencionar algunos, pero la aplicación de la justicia honorable no ha transitado en estos.
El pueblo señala, se indigna, reclama y luego sucede otra situación que le distrae y demanda se involucre en esta y lo hace y el tema queda como un estabón sin resolver, para ser citado nada más en la historia como una aberración del sistema judicial.
La ciudadanía ha estado expectante a que el caso del magistrado tuviera una resolución con aplicación de justicia absoluta, al repudiable actuar de un hombre de envestidura magisterial, que encontró oportunidad de agredir sexualmente a una niña de 10 años en febrero del 2019. Su clamor no se ha permitido distracciones y está en aumento, desatando a una voz “La niñez no se toca y tocar la niñez si es delito”, dicen las personas de la sociedad civil indignadas.
Cuando se conoce el dictamen a favor del magistrado y las razones de incompetencia que llevan a un tribunal a tipificar el caso como falta y no como es en realidad; un delito agravante, es que ha llevado a la población a realizar protestas, iniciativas de campañas sin auspicio, solo por la convicción de estar en el lado correcto de la historia.
No debemos de olvidar estos casos, sabemos que el sistema de justicia hace tiempo adolece y necesita depurarse. La niña de 10 años y su familia ya no están para alzar su voz, pero sí un pueblo solidario que velará porque este caso consiga justicia y no sea a futuro solo una referencia de un mal procedimiento.