"Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera"
Las protestas han sido desde hace años una manera de expresión ciudadana, una forma de demostrar descontento en los pueblos, ante situaciones que se consideran injustas, ilegales y han buscado una mejora sustancial de las condiciones de vida de las sociedades que se manifiestan.
A lo largo de la historia hemos conocido de protestas sociales que se han revelado contra el poder, especialmente político, pero de igual manera en contra del poder económico, religioso y/o cultural. Las revueltas populares han depuesto reyes, botado imperios, derrocado presidentes y modificado sistemas de creencias. Las revueltas populares de la Francia del siglo XVIII terminaron con la ejecución del rey Luis XVI y con el nacimiento de la república francesa. La revolución mexicana surgió ante las injusticias cometidas por el porfiriato en contra de los más desvalidos.
Los años sesenta del siglo pasado fueron especialmente turbulentos en cuanto a manifestaciones ciudadanas. Las protestas masivas acaecidas en la antigua Checoslovaquia, conocidas como la Primavera de Praga, solo fueron sofocadas cuando llegaron los tanques soviéticos a las calles praguenses. El Mayo Francés de 1968 representó la inconformidad de los estudiantes franceses, quienes protestaron contra el capitalismo, el autoritarismo y el imperialismo. Las protestas solo terminaron cuando el entonces presidente, Charles de Gaulle, convocó a elecciones de manera anticipada. Ese mismo año, pero en México, las protestas estudiantiles previo a los Juegos Olímpicos fueron acalladas a sangre y fuego por el ejército mexicano, en la tristemente recordada masacre de Tlatelolco.
En este siglo, presenciamos las manifestaciones en el mundo árabe. Entre 2010 y 2013 hubo protestas en Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria. La Primavera Árabe reclamaba por democracia, mayor apertura política y los derechos sociales de millones de árabes.
Pero el mundo en que vivimos nunca está tranquilo. Hoy asistimos a una ola de protestas a nivel mundial. Solo basta ver el mapa del planeta y veremos que no hay un continente en donde no haya manifestaciones: Hong Kong, Líbano, Irak, India, Sudan Argelia, Guinea, Francia, España, Nicaragua, Puerto Rico, Honduras, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina. El viento de la inconformidad, el reclamo y la lucha se pasea por el planeta entero.
Todos estos movimientos de masas han sido generados por el aumento del costo de la vida, los graves problemas ecológicos, las desigualdades sociales, los ataques a la democracia, la falta de libertades civiles y la corrupción gubernamental.
Con sus respectivas particularidades, unos violentos y otros pacíficos, todos coinciden en buscar mejorar la situación de las personas, buscan cambiar un sistema que se olvida de la dignidad humana y que ve a los seres humanos como meras cifras macroeconómicas. El Estado, ineficaz, no ha podido responder a los distintos intereses de la ciudadanía; ante esto, las sociedades dicen basta y se ponen de pie.
Un dato a tomar en cuenta en estas protestas mundiales es el papel preponderante que tienen los jóvenes en ellas. Como afirma Andrés Ortega, en su artículo Protestas glocales: “En estas protestas glocales, en gran medida (pero no únicamente) los protagonistas suelen ser jóvenes, una juventud, la de los mileniales, y en algunos casos los siguientes, la generación Z, que tras la crisis económica y financiera y otros factores, como el cambio climático, creen que sus mayores, los babyboomers, les están dejando peores condiciones de vida”.
Como vemos, los jóvenes siempre han participado de los movimientos sociales y han sido factor generador de cambios. El Salvador no es ajeno a estos movimientos de reivindicaciones sociales. Pienso en los estudiantes masacrados en 1975, todo el gran movimiento social de los años setenta, que precedió al conflicto armado. Hoy día, vemos cómo sectores sociales se organizan para protestar en contra de controvertidas decisiones judiciales bajo el lema #TocarNiñasSíEsDelito. Esta acción colectiva va adquiriendo un protagonismo central, que busca generar cambios en cuanto a legislaciones más en consonancia con los tiempos que estamos viviendo.
Estas manifestaciones de poder ciudadano son importantes, en cuanto demuestran que solo a través de la organización, solo a través del trabajo que se da desde abajo, desde y con la comunidad, se logran cambios reales. Las transformaciones sociales se logran a través del trabajo cohesionado de la ciudadanía, que sabe sus problemas, sus carencias y actúa en consecuencia. La importancia de estos movimientos sociales es que buscan respuestas a los problemas actuales, ante los cuales el Estado parece rebasado. Y, como se ha visto a lo largo de la historia, la única que puede responder a esos desafíos es la ciudadanía misma.