Por Juan Trímboli.
Aunque parezcan extremos y excluyentes, estas categorías forman parte de un fenómeno denominado “doble carga de malnutrición”, que implica, por un lado, la deficiencia en la alimentación a través de la desnutrición y la anemia como principales problemas de salud y, por el otro, el exceso, reflejado en el sobrepeso y la obesidad (Programa Mundial de Alimentos).
La relevancia de este tema es tal que forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aprobados en 2015 por todos los Estados Miembros de Naciones Unidas, quienes se comprometieron que al año 2030 debe acabar el hambre, la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición (metas 2.1 y 2.2 de los ODS).
Para conocer el progreso o retroceso en esta materia, la Fundación Ciudadana por un Consumo Responsable (FCCR), con sede en Chile, ha revisado la última actualización del tema publicada recientemente por un conjunto de agencias de Naciones Unidas (FAO, FIDA, OPS, PMA y UNICEF).
Antes de empezar, conviene aclarar que, para estimar el alcance del hambre en el mundo, el monitoreo internacional utiliza el indicador “Prevalencia de la subalimentación”, por lo que el término “hambre” también suele denominarse subalimentación. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), el hambre es una sensación física incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Se vuelve crónica cuando la persona no consume una cantidad suficiente de calorías (energía alimentaria) de forma regular para llevar una vida normal, activa y saludable.
Del informe de las citadas agencias de Naciones Unidas, se ha identificado el comportamiento de la problemática del hambre en 27 países de la región, comparando los trienios 2019-2021 y 2020-2022, lo que se muestra en la siguiente Tabla.
La Tabla anterior muestra que, para el trienio 2020-2022, de los 27 países incluidos en este reporte, 22 tienen una tasa de prevalencia de subalimentación (hambre) con un rango que oscila entre el 3% y el 45% y solo 5 territorios tienen menos del 3% de población con situación de hambre.
En el año 2022 se cumplieron 7 de los 15 años que contempla el plazo acordado por Naciones Unidas para acabar con el hambre; contrario al compromiso de disminuir y eliminar este flagelo, preocupa ver que la región va en sentido contrario, pues los promedios regionales de prevalencia de subalimentación (hambre) van al alza, con registros de 5,7%, 6%, 6,3% y 6,7%, correspondiente a los trienios 2017-2019, 2018-2020, 2019-2021 y 2020-2022, respectivamente.
Los datos mostrados por la Tabla anterior también permiten calcular la variación de la prevalencia de subalimentación (hambre) en cada país de América Latina y El Caribe durante los últimos dos trienios, que corresponden a los años 2019-2021 y 2020-2022.
Al realizar este ejercicio se puede establecer que el hambre aumentó en 11 países, destacando los casos del Estado Plurinacional de Bolivia, Honduras y Haití, que presentan incrementos del 3,2%, 2,5% y 1,7%, respectivamente. En el mismo período también 11 países reportan disminución en la prevalencia de subalimentación; sobresalen los casos de la República Bolivariana de Venezuela, Trinidad y Tobago, Guyana y San Vicente y Las Granadinas, que informan de reducción en la prevalencia de hambre en -3,7%, -1,2%, 0,5% y 0,5%, respectivamente. Los restantes 5 países no tuvieron variaciones en este período.
En el caso del sobrepeso en niñas y niños menores de 5 años, éste se conceptualiza como el peso para la estatura con más de dos desviaciones estándar por encima de la mediana establecida en los patrones de crecimiento infantil de la OMS (FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF, 2022).
Los expertos señalan que la predisposición al sobrepeso puede ser consecuencia de factores genéticos, como también del crecimiento intrauterino, los patrones de alimentación durante la infancia y primera infancia, la mayor disponibilidad e ingesta de alimentos altos en grasas o azúcares, prácticas dietéticas deficientes y una disminución de la actividad física.
No existe ninguna duda que el sobrepeso en niñas y niños también provoca un mayor riesgo de Enfermedades No Transmisibles (ENT) a lo largo de su vida (OMS, 2014b; FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF, 2019).
Merece la pena recordar que en este tema también existe compromiso en los Objetivos de Desarrollo Sostenible para el 2030, con la meta de reducir y mantener el sobrepeso en menores de 5 años por debajo del 3%.
Con el objetivo de conocer el progreso que el referido indicador ha mostrado en la región en los últimos años, la FCCR ha revisado la información sobre este tema en 25 países, de acuerdo a la estadística presentada en el citado reporte de las agencias de Naciones Unidas.
Al analizar el comportamiento de este indicador para los años 2021 y 2022, se establece que 12 países reportan aumento en el sobrepeso infantil, destacando las alzas de 0,4% en Perú, Ecuador y Uruguay; en 8 naciones se mantuvo en el mismo valor; en cambio, el sobrepeso infantil disminuyó en 5 países, sobresaliendo el caso de Belice con una reducción de -0,2%.
De acuerdo al citado reporte elaborado por las agencias de Naciones Unidas, América Latina y el Caribe ha experimentado un aumento más acelerado del sobrepeso en menores de 5 años en comparación con la estimación mundial. De hecho, durante el período 2020 – 2022, a nivel mundial la prevalencia del sobrepeso infantil se mantuvo estable, en cambio, en la región aumentó del 8,3 % al 8,6 %. Ésta es la única región del mundo donde ningún país está en camino de alcanzar la meta del ODS en esta materia para 2030.
Este panorama debería encender todas las alarmas necesarias en los países, activando iniciativas dirigidas a proteger la salud y alimentación de las y los niños, implementado de inmediato medidas como la prohibición en la venta de comida chatarra en las escuelas, el etiquetado frontal de alimentos, el desincentivo del consumo de alimentos con cantidades excesivas de azúcar, sodio y grasas y promover entornos alimentarios más saludables.
El lastre de la profunda desigualdad existente en estos países, combinada con los efectos de la pandemia por COVID 19, los conflictos internacionales, las crisis de precios mundiales del petróleo y de los alimentos e insumos, son algunas de las causas de este problema que atenta con la dignidad humana y la propia vida de millones de personas. La persistencia del hambre y del sobrepeso en la mayoría de países es contraria a la cohesión social, la convivencia humana y el progreso, tan necesarios en la región.
* Presidente de la Fundación Ciudadana por un Consumo Responsable con sede en Chile.