Toda mi generación disfrutó de la película, rodada en 1960. Mucha acción y buenos actores. “Los siete magníficos” era protagonizada con brillantez por Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson, Horst Buschholz, James Coburn, Eli Wallach y Robert Vaughn. Los pobladores de un villorrio del oeste americano, asediado por una banda de forajidos, contratan a siete mercenarios para que los liberen del problema. El western era una especie de versión estadounidense de la película de Kurosawa “Los siete samurais“, de 1954. Y ha tenido su propio “remake”, en 2016, estelarizada por Denzel Washington y Etahn Hawke. Esta nueva versión pasó bastante desapercibida, quedando lejos del éxito logrado en la década de los sesenta. Un crítico de cine lo resumió así: “mucha bala, poca pólvora”.
Una nueva versión está por desarrollarse en la arena política internacional. Acaban de reunirse en Lisboa siete líderes europeos anunciando su beligerancia. Son “siete magníficos” dispuestos a enfrentar a Donald Trump y su grupo de villanos fuera de la ley. Representan al sur de Europa y en su segunda cumbre (la anterior tuvo lugar en Atenas, en septiembre del año pasado) su agenda ha estado marcada por el desafío que representa el presidente norteamericano recién instalado en la Casa Blanca. Éste mantiene asustada a la aldea global; estos defensores del orden aceptan el reto.
Liderados por Francois Hollande, el socialista jefe de gobierno francés, los presidentes de Portugal, España, Italia, Grecia, Chipre y Malta, se han pronunciado unánimemente por la defensa del mundo tal como lo conocíamos antes de “la era Trump”. Afligidos por el discurso neofascista y agresivo del gran jefe en Washington estos líderes periféricos tratan de oponer a la lógica del poder (“si lo hago es porque puedo”) su propia ética discursiva. Son los valores sobre los que se ha construido Europa los que se ven en peligro. Y los siete magníficos se disponen a dar pelea.
Lo sorprendente de esta unanimidad ideológica es que se hace “al margen de las ideologías”, o sea, sin que las diferencias entre izquierda y derecha afecten al discurso. “El proteccionismo – dice Hollande – no está en los genes europeos.” En una insospechada reunión bilateral entre el izquierdista Tsipras, de Grecia, y el español Rajoy, de derecha, ambos coincidieron en cantar los supuestos “valores europeos”. “Europa es la región del mundo – argumentó el español, con la aprobación del griego– con mayor nivel de democracia, de libertades y de respeto a los derechos humanos.”
Es discutible. Pero lo que no está en discusión es la genuina preocupación de estos países europeos ante el aislacionismo, el repliegue y el proteccionismo que anuncia la gran potencia en decadencia. Trump amenaza con disminuir su compromiso con la OTAN, dejar a los europeos lidiar solos con la crisis humanitaria de oriente medio, ponerse de acuerdo con Rusia en Siria. Cuestiona tratados de libre comercio, acuerdos sobre el cambio climático, convenios de derechos humanos. La respuesta de los siete magníficos viene a ser “mucha pólvora y poca bala”.