domingo, 14 abril 2024
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Los años de locura

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"El 16 de enero de 1992 fue un punto de partida para dejar atrás los años de “locura”, como los catalogó Naciones Unidas. Años en los que el periodismo también dio su cuota de víctimas", dice Carlos Domínguez, sobre los Acuerdos de Paz.

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La jornada iba a ser extensa, pero llena de muchas expectativas. El Salvador era de nuevo el centro de atención mundial. No por reportes sobre masacres a manos de militares, en lugares exclusivos de la capital como la Zona Rosa; ataques guerrilleros a brigadas, sabotajes a la infraestructura o crímenes contra periodistas, religiosos y laicos.

Trabajaba en el turno vespertino en noticiero “Notimundo” en radio Cadena de Oro, preparaba bloques de noticias cada hora, el informativo de la noche y el del día siguiente; el que leía a las 6:00 de la mañana. La jornada de ese jueves 16 de enero de 1992 era diferente desde los titulares: “Hoy se firma el acuerdo de paz que pone fin al conflicto armado”.

Los materiales preparados por los compañeros periodistas tenían como eje las expectativas de que el país salía de la dinámica descrita, donde había pocas oportunidades; que las imágenes de retenes y registros a civiles, por citar un ejemplo, asarían a ser parte de una historia oscura a la que no se volvería.

Había confianza en que habría pasos firmes hacia el respeto a los derechos humanos, que el predominio militar establecido en diciembre de 1931 que se extendió hasta 1979, basado en la doctrina de seguridad nacional entendida como seguridad al Estado, no a los ciudadanos, llegaría a su fin. En 1993 Naciones Unidas lo sintetizaría en el nombre dado al Informe de la Comisión de la Verdad: de la locura a la esperanza.

Los focos principales de atención eran la ceremonia de la firma del acuerdo en el Castillo de Chapultepec, prevista a las 10:00 de la mañana y la celebración en San Salvador; tuvo como escenarios el parque Libertad, ocupado por ARENA, y la plaza Gerardo Barrios, repleta de simpatizantes del FMLN, a la que llegaron quizá por vez primera, combatientes uniformados del FMLN.

Como me lo recordó en Facebook la estimada amiga locutora Ruth Cierra, compañera en la radio: “aquella noche en que corríamos de una plaza a la otra y bailábamos entre la multitud, abriendo la boca, al ver lo que estaba pasando ahí. Escuchábamos a los colegas que, por primera vez, sin esconderse, transmitían desde la Catedral, que lucía muy alegre, vestida para la ocasión.”

Se daba por descontado que la decisión de las partes de acogerse a la gestión de Naciones Unidas, plasmada en el llamado Acuerdo de Ginebra el 4 de abril de 1990, era la confirmación de que la racionalidad se impuso a la fuerza bruta, la aniquilación o el destierro del enemigo; que era factible hablar de negociación, luego que durante años “ diálogo” era una palabra proscrita.

Basta recordar los objetivos propuestos: finalizar el conflicto armado al más corto plazo posible, impulsar la democratización del país, garantizar el irrestricto respeto a los derechos humanos y reunificar a la sociedad salvadoreña.

El 16 de enero de 1992 fue un punto de partida para dejar atrás los años de “locura”, como los catalogó Naciones Unidas. Años en los que el periodismo también dio su cuota de víctimas.

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Carlos Domínguez
Carlos Domínguez
Periodista salvadoreño; defensor de los derechos humanos. Colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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