La Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), establezca que “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”
Similar redacción contiene la Convención Americana de Derechos Humanos (1969) en el numeral 1: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.”
La libertad de prensa es parte de la libertad de expresión. Voces críticas afirman que en la práctica lo que ocurre es libertad de empresa, en alusión a las ataduras existentes entre algunos medios de comunicación y el sector privado, que determinan la agenda de muchos asuntos de interés nacional. Este punto fue abordado en el informe anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el año 2000, en referencia a la Declaración de Principios de Libertad de Expresión: “Cuando las fuentes de información están seriamente reducidas en su cantidad, como es el caso de los oligopolios, o bien existe una única fuente, como los monopolios, se limita la posibilidad de que la información que se difunda cuente con los beneficios de ser confrontada con información procedente de otros sectores, limitando de hecho, el derecho de información de toda la sociedad.”
Un estudio en el ámbito europeo determinó en el 2003 que hay una incestuosa relación entre la política y los medios de comunicación social; porque los políticos usan (y abusan) de éstos para promocionar sus intereses.
De su lado, los propietarios de medios aprovechan tal posición para promover y defender sus propios intereses políticos y hacer realidad sus propios intereses empresariales. El documento plantea sin reparos que al preguntar quiénes son los grandes propietarios de los medios de comunicación responderemos la interrogante de quién maneja los hilos del poder.
Es importante comprender dos elementos. La Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano dice que la línea informativa es integrada por las noticias, crónicas, reportajes, entrevistas y perfiles. Es de naturaleza universal y por tanto, debe ser independiente para ser objetiva- lo más posible-, y por tanto universal. Esto se refiere a que el periodista informa para servicio de todos, sean del partido, candidato, nacionalidad, raza o religión que sean; de modo que el público encuentre la información del periodista útil, porque no identifican sesgo ni intención publicitaria.
La otra línea es la editorial, que incluye su postura sobre determinado asunto, y que son publicadas como contenidos claramente diferenciados de las informaciones y firmadas por editorialistas, o columnistas; personas distintas de los periodistas dedicados a la información.
Aquella libertad de empresa y la concentración de medios son las causantes, desde esa perspectiva, que las simpatías de los propietarios predominen sobre la calidad de la información, y dé paso a omisiones, manipulaciones y distorsión del hecho noticioso, entre otros abusos.
¿Qué hacer cuando esto ocurre? Identifique las prácticas que hay en la cobertura. Si hay sesgos, no existe balance informativo, si los contenidos noticiosos están contaminados por la línea editorial, si hay ataques, descalificaciones; entonces, busque otra opción. Sin embargo, tome en cuenta que en el público muchos interpretan que el periodismo bien hecho es el que contiene lo que quiere leer, escuchar y ver porque se ajusta a sus intereses.Tampoco es así.