domingo, 8 diciembre 2024
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La recesión global de Trump

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La combinación de menor crecimiento como resultado del coronavirus y pánico financiero internacional supone la casi total certeza de una recesión mundial este año

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WASHINGTON, DC – El lunes 24 de febrero las bolsas estaban cerca de máximos históricos, cuando de pronto la pandemia de COVID-19 arrastró al mundo a una crisis financiera. Después de eso, la dirigencia internacional se las ingenió para empeorar una situación ya de por sí mala. El 6 de marzo, Rusia y Arabia Saudita empezaron una guerra de precios del petróleo que asestó un nuevo golpe a los mercados mundiales. Y el 11 de marzo, el discurso televisado del presidente estadounidense Donald Trump, donde anunció la suspensión casi total del ingreso de personas desde Europa a Estados Unidos, llevó la crisis a un nivel totalmente nuevo y hundió a los mercados financieros en un pánico sin paliativos.

La combinación de menor crecimiento como resultado del coronavirus y pánico financiero internacional supone la casi total certeza de una recesión mundial este año. Sin embargo, puede que pronto esa sea la menor de nuestras preocupaciones.

Las crisis financieras siguen una lógica clara, en su evolución y en su resolución, como nos enseña Charles Kindleberger en su libro fundacional Manías, pánicos y cracs: historia de las crisis financieras. Tras el brote de COVID‑19, Argentina y el Líbano ya entraron en cesación de pagos de la deuda externa. Es probable que a continuación vengan grandes quiebras corporativas. Las agencias de viaje y las aerolíneas son candidatas naturales, pero las bancarrotas suelen aparecer en los sitios menos esperados.

Después de algunas grandes quiebras y defaults soberanos, es probable que el mundo enfrente una crisis de liquidez, como ocurrió en septiembre de 2008 después de la quiebra de Lehman Brothers. Lo habitual es que la restricción de liquidez afecte a países periféricos con monedas propias, cuyo derrumbe provocará una búsqueda de refugio en el dólar y en el euro.

Restaurar la confianza después del estallido de un pánico financiero es muy difícil, pero la forma en que se resolvió la crisis de 2008 ofrece importantes enseñanzas para las autoridades actuales. Es verdad que aquella crisis se originó en el sector financiero (cuya capitalización actual se ve mucho mejor) y que en aquel momento las autoridades no tuvieron que enfrentar al mismo tiempo una pandemia, pero las enseñanzas fundamentales subsisten.

Para cortar un pánico financiero global se necesitan dos cosas: cooperación política internacional y una enorme provisión de liquidez oficial (ya que el sector privado atesorará efectivo). Aunque la resolución de la crisis de 2008 pareció caótica en aquel momento, vista en retrospectiva fue casi ideal.

En 2008, la dirigencia política estadounidense tuvo la estatura necesaria para ayudar a unir al mundo en pos de una solución. A mediados de noviembre de ese año, el presidente George Bush (hijo) convocó a una cumbre del G20 sobre los mercados financieros y la economía mundial en Washington, que marcó el inicio de un esfuerzo mundial coordinado para resolver la crisis. La declaración unánime de la cumbre incluyó esta afirmación crucial: «Estamos decididos a aumentar nuestra cooperación y trabajar juntos para restablecer el crecimiento global y alcanzar las reformas necesarias en los sistemas financieros mundiales». Además de prometer varias formas de apoyo financiero, los líderes del G20 se comprometieron a mantener una economía global abierta.

En paralelo, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y la Reserva Federal rescataron en rápida sucesión diversas instituciones financieras importantes. Aunque el carácter ad hoc de la estrategia oficial y la falta de principios rectores claros generaron muchas críticas, se logró estabilizar esas instituciones en muy poco tiempo. Además, los congresistas republicanos y demócratas acordaron un gran paquete de estímulo fiscal. Aun así, los mercados financieros siguieron sumidos en el caos, hasta tocar fondo el 9 de marzo de 2009 (medio año después del derrumbe de Lehman).

Pero por desgracia, hoy el mundo no parece bien preparado para repetir la exitosa respuesta oficial de 2008. En primer lugar, no están dadas las condiciones políticas para ello, en particular porque no hay en el gobierno de los Estados Unidos una autoridad económica con estatura local o internacional significativa. Trump no tiene credibilidad propia y dañó seriamente la confianza de los mercados en el presidente de la Fed, Jerome Powell; en tanto, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, mantiene un perfil muy bajo.

La falta de peso internacional no es exclusiva de Estados Unidos. Los líderes de la Unión Europea, del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional son nuevos en sus puestos. La canciller alemana Angela Merkel es un «pato rengo» con su poder político disminuido; la posición internacional del presidente francés Emmanuel Macron decayó; y el primer ministro británico, Boris Johnson, está enfrascado en el Brexit.

Pero la diferencia más contundente entre el momento actual y 2008 es la ausencia de liderazgo estadounidense. La postura de Trump, nacionalista, proteccionista y contraria a la opinión de los expertos, hace difícil imaginar un proceso internacional creíble de negociación y cooperación mientras siga en el cargo. De modo que habrá que esperar como mínimo hasta enero de 2021 para ver algún intento coordinado de resolver la crisis actual.

También en el plano financiero es posible que el mundo esté peor preparado que en 2008 para manejar una crisis. Aunque la situación del sector financiero internacional se muestra mucho mejor que hace doce años, el nivel mundial de endeudamiento (respecto del PIB) está en un máximo histórico. En particular, la deuda pública estadounidense está en su nivel más alto (como porcentaje del PIB) desde la Segunda Guerra Mundial. Y aunque felizmente la mayoría de los estados miembros de la UE tienen amplio margen de maniobra fiscal, tendrán que usarlo con mucha habilidad.

No hace falta decir que la pandemia de COVID-19 es el mayor desafío para la economía global desde 2008. Y hasta ahora, la dirigencia internacional ha mostrado que esta vez no está a la altura de la tarea. Si eso no cambia pronto, sobran razones para esperar una recesión global grave y prolongada, con profundas consecuencias para todos los países cualquiera sea su grado de desarrollo.

Traducción: Esteban Flamini

Anders Åslund es investigador superior en el instituto Atlantic Council con sede en Washington. Su último libro se titula Russia’s Crony Capitalism: The Path from Market Economy to Kleptocracy [El capitalismo de amigos en Rusia: de la economía de mercado a la cleptocracia].

Copyright: Project Syndicate, 2020. www.project-syndicate.org

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Anders Åslund
Anders Åslund
Analista internacional

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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