Partí de mi casa con las mejores expectativas posibles, con un poco de miedo y a la vez alegría, con la maleta llena de esperanza de poder encontrar una palabra para poder llenar mi vasija de aceite y poder tener un verdadero encuentro con Jesucristo a pesar de muchos combates contra mí mismo y contra los quehaceres del día a día, ya que este sería un viaje para salir totalmente de mi zona de confort, de la cual no acostumbro mucho a salir.
Llegué a la parroquia donde iba a salir el transporte hacia el aeropuerto y un sacerdote nos dio unas palabras de aliento y un par de indicaciones también. Luego de llegar y abordar el avión, se vinieron a mi cabeza muchos recuerdos de mi infancia y me puse un poco melancólico, pero al calor de las risas con mis compañeros de viaje lo olvidé. Al hacer una pequeña escala nos encontramos con unos hermanos de la misma congregación a la que pertenezco, pero de Brasil, y compartimos un poco nuestras expectativas sobre la primera visita del Papa a la región. Pese a las dificultades para comunicarnos, logramos sentirnos unidos por el mismo objetivo y en comunión con la fe.
Al llegar a Panamá en horas de la noche recibí una llamada de un amigo que había llegado días antes y me invitó a quedarme con el grupo de peregrinos donde estaba. Cambié los planes que tenía y acepté. Llegué prácticamente solo a dormir y en la mañana asistimos todo el grupo de peregrinos a una misa de recibimiento con personas de muchas naciones que estaban alojándose en los alrededores.
Al salir, nos preparamos para ir al viacrucis que iba a ser en la cinta costera. Llegamos un poco temprano para poder tener un buen lugar y poder ver la llegada del papa Francisco
A pesar del sol, la jovialidad de la comunidad religiosa volvió amena la experiencia y más de alguno se acercó para hablar e intercambiar recuerdos de su país, incluso conocí personas de países que ni siquiera sabía que existían y eso me animó bastante y creó curiosidad, claro.
A la llegada del papa, empezó el viacrucis más bonito que había visto en mi vida, así como también pude ver la cruz que donó el papa Juan Pablo II, que fue quien empezó con las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Cada estación fue organizada y presentada por un país diferente en su lengua natal. La experiencia fue espectacular.
La reflexión del papa Francisco que más me impactó fue cuando dijo: "Hoy el vía crucis de tu hijo se prolonga: se prolonga en el grito sofocado de los niños a quienes se les impide nacer y de tantos otros a los que se les niega el derecho a tener infancia, familia, en los niños que no pueden jugar, cantar, soñar, se prolonga en las mujeres maltratadas, explotadas y abandonadas, despojadas y ninguneadas en su dignidad; en los ojos tristes de los jóvenes que ven arrebatadas sus esperanzas de futuro por falta de educación y trabajo digno".
Esto fue una invitación a cambiar el mundo en el que vivimos, obviamente empezando por nuestros países y la realidad que atraviesa cada uno de ellos.
El día siguiente fue más esperado, ya que era el día de la vigilia. Había escuchado bastante sobre esta vigilia y la afluencia exagerada de peregrinos. Tuvimos que levantarnos temprano para poder estar en el puesto correspondiente.
Fue increíble ver tanta gente dirigiéndose hacia el mismo lugar. Utilizamos el metro y luego iniciamos una caminata de alrededor de una hora para poder llegar al Metro Park, donde fue dicho evento.
Las personas locales fueron muy acogedoras ya que paraban carros y regalaban agua a todos los peregrinos sedientos por el intenso calor que hacía.
Al llegar, fue muy satisfactorio y empezamos de la mejor manera: cantando alegres con todos los que habíamos emprendido el viaje desde nuestro país.
Luego llegó la hora del arribo del papa y que empezara la vigilia. El santo Padre invitó a todos a poder ser como María y decir "sí" a Dios en nuestras vidas y también dijo: "Ella no era una “˜influencer“™, pero sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influenció en la historia. Le podemos decir con confianza de hijos: María, la “˜influencer“™ de Dios. Con pocas palabras se animó a decir “˜sí”™ y a confiar en el amor, a confiar en las promesas de Dios". El papa Francisco nos invitó a llevar la palabra, el ejemplo y el mensaje de Dios a todos.
La Jornada concluyó la mañana siguiente con una eucaristía maravillosa y el anuncio de la próxima JMJ en Lisboa, Portugal, en el año 2022.