Sobre la relación entre difusión masiva, manipulación y neoliberalismo.
Edward Bernays fue el primer sistematizador moderno de la acción política mediante la propaganda, la publicidad y las relaciones públicas a partir de la teoría freudiana del inconsciente. Esto, con explícitos fines de manipulación de la voluntad de las masas. Bernays era sobrino de Sigmund Freud y dedujo muy bien los alcances de la aplicación de la teoría de su tío acerca del inconsciente, si ésta se aplicaba a la manipulación de la libertad de conciencia usando la comunicación masiva. En su libro Propaganda (1928), Bernays ―quien fue el cerebro detrás de la guerra psicológica que derrocó a Arbenz en Guatemala― asentó esta desembozada visión de la sociedad democrática “ideal”:
“La manipulación inteligente y consciente de los hábitos organizados y las opiniones de las masas es un elemento importante en la sociedad democrática. Quienes manipulan este oculto mecanismo social constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder que rige nuestro país. (…) Este es el resultado lógico de la manera en que nuestra sociedad democrática está organizada. [Y hay que] cooperar si queremos vivir en una sociedad eficiente y funcional. (…) Son aquéllos los que jalan los hilos que controlan la mente del público”.
En otras palabras, la manipulación de la libertad de conciencia es “necesaria” para vivir “en democracia”. Esto es cierto si la democracia se concibe “a la griega”, es decir, como aplicable sólo a un grupo dominante ―ya sea de ciudadanos o de oligarcas―, y se dejan fuera de sus derechos y obligaciones a grandes conglomerados de población subalterna manipulable. Fue justamente esta “insuficiencia” de la democracia antigua la que quiso superar el liberalismo clásico al incluir ―a partir de la generalizada compraventa de fuerza de trabajo individual y la expansión capitalista― a toda la población como sujeto democrático abstracto, y por eso creó los derechos humanos, la ciudadanía universal, la educación laica, gratuita y obligatoria, la prohibición de monopolios y el Estado benefactor. Hasta que, como parte de las medidas de contención del comunismo, las corporaciones hicieron que Hayek fundara la Sociedad Mont Pelerin en 1947 y difundiera organizadamente el neoliberalismo: una versión adulterada del liberalismo que traiciona el ideario liberal clásico y que trabaja para el monopolismo a escala global. El ascenso del neoliberalismo empezó cuando esta ideología fue impuesta mediante las desastrosas medidas económicas de Margaret Tatcher y Ronald Reagan a principios de los años 80 del siglo XX, las cuales siguen causando estragos en todo el mundo. Y si no, vean cómo está la economía de Argentina y Brasil luego de la aplicación de las tácticas bernaysianas de Gene Sharp (y su “Teoría de la acción política no-violenta”) mediante las “luchas contra la corrupción”, las “revoluciones de colores” y los “golpes de Estado blandos” contra el kirschnerismo, Dilma y Lula después de haber sido ensayadas en Guatemala en el 2015. Y vean también cómo se aplican contra Venezuela y Cuba.
A quienes llaman a este análisis “teoría conspirativa”, bien les haría esforzarse en entender esta dura y probada sentencia de Lenin: “Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales los intereses de una u otra clase”.