sábado, 13 abril 2024

Hacé Patria: ¡Cuidate!

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Estamos recién comenzando el noveno mes de un año que será −para muchos y de forma especialmente negativa− inolvidable. Un año en que todos los planes que podríamos haber tenido, tanto de manera individual, como colectiva o como nación, han quedado, por decir lo menos, detenidos. 2020 será recordado como un año de quiebre en el país, donde el destino se cebó con nosotros con una pandemia y con desastres naturales. Estando todo como está, lo que tenemos los salvadoreños hoy es el desafío de sobrevivir.

Ahora que iniciamos el mes de la Patria, vale la pena preguntarnos qué podemos hacer por ella, ahora que más nos necesita. Convenidos en que la pandemia del Coronavirus es lo que más influye en nuestra vida como nación, estoy convencido que lo que podemos hacer por el país, por nuestras familias y por nosotros es cuidarnos. Evitar a toda costa enfermarnos de la Covid-19 y enfermar a otros. A día de hoy, no hay mayor acto de responsabilidad que ese: Cuidarnos.

Y nos tenemos que cuidar porque es lo que nos queda. Cuando el estamento político vive enfrascado en una perenne lucha electoral, cuando el Estado se encuentra debilitado, no nos queda de otra que cuidarnos nosotros mismos. Y tengo la percepción que la gente lo está haciendo, como puede, con sus recursos, pero lo está haciendo.

Luego de la “reapertura económica”, los salvadoreños hemos retomado las labores y, mal que bien, lo estamos haciendo con prudencia. Las personas usan mascarillas, andan su alcohol gel, tratan de respetar el distanciamiento social y las empresas, instituciones y demás lugares de trabajo están laborando con protocolos de bioseguridad y limpieza. A pesar de la reapertura, no hay un tráfico caótico como antes de la pandemia. Esto puede deberse a dos razones: La gente aún está temerosa y no sale más que para lo estrictamente necesario. Y lo otro, más desalentador, es que frente a la tremenda pérdida de empleos, la gente no sale porque se ha quedado sin ingresos.

Claro, como en todos lados, siempre hay gente imprudente, gente que se cree invencible o que simplemente piensa que esto de la pandemia es “pura paja” para mantenernos controlados. Así, hemos visto con preocupación y tristeza videos del Puerto de la Libertad lleno, como en épocas de vacaciones, o denuncias en redes sociales sobre lo saturados que están los restaurantes en el Volcán de San Salvador. Las denuncias tienen sentido si entendemos que el virus aún está entre nosotros.

Es comprensivo que todos estemos hartos del encierro y de esta situación; que es necesario un momento de esparcimiento, so pena de volvernos locos, pero lastimosamente aún no es el momento para relajar las medidas. No lo es. Los que abogan por ir retomando el ritmo que se tenía antes de la pandemia argumentan que los que defendemos encerrarnos y salir solo lo necesario, deberíamos quedarnos en casa tranquilos y no estar criticando a los que no lo hacen. En cierto sentido tienen razón, pero lastimosamente vivimos en una sociedad y como sociedad todos estamos interconectados. No hay forma de aislarnos por completo y menos frente a un virus tan contagioso como el Covid-19.

Los que dicen que cada quien haga lo que le plazca, mientras no dañen a terceros, muestran una tremenda falta de solidaridad. Se olvidan de toda la cantidad de personal médico que quedó exhausto luego de la primera oleada de Coronavirus. Se olvidan de todos los médicos y enfermeras que murieron porque nosotros estuviéramos vivos. ¿Cuánto más personal de la salud debe morir para dejar de ser tan irresponsables? ¿Queremos volver a saturar el sistema hospitalario? ¿De qué habrá servido que los casos hayan bajado ostensiblemente en los últimos días si en un mes podríamos estar peor?

Frente a esta situación, cuando uno se puede sentir desamparado, no queda más que la resignación y salir a buscarse la vida. Pareciera que esa es una característica del salvadoreño: Ser resignado. Cuando las instancias parecen no funcionar, cuando ves morir a la gente que amas sin poder siquiera darles un adiós digno, solo te queda la resignación. Y como resignados, los salvadoreños somos imbatibles.

Mientras tanto, sigamos cuidándonos. No nos relajemos. No seamos confiados. Esto no ha terminado. Si realmente nos sentimos orgullosos de ser salvadoreños y salvadoreñas, demostremos con nuestro comportamiento que amamos a este país y a su gente. Es lo que la Patria hoy nos demanda.

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Manuel Vicente Henríquez
Manuel Vicente Henríquez
Columnista de ContraPunto https://twitter.com/Pregonero_SV
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