viernes, 10 mayo 2024
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Glass: llora y después suspiras

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Al ver una pelí­cula, te pasa el mismo efecto al leer un libro. No eres el mismo. Algo te cambia, afirma, duda o simplemente no pasa nada en tu cerebro. Sea buena o mala la pelí­cula te deja algo de qué hablar. Glass tuvo el efecto positivo, revolcó mi cerebro por un largo rato. La pelí­cula es la tercera entrega de una trilogí­a de superhéroes inspirados en comics (no de Marvel) en donde reúne a los protagonistas de las dos entregas anteriores El protegido (2000) y Fragmentado (2016).

El director M. Night Shyamalan crea al superhéroe David Dunn (Bruce Willis) con el poder de saber que hacen las personas al tocarles la piel junto a una fuerza descomunal capaz de doblar el acero. Su villano tiene los huesos de cristal, pero se solventa con la inteligencia más ágil y profunda a tal punto de comprender todo y encontrar soluciones viables para sus objetivos y responde al nombre de Elijah (Samuel Jackson). El tercer personaje es Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) cuyos traumas hechos por su madre desde niño, lo obligó a crear 24 personalidades diferentes para no sufrir. Una de ellas es “La Bestia” con la capacidad de escalar paredes, devorar personas, levantar autos y doblar barrotes de acero.

Los dos primeros aparecen en El Protegido, y el ultimo es el protagonista de Fragmentado. En Glass se conocen ¿y adivinen qué? Pelean entre sí­, demostrando sus capacidades frente al instituto mental donde los encarcelan, mientras sus familiares ven impotentes la batalla. La trama de la historia da un giro inesperado, cuando la sicológa encargada de “curar” a los tres, se auto-descubre como miembro de un grupo ultra-secreto que busca y desaparece a personas con poderes como nuestros protagonistas, todo según ella para “mantener el orden y el equilibrio”.

Al igual que los paladines destruyen a los jumpers (Jumper), o como la BPO que persigue, analiza y luego asesina a los homo sensorium (Sense8) el grupo al que hace parte la profesional de la mente humana son mostrados como la fuerza mundial oculta que se encarga de desaparecer a cualquier individuo o grupo humano que pueda desestabilizar el orden imperante, a raí­z de poderes sobrenaturales. Sorprende en Glass, el carácter subversivo que se imprime en estos “súper-humanos”, no por querer cambiar el orden social imperante, sino por sus facultades en sí­ que los hace diferentes y superiores al resto de la especie humana; lo cual se convierte en su propia cruz porque por esa naturaleza increí­ble, los quieren asesinar por más que deseen ayudar al prójimo.

Al buscar mostrarse al mundo y demostrar lo especial que puede ser la humanidad, nuestros amigos pierden la vida (en pocas pelí­culas muere el protagonista) porque al orden imperante no le conviene que millones de personas “de a pie” sepan que existen súper-humanos, o peor aún, que exploren si tienen alguna cualidad especial. Aunque llega la muerte, está en sí­ era buscada para revelarse ante todos y terminar siendo sí­mbolos públicos de excepcionalidad y rebeldí­a (por medio de las redes sociales, pues los videos donde se muestra a la Bestia y David Dunn peleando se vuelven virales).

Recuerde que el cine es la representación de la realidad. Esta pelí­cula muestra esa cara oculta del sistema capitalista encargada de someter y borrar cualquier señal que ponga en peligro sus fuentes de riqueza, relaciones de producción y hegemoní­a. Me recuerda cuando aparece un joven muerto en el barrio por manos de “la mano negra”, o cuando asesinan a un lí­der campesino opositor de megaproyectos y sale el ministro de defensa diciendo que es “por un lí­o de faldas”. Me recuerda también cuando aparece muerto el testigo clave en un acontecimiento de corrupción donde se ve implicado el fiscal general de la nación, o cuando “se suicida” el testigo que tendrí­a pruebas contundentes de la relación de un expresidente con paramilitares.

Aunque aquí­ la gente no levanta carros, ni escala paredes, o mueve las cosas con su mente, la mayorí­a son superhéroes y superheroí­nas cuando deciden cambiar un modelo social que empobrece y mata, por otro que garantice eficazmente la vida. Tal vez Shyamalan está de lado de los perseguidos y deja un mensaje de rebeldí­a entre lí­neas en su última producción cinematográfica, como puede también ser un director que no le gusta los finales felices; sea cual sea su sentido de la vida como director de cine, dijo una verdad que ocurre todos los dí­as en Latinoamérica de una forma tan entretenida y sentimental.

Continuando con creer en la buena fe de Shyamalan, me da gusto ver el mensaje de esperanza con la que cierra Glass. Ese “si es posible” lo refleja la mirada de los personajes en la última escena y de ahí­ me pego para pensar que el director indo-américano está de nuestro lado. Porque a diferencia del cine de izquierda latinoamericano del siglo XX que vende incredulidad, desesperanza, tristeza y desmotivación al público por querer narrar la historia tal cual pasó, Shyamalan dio un espaldarazo al campesino, mujer, joven, ambientalista, LGBTI, trabajador, indí­gena y afro para que sigan transformando al mundo y no dejen de creer en los sueños de esperanza.

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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