Por Carlos Francisco Imendía Guzmán
El pasado 8 de junio, se cumplían 498 años de la famosa batalla de Acajutla, como parte del itinerario de conquista del adelantado Pedro de Alvarado, su círculo familiar y militar; sus aliados indígenas auxiliares en su incursión invasora en el señorío de los pipiles. En plena estación lluviosa, con el volcán Ilamatepec o Santa Ana activo, Alvarado arriba a estas tierras, con su caballería y artillería, que a sus oídos resonaba la tierra de joyas, collares de mejor oro que el de Tenochtitlán.
Para dar el visto bueno a la expedición de los Alvarado, Cortez, había reflexionado sobre la intención expansionista de Pedrarias Ávila Gobernador de Nicaragua y sus también ambiciosos capitanes, por esa razón urgía que un experimentado conquistador como Tonatiuh fuese a conquistar los señoríos de los cachiqueles y los pipiles. Atravesó pues, la división natural entre Honduras y El Salvador, el caudaloso rio Paz, quizás con corrientes peligrosas provenientes de las sierras donde llovía copiosamente, mientras de seguro en veredas y matorrales el sistema espía de avanzada de los pipiles observaba sus movimientos, para poner en alerta a las ciudades militares en el trayecto. Galante y seguro, “Tonatio” que según la grafía de Bernal Díaz del Castillo le llamaban los indios mexicas, Galante, de gran porte, mientras su armadura y espada brillaba ante el sol canicular en compañía del estandarte real, 150 infantes, 100 jinetes y 6,000 indios auxiliares, y con convicción se guiaba con la idea de obtener el preciado excremento de los dioses: El oro de Cuzcatlán.
La primer parada fue Mochizalco (Que en náhuat significa todos los izalcos) cuyo pueblo estaba prácticamente abandonado por advertencia del sistema de espionaje nahua. La fama de conquista de don Pedro de Alvarado ya había recorrido los principales pueblos y la gente se reorganizaba para darle una bienvenida bélica, los pueblos militares de la franja afinaban la estrategia de guerra, y el casi invicto Tonatiuh se preparaba para una lucha épica. En donde ya los pelotones pipiles, con sus itskatwipiles (armadura de algodón) sus chimales (escudos) y flechas y tacuz (lanzas) de casi 6 metros. Estaban listas para afrontar al invasor. Así fue el choque en las llanuras, la gente de guerra, caras pintadas de blanco, penachos que quetzal , se iban con fuerza y a muerte contra los españoles que rompían con la caballería, los arcabuces, espadas, acontecimientos traumáticos para los pipiles que nunca habían escuchado el estruendo de la pólvora, el relinchar de los caballos, etc.
De pronto una veloz flecha con punta de obsidiana, es disparada a pocos metros de Tonatiuh, y a gran velocidad penetra el muslo, rompiendo venas, y por fin quebrando el fémur. Ensangrentada la montura, Alvarado es evacuado, donde se le aplica el torniquete para resistir, borbotones de sangre caen en suelo por conquistar, su vida es salvada, débil y moribundo se da cuenta quizás por la voz misma de Gonzalo, que la batalla fue ganada. Pero aún faltan más (Miahuatán Y Tacuzcalco)