“La vida comienza donde termina el miedo”
A menudo soslayamos el hecho de que la emoción-eje alrededor de la cual giran otras emociones aparentemente contrarias es el miedo. La imprudencia, la exaltación, la valentía y hasta el heroísmo son actos potenciados por emociones que identificamos como ira, odio, indignación e incluso depresión, sin percatarnos de que el eje emocional que las origina es el miedo. Podemos ser valientes, abnegados y sacrificados por temor a que digan que somos cobardes, egoístas e indiferentes. Podemos ser un dechado de virtudes espirituales por el miedo a que crean que somos impíos. La santidad a menudo se potencia por la miseria moral. Podemos armarnos hasta los dientes porque le tememos a la inseguridad propia de la vida. Aunque, como dijo Osho, “No existe la seguridad. Ni interna ni externa. Por eso es tan hermosa la existencia”. Con lo cual definía una vez más la libertad como la obra del ser humano actuando sobre sí mismo en medio del mundo. ¿Cómo podríamos ser libres se viviéramos seguros y con la vida prevista?
Uno de los tormentos más dañinos es el miedo a que nos perciban como lo que somos. Por eso nos creamos una falsa imagen, que es la que ofrecemos al mundo, a menudo a contrapelo de cómo el mundo de hecho nos percibe. Nos presentamos como tigres, nos ven como venados y en realidad somos conejos (cuando no tortugas). Asumirse tal y como uno es implica conocerse y aceptarse tal y como uno es. Sin miedo. Esto requiere de un esfuerzo consciente y sólo quienes sienten la ingente necesidad de no mentirse a sí mismos acometen la tarea. Los demás forman parte de “el gran teatro del mundo”. Y son la mayoría. En especial hoy, con la ayuda de la interconexión incomunicante y el simulacro de verdad al que con tanto ahínco se dedican los medios audiovisuales para mantener sosegada a la humanidad por medio de la entretención banal, el falseamiento del pensamiento crítico y la anulación de la inteligencia.
Osho también dijo que “El miedo es algo que siempre está en el futuro, nunca existe en el presente”. Vivimos preocupados y temerosos por lo que ocurrirá, aunque no ocurra nunca. Por eso le tenemos miedo al miedo. E indica que éste “se mueve hacia el dinero, el poder y Dios; el miedo se mueve en todas direcciones, menos hacia el propio interior”. Y es allí, en la conciencia plena de quiénes somos realmente, donde reside el fin del miedo y de nuestros males imaginarios. Porque, sigue Osho, “La realidad no es un problema. Son sólo las ideas sobre la realidad las que son problemáticas”. O sea: si viviéramos lo real como es y no como quisiéramos que fuera o como creemos que debería ser, la lucidez nos llevaría por mejores caminos para una vida más feliz y plena.
Por eso dijo además este agudo pensador indio que “La vida comienza donde termina el miedo”.