viernes, 26 abril 2024
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Entre moscas, ratas y minerí­a en rí­o colombiano

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El vecino problemático del territorio, es el basurero Doña Juana. Cuyo proyecto se expuso a los campesinos que durarí­a 10 años, ya llevan 30 años

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Salimos a caminar la palabra por uno de los rincones empobrecidos de Bogotá, la capital. El proceso Asamblea Sur dirigió el recorrido por la localidad de Ciudad Bolí­var, explicando la realidad de este territorio urbano-rural. Primero, la minerí­a es un problema visible. El rio Tunjuelo desviado en una parte, montañas convertidas en paredes de escombros y áreas inundadas que antes fueron barrios. Debido al trabajo de CEMEX, la Arquidiócesis de la Iglesia que llevan más de 60 años sacando piedra y arena para cemento.

El desordenado crecimiento de barrios por la ladera de la montaña también se nota a simple vista. Las fachadas sin pintar, tejas de zinc, una que otra calle pavimentada son resultado del desplazamiento de comunidades de departamentos del Meta, Casanare, Boyacá, la costa caribe entre otros cuya razón común es el conflicto armado y social que vive el paí­s. Es así­, como desterrados de paramilitares, fuerza pública y guerrilla se asentaron en este territorio desde los años 70-80 comprando a los terreros lotes con neveras, cuotas y hasta con hijas para hacerse a un pedazo de tierra donde levantar un rancho. Según nuestros guí­as, estos terreros son apadrinados por concejales y polí­ticos grandes de la ciudad. Mafia rentable.

Ocurre que en sus inicios estas comunidades traí­an los conflictos de su tierra natal. Los grupos paramilitares que se disputaban el territorio en Casanare, se encontraban en este rincón de la capital, se encendí­an aquí­ también. Pero fueron entendiendo que eran ví­ctimas de un problema común, la pobreza. Pobreza traí­da por extranjeros con permiso de gobiernos cómplices.

El vecino problemático del territorio, es el basurero Doña Juana. Cuyo proyecto se expuso a los campesinos que durarí­a 10 años, ya llevan 30 años. Moscas, zancudos, ratas, malos olores, problemas respiratorios invadió la salud de la gente. La empresa Consorcio Centro de Gerenciamiento Doña Juana que administra el basurero recibe plata de la Suez Vivendi francesa (dueño de aguas de Barcelona). A esta relación económica la rodea la sospecha de un proyecto igual o más grande que Doña Juana, pues la Suez también tiene como negocio el agua en Panamá, Chile, Brazil y México con inversiones en tratamiento de aguas residuales; y al estar cerca el páramo del Sumapaz (el más grande del mundo) despierta grandes sospechas. Blanco es, gallina lo pone y frito se come.

A medida que vamos subiendo la loma, vamos dejando atrás el barrio para llegar a la vereda. Pasquilla y Pasquillita nos recibe con fresas organicas, tinto, buñuelos y abrazos. Doña Tere, Salvador, Mechi nos cuentan desde el calor de su casa cómo han resistido a Doña Juana, el incremento de los robos, el abandono estatal y el empobrecimiento por medio de la organización y paros. Desde 1997 este territorio se moviliza por las basuras y sus enfermedades. Cuyas respuestas de la empresa y alcaldí­a son platos amarillos y cintas con pegamento para atrapar moscas.

Junto a los paros, este proceso ha generado escuelas agroecológicas, fincas ecoturí­sticas, recorridos por el territorio conociendo las rutas muiscas y la permanente movilización para defender los bienes comunes como el agua. Es así­ como el caminar de Asamblea Sur ha construido un sentido popular de la tierra con cuatro enfoques:

“¢         Transicional: Manejo y transformación de los conflictos a un escenario deseado.

“¢         Diferencial: En lo biofí­sico: diversidad de ecosistemas, cultural, socio-económico, formas de apropiación y producción del territorio. Polí­tico-jurí­dico, diferentes regulaciones, institucionales y comunitarias

“¢         Territorial: Gestión del territorio y construcción de Autonomí­a territorial realidades locales

“¢         Participante: tarea conjunta y coordinada con la comunidad.

 

A pesar de lo anterior, estas comunidades organizadas se rehúsan a salir de la finca, pero teniendo una vida digna ¿qué les garantiza esa vida digna? La protesta social y la capacidad de organizarse con lo que construyen el tejido social y fuerza social para exigir al Estado condiciones dignas de vida. Con las moscas siempre sobre la comida, estos habitantes urbano-rurales siguen sonriendo y ofreciendo rica aromática con yerbas del jardí­n y sonrisas sinceras que no acalla una multinacional extranjera o el vecino molesto que traga y traga basura.

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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