lunes, 15 abril 2024
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Sorprendente que las joyas enterradas de Cuzcatlán, la patria de Qutzalcoatl  prehispánica, salgan a la luz en pleno S. XXI, emergen de 40 metros de ceniza volcánica y tierra blanca, y nos relaten el glorioso pasado nahua por medio del video del profesor Miguel Sales

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Por Carlos F. Imendia G.

Mi hermana me compartió dichos videos por mensaje, me llenaron de mucha esperanza, por medio de la red social Tik tok, era sobre el  profesor Miguel  Ángel Sales y  le daba a conocer a El Salvador y al mundo su hallazgo, mi hermana me lo envió porque sabe que a mí me  apasiona el tema prehispánico y sobre todo el que tiene que ver con el país, sabe que consulto a arqueólogos e historiadores y mucha literatura.

La historia prehispánica, su estilo de vida, costumbres y cosmogonía me interesan de sobremanera, además de  mantener vigente el glorioso pasado que dio origen a nuestra identidad nacional. En fin, también tengo mis publicaciones personales, digitales, y para mí era algo sorprendente, lo que siempre esperé escuchar sobre un gran descubrimiento arqueológico prehispánico, debo confesar que desde que vi  los videos del profesor Sales, sabía que hablaba alguien con propiedad y que  conocía la zona, y  cuando mostró la plataforma de un  Tet – Kal o Xacat –Kal; y varios vestigios de  cerámica, semillas de cacao y jocote; pero lo más impresionante las imágenes de elotes carbonizados en perfecto estado sobre las esteras , figuras zoomorfas, de los antiguos habitantes de esa zona,  Soyapango y Tonacatepeque.

Sorprendente que las joyas enterradas de Cuzcatlán, la patria de Qutzalcoatl  prehispánica, salgan a la luz en pleno S. XXI, emergen de 40 metros de ceniza volcánica y tierra blanca, y nos relaten el glorioso pasado nahua por medio del video del profesor Miguel Sales.  Sin duda la caldera de la laguna del Valle de  Xilomen bajo el lacustre espejo,  siempre fue, ha  sido y será una amenaza para la vida cuando despierta  en toda su dimensión; proveerá vida y belleza mientras duerme el sueño milenario.

Hace algunos años  veíamos estupefactos  su potencial peligro en un documental  sobre la activa caldera de Ilopango y su potencial destrucción  por el Smithsonian Institute.

Imaginemos,  los habitantes de esta región  hace 1,500 años, vivieron una de las erupciones cataclismicas más impresionantes del mundo, según el vulcanólogo de grata recordación Eduardo Gutiérrez, de las escalas eruptivas de los volcanes de 0 a 8, la del año 550 después de Cristo fue de +6.

Su ferocidad natural, su violencia eruptiva debió ocultar el sol de tajo, pero mucho antes de eso, es seguro episodios de macrosismos, la sensación de inestabilidad del suelo,  en una atmósfera de olor a azufre pesado, como lo describe el embajador estadounidense Ephraim Squier en sus escritos de crónicas  del siglo XIX.  Una terrible erupción cuya rápida y devastadora nube tóxica de gases piroclasticos, llevó a arrasar vastas zonas de cultivos de maíz, soyate, cacahuatales, frijoleras, plantaciones de algodón, etc.  A pesar de no ser tan dramático como el apocalipsis que vivió la Pompeya con el Vesubio, tanto Joya de Ceren y Sitio Miguel Sales en rio las Cañas, nos muestran como era la vida de normal y desarrollada en Mesoamérica antes de la llegada de los europeos.

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Carlos F. Imendia
Carlos F. Imendia
Comunicador, publicista y mercadólogo salvadoreño; columnista y colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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