lunes, 15 abril 2024
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El Salvador, de sociedad polí­tica a sociedad civil

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Notas sobre la cultura del voto y las encuestas de opinión pública

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Tanto los signos económicos como polí­ticos actuales, indican que en este siglo, Latinoamérica modificará substancialmente su desafortunada historia heredada del Colonialismo y los subsecuentes diseños de Estado Nacional aplicados a paí­ses Dependientes. Esto significa sus propias transformaciones en su organización polí­tica, económica, social, cultural y educativa, todas ellas, pensadas o ejecutadas  accidental o coyunturalmente con las exigencias que los paí­ses industrializados han dispuesto para el nuevo orden de los paí­ses dependientes que les asegure la reconfiguración de grandes capitales reconcentrados en nuevos grupos.

Polí­tica y Educación parecen que figuran entre las áreas de atención más importantes en el mundo globalizado, no es para menos. Cualquier modelo económico debe pasar imperativamente por la estabilidad polí­tica en cualquier sociedad y por su capacidad para asimilar sus nuevas funciones internacionales productivas, mercantiles,  obreras o de cualquier otra í­ndole que se le asigne. Esto presupone que el concepto de nación como grandes feudos o principados sostenidos en Latinoamérica hasta el siglo pasado, deben transformarse ahora en Colonias Funcionales de acuerdo a la nueva Colonización Polí­tica y Colonización Curricular Educativa requerida para satisfacer dichos propósitos.

Las razones son múltiples y se fundamentan en la propia historia de los pueblos latinoamericanos, fundamentalmente en aquellas sociedades en donde su historia polí­tica no se explica a través de la historia de sus hechos sino a la historia de los hechos que definen algunos grupos de poder. Esa podrí­a ser, quizás, la condición en el caso salvadoreño en el que aparentemente coexisten dos mundos de estado mental, cultural y económico de la población: el mundo de la reproducción de la historia de los otros sobre la historia de lo propio que conduce a la subordinación, asimilación y dependencia, y el mundo de nuevas formas de organización social a través de la organización polí­tica, siendo esta última, simplemente una forma de ascensión para pasar de sociedad polí­tica a sociedad civil con intereses distintos y propios de las necesidades de cada territorio, de cada localidad.

Como he señalado en otros trabajos, la cultura de la esclavitud se manifiesta en el continuo lamento, resignación, improvisación tanto en la vida personal como institucional. Cuando se trata de lo institucional, los individuos responden al plano organizativo propio de la Administración Hacendaria organizada en pequeños feudos en los cuales sustentan su actividad institucional sobre la base de relaciones personales caracterizadas por la murmuración, deslealtad, desprestigio del otro y la ausencia de capacidades técnicas, teóricas o metodológicas para realizar su trabajo, en este caso, el compadrazgo, servilismo o la aceptación de DONES, constituyen los elementos estructurales fundamentales de esas instituciones.  Cuando los grupos dominantes representan avance, crecimiento y desarrollo, la sociedad crece con más rapidez y consistencia, pero cuando se trata de grupos dominantes con remanentes feudales, con terror a competir con lo diferente, con lo desconocido, estos transfieren a las sociedades una cultura del miedo derivada del Colonialismo que reproduce en los sectores populares la condición de esclavo tanto por la explotación admitida, como por la cultura asumida.  En lo polí­tico, el individuo se muestra inseguro de tomar decisiones de trascendencia para su vida, prefiere que otro las tome por él debido a su temor al riesgo, entiende que si él hace lo que no debe hacer, otro hará lo que a él le corresponde hacer y que por tanto, se exime de responsabilidad [1].

Pero he dicho antes que desde hace más de 15 años he sostenido que la sociedad salvadoreña requiere pasar de su conformación y experiencia de sociedad polí­tica para reconvertirse en sociedad civil. Sobre lo primero, no cabe duda que la experiencia polí­tica acumulada históricamente le ha permitido ““de acuerdo a los tiempos y circunstancias””la capacidad organizativa en torno a las acciones, dinámica y actividad polí­tica organizativa en distintos escenarios, en distintas esferas de su vida. Ese dominio de la sociedad de pensar y actuar en polí­tica partidaria, ideológica o simbólica, ha generado niveles avanzados de percepción y representación de imágenes, figuras, individuos o sí­mbolos polí­ticos. Pero ahora, la construcción de su historia exige algo diferente. Ahora han surgido nuevos escenarios que escapan de su propia territorialidad nacional porque demandan su inserción en el mundo globalizado. Aquí­ y ahora, su actividad y configuración del mundo no se reduce a sus propias localidades. La polí­tica, me parece, ya no es solo una actividad misma, se ha convertido en la principal esfera que predomina sobre la actividad económica, educativa, social y cultural. Si mi tesis se comprueba, habremos de considerar que algunos grupos de poder, al menos, los más involucrados en la administración del estado, habrán de involucrarse sin reserva alguna en la vida polí­tica pública y, controlar así­, la administración pública del estado desde la esfera de lo polí­tico y no de lo económico como tradicionalmente se ha realizado.

Pero esa mutación de lo económico a lo polí­tico público, también le significa a algunos grupos de poder económico, el surgimiento de una nueva figura en el escenario del concepto de estado, esto es, la sociedad polí­tica convertida en sociedad civil, entendida la sociedad polí­tica, no únicamente como partidos polí­ticos o los tres poderes del estado, sino, fundamentalmente, desde la participación, involucramiento y organización de la población en razón de sus intereses, necesidades, alcances y limitaciones. Frente a tales condiciones, las elecciones de 2018 representan más que un ejercicio democrático. Confieren al individuo el compromiso consigo mismo de decidir sobre su condición y ubicación en la formación histórica de su sociedad, de ser sujeto y no objeto de sus actos y determinios polí­ticos, económicos, culturales y educativos. Quizás, estas elecciones constituyan la reconversión tanto de la sociedad como también del sistema polí­tico apropiado a las múltiples y disimiles realidades de lo local, nacional, regional e internacional.

La cultura del Voto

Hasta el siglo pasado, por las caracterí­sticas propias del desarrollo social alcanzado por las sociedades en virtud de su relación con las instituciones polí­ticas del estado, la participación de la sociedad civil en polí­tica estuvo orientada hacia la militancia partidaria o hacia el acto del ejercicio electoral. Hoy, la complejidad de los interví­nculos generados entre la población y las instituciones transforman dicha precondición que en este siglo deberá tomar un nuevo rumbo, definición y orientación teórica de manera que “el ejercicio del voto deja de ser un acto polí­tico y se convertirá en el acto social de la sociedad civil, es decir, el ejercicio de su pleno derecho ciudadano”, condición que desde luego implica comprender y asimilar que las Naciones (pueblos, culturas) se imponen sobre los Estados y que esto significa el predominio de los intereses de la sociedad civil sobre la sociedad polí­tica, es decir, el pleno ejercicio de la democracia” [2].  En realidad no debemos confundir el acto del voto (expresión social) con el acto electoral (expresión polí­tica). El voto responde a estados subjetivos supraracionales del individuo relacionanados con distintos sí­mbolos. La polí­tica es un sistema de sí­mbolos que va desde un estado de conciencia hasta la más cruel superficialidad de las voluntades, pasiones, emociones y sensaciones que los individuos alcanzan mediante su ví­nculo con su imaginario simbólico [3]. El acto mismo del voto constituye una expresión de pertenencia a la sociedad civil que los individuos no viven cotidianamente debido a la precariedad organizativa de la sociedad civil en torno a sus satisfacer sus propias necesidades, por ello su participación electoral tiene que ver únicamente con su propio interés y NO con el interés colectivo ya que: 1) el individuo se identifica predominantemente con la oferta polí­tica (carácter simbólico-ideológico de la realidad),  2) el individuo piensa en lo abstracto porque la oferta polí­tica es abstracta, no se vincula con su cotidianidad y en resumidas cuentas, la carencia de factores que le transmitan pertenencia a su propio territorio lo convierte en simple espectador y 3) porque el ejercicio del voto le significa una forma de poder eventual sobre el cuál puede desahogar sus emociones sin que ello le implique compromiso alguno con el estado de conciencia personal o colectivo.

Las Encuestas

Sin duda que en el mundo conceptual de las Ciencias Sociales, las teorí­as cientí­ficas así­ como todas aquellas de las que se puede hacer uso para explicar a cada una de las partes que conforman la sociedad, exigen un proceso constante y permanente que de hecho nunca puede darse como acabado o concluido. En esta oportunidad me propongo plantear muy brevemente, algunas consideraciones de orden teórico sobre el tema de las ENCUESTAS DE OPINIÓN PUBLICA.  

Desde finales del siglo pasado, la participación de los individuos se ha diversificado e intensificado  y la apropiación de su realidad es más objetiva. Sin embargo, esta forma de apropiación de la realidad se expone desde la máxima forma de simplismo teórico. Si bien un buen número de sociedades han avanzado en materia tecnológica con el propósito de satisfacer sus necesidades humanas, también debemos considerar que en sociedades extremadamente dependientes, dichos avances producen serias limitaciones y contradicciones que se expresan en el orden del SABER (conocimiento) y la satisfacción de sus necesidades, es decir, la apropiación de su realidad.

En el caso salvadoreño el análisis requiere de precisiones históricas importantes. Desde su formación hasta la actualidad, la organización social, económica y cultural del estado salvadoreño ha sido limitada y por demás excesivamente vulnerable. En lo económico, por ejemplo, en el caso de la agricultura, se ha montado un servicio que ha respondido predominantemente a los intereses de campesinos terratenientes individuales, mermando con ello, las posibilidades de una agricultura productiva, sustentable, diversificada y de autosuficiencia. En lo polí­tico, desde la toma de posesión de Mariano Prado en julio de 1832 y la confiscación de los bienes de los contribuyentes decretada por la Asamblea Legislativa el 21 de agosto, hasta la más reciente guerra de 1980 a 1992, El Salvador ha vivido más de 30 acontecimientos polí­ticos que han marcado las grandes limitantes del estado salvadoreño. En lo cultural, las expresiones simbólicas de identidad nacional casi han desaparecido; mientras en lo educativo con todo y sus “reformas”, no se ha elevado el nivel académico y alfabetismo de la población. En sí­ntesis, este es el marco de referencia de una sociedad que ahora pasa de un estado polí­tico a un estado social a través de un proceso de evolución gradual y posiblemente lenta pero consistente.

Encuestas de opinión pública: la confusión con la ciencia

La encuesta es una técnica, nunca un método y menos aún de carácter cientí­fico. Consiste en una denominación general para los distintos sistemas de obtención de datos mediante interrogatorios previamente estructurados. Si las preguntas se contestan en presencia del investigador, estamos ante un “inventario”. Si las respuestas se obtienen mediante el procedimiento del enví­o de formularios al sujeto, y éste los contesta por sí­ mismo nos encontramos ante un “cuestionario”. En la encuesta se debe especificar con claridad el objeto de la investigación. Las preguntas pueden ser abiertas (lo que permite respuestas más profundas) o cerradas en cuyo caso las respuestas alternativas deben incluir en forma exhaustiva las posibilidades. En ambos casos la redacción debe ser concisa, evitando la ambigí¼edad y el uso de partí­culas negativas. En cuanto a su contenido deben eludir las suposiciones no comprobadas y los juicios de valor.  En simples términos, la encuesta es simplemente un instrumento para la obtención de información que no presupone un método cientí­fico del que se desprendan interpretaciones generales. La encuesta refleja únicamente la opinión de las personas consultadas, en ningún momento debe generalizarse que el contenido de la misma, expone la opinión del todo social. En caso de utilizar dicho instrumento con fines polí­ticos, la manipulación de los datos dependerá de las especulaciones sociales, institucionales, medios de comunicación u otros  que tengan como interés un tema en particular.

Ningún teórico puede aceptar tácitamente los datos, su tarea consiste en analizarlos y discriminarlos.  Ilienkov [4] nos dice que la tarea del teórico consiste en proceder a un análisis crí­tico de las abstracciones empí­ricas para continuar criticando los lí­mites del subjetivismo de las mismas, con el propósito de destruir las ilusiones que contienen mediante la contraposición con la realidad. Sólo en este sentido pasamos del estado empí­rico al estado racional del conocimiento, es decir, de lo abstracto a lo concreto, transformando los datos de la intuición en conceptos, modelos, teorí­as, leyes. Del mismo modo, Gallini se refiere al carácter polí­tico que acentúa cada vez más a la información. La expansión neocolonialista hace cada vez más importante y necesaria la recolección de cualquier tipo de información tanto sobre los propios paí­ses como sobre naciones extranjeras. La autora indica: “Bien pronto el criterio será saber todo sobre todo”. Se reconoce cada vez más la importancia como instrumento de poder polí­tico y económico y ello se evidencia en el sentido opulento de una dirección de investigación selectiva que prefiere la cantidad a la calidad. A este nivel, está claro que salen sobrando los marcos teóricos, así­ como la ética y los sistemas de valores [5].

____
[1]Ticas, Pedro, La cultura de la esclavitud y su institucionalidad  en paí­ses dependientes, Ed. Co-Latino febrero 2008,
[2] Ticas, Pedro, Apuntes sobre Antropologí­a Polí­tica en EL Salvador, S/Pm en Ed. 2009, Pág. 234
[3] Ticas, Pedro, Ibí­dem. Op. Cit. Pág. 189
[4] Ilienkov, Elevarse de lo abstracto a lo concreto, EK, Estructura y método, Ed. De Cultura Popular, México, 1975. p. 34
 [5] Gallini, Clara, Las buenas intenciones, Ed. Galerna, Buenos Aires, 1974. p. 21

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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