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El país de las mentiras

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Por Nelson López Rojas

“Gallina que come huevos aunque le quemen el pico” era una máxima de mi abuela al referirse a una persona que cuando hace algo malo una vez lo volverá a hacer.

Vos mentís. Yo miento. Todos mentimos y hasta nos automentimos. El psicólogo Robert S. Feldman de la University of Massachusetts publicó en el Journal of Basic and Applied Social Psychology parte de un estudio donde descubrió que la gente normal miente, en promedio, 1.75 veces en una conversación de 10 minutos.

En mis años de docente he escuchado las mentiras más descabelladas como no-creíbles hasta las más elaboradas e increíbles. Se aprende, a través de los años, a detectar mentiras y el bullshit de la gente. Pero el problema no radica solamente en el individuo que miente, sino en la sociedad que lo acepta y el nivel de indulgencia que se le otorga al mentiroso en distintas esferas de la sociedad y, como salvadoreños, somos muy dados a aceptar las mentiras como parte del día a día y a perdonar al mentiroso juzgándolo sin severidad y hasta olvidando sus mentiras. ¿Quién no recuerda los casos de tantos abogados con títulos falsos? ¿Profesionales con trabajos de graduación plagiados? ¿Escritores con copias de otros escritores? ¿O aquellos que se hacen de un título de doctor honoris causa a como dé lugar? Hemos perdido la sensibilidad ante el mentiroso.

¿Por qué la gente miente? La gente miente por conveniencia, para lograr algo o evitar algo, para evitar algún sentimiento, para huir o no afrontar algo. Existen también hay mentiras piadosas y se ven como algo natural, es decir, se miente para proteger a alguien o para no herirle sus sentimientos e incluso para no perder a esa persona.

Hay tantas razones para mentir que sería imposible listarlas todas en esta columna. Las hay blancas y negras.  Hay mentiras que no son verbales como cuando la gente que quiere verse más joven se pinta las canas o cuando las mujeres quieren lucir más altas o con un trasero más respingado usan tacones. Hay mentiras que ayudan a una persona a obtener clemencia del otro, en no aceptar la culpa de la situación para que un tercero cargue con dicha culpa y que el mentiroso quede absuelto, como cuando una aerolínea dice que el avión está demorado 5-10 minutos y lo hacen tantas veces que al final terminan diciendo que el avión tenía una avería en el motor. Si se hubiera dicho que el vuelo se cancelaba hubiera causado un malestar en los pasajeros que prefieren que se les mienta y que acepten que era mejor no volar en esa aeronave.

También existen los mentirosos patológicos quienes no consiguen controlar el impulso de mentir, quienes falsean la realidad como vía de escape, para que se les dé atención o simplemente padecen de mitomanía, o sea, los que deforman la realidad para contar su versión de ella.

En la psicolingüística y en la sociolingüística hay un término que se utiliza para situaciones que pueden resultar dañinas emocionalmente y por ello la persona en cuestión decide mentir: save face o salvar la cara, en español. Sin embargo, no hablo de las mentiras “inofensivas” como cuando se dice “ya llego, en cinco minutos” y ni siquiera han salido de la casa; ni hablo del vendedor de mariguanol que se sube al bus y te dice una sarta de mentiras sobre las propiedades curativas del producto; no, hablo de las mentiras intencionales que afectan las relaciones con los demás como cuando, en una discusión de enamorados, uno acusa a la otra persona de haber mentido y la otra persona se defiende diciendo que no lo ha hecho.

Hace años tuve una amiga que daba clases de Zumba todos los martes a las 6. Cierto día llega su novio a buscarla un viernes a las 6, pues ella le había dicho que estaba cubriendo a alguien que había enfermado. La persona en la recepción, muy amiga de mi amiga, intuyó problema y para protegerla dice que en esa sede del gimnasio no estaba, pero que creyó haber escuchado que estaba en la sede del otro lado de la ciudad. ¡Ni había clase los viernes, ni instructor que se hubiera enfermado, ni mi amiga estaba en el otro lado dando clase!

¿Y qué decir del “no sos vos, soy yo”?  Es importante observar que mentir no significa necesariamente alterar la verdad, basta con no decir toda la verdad. Hay gente que, al ser cuestionados con una mentira, llora para manipular y controlar la situación. Paulo Sérgio de Camargo en su Não minta pra mim explica las mentiras por omisión, donde en una entrevista de trabajo el candidato habla de los empleos que ha tenido pero casualmente “olvida” aquellos de donde fue despedido.

Pero mentir está sociológicamente arraigado a nuestra cultura, y como dijo Rafael Correa “la mentira ha destruido a América Latina”. Quizás porque mintiendo nos salimos de un problema momentáneamente, pues ya se sabe que no hay nada bajo el sol que no se llegue a saber. Mi sobrinito tiró una pedrada y al preguntarle porqué lo había hecho me dijo que él no había sido aunque yo lo había visto. Otro niño en el mariposario atrapó y destripó una mariposa y me dijo “yo no fui” aún con la mariposa restregada con la mano en su camisa.

Si llego tarde al trabajo no es porque me levanté tarde, o porque no calculé bien mi tiempo y perdí el autobús. No. Llegué tarde porque había una manifestación, porque al microbús se le pinchó una llanta, porque el carro se quedó sin gasolina, porque el semáforo no funcionaba, porque el embotellamiento no nos dejaba pasar. Todo es por culpa de los demás, de los otros, de las causas externas y nunca aceptamos la culpa como nuestra.

Si nos preguntan a qué horas será el encuentro siempre decimos “entre” tales y tales horas para evitar que la gente llegue tarde con excusas ridículas. Las invitaciones a las fiestas las hacen a las 2:00 pm para que la gente llegue a las 3:30 pm Y aún así la gente llega tarde por alguna razón fuera de su control. Y si no ha llegado y se les pregunta a qué hora vendrán siempre dicen que en 15 minutos máximo, cuando están a una hora de distancia. ¿Por qué no decir que están a una hora de distancia?

El lugar donde como vende almuerzos por $2 el plato. Hoy almorcé y me cobra $2.50. Mientras entre bromas cuestiono a la empleada el porqué me dice que son órdenes de la empresa y que además las porciones son ahora más grandes. 

Se le miente al niño al nacer. Eso que se llama mentiritas, como cuando, con el afán que la cría deje de llorar, se le dice que su madre no se va al trabajo, que solo va a la esquina y que ya regresa; o el “te va a llevar el monstruo si no te dormís” y “ahí viene el coyote”. Les enseñamos a mentir a nuestros hijos desde el Santa Clós y el Lobo malo hasta el “decile que no estoy” y creemos que son mentiras blancas.

Aunque he estudiado comportamientos sociales por años, no me declaro un experto en mentiras y los juicios de valor que emito son puramente conjeturas. Hay gente que miente porque tiene situaciones no resueltas emocionalmente y necesitan mentir para sentirse aceptados o aprobados. Me gusta verle intencionalmente a los ojos a las personas porque de ellos intuyo si mienten o no. Paul Ekman, el prestigioso psicólogo en estudios sobre las mentiras, asegura que la gente que se encuentra en una situación dificil irá a evitar el contacto visual, parpadearán menos y sus pupilas se dilatarán al mentir. Ekman sugiere que hay micro-expresiones que dan la pauta que alguien te está mintiendo.

La honestidad y la integridad son dos de los valores que más aprecio en este mundo, aunque no sea yo el más íntegro ni el más honesto de los mortales. Le dije a mi amigo el mecánico que me vendiera la batería que me había prestado del taller pues nadie se había dado cuenta. Él me miró y me dijo con voz fría, “no, yo no hago eso”. Y me dio una inmensa alegría al saber que aun existen personas de tal calibre y tengo la seguridad que él hará un buen trabajo en mi carro y no me mentirá para ponerle piezas innecesarias.

En fin, la mentira prevalece en todos los ámbitos. Ser esnob y elitista es un ideal, una meta que alcanzar aunque no pertenezcan a dicho nivel y aunque no les alcance para pagar ni el mínimo de la tarjeta de crédito. La falta de ese interés por la veracidad nos aqueja como país y las mentiras de los de arriba nos tienen donde estamos, sumidos en la mediocridad y esperando que un político venga a resolver los problemas que nos aquejan.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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