Por Fidelina Martínez Castro.
Si respetamos y entendemos lo que es Estado Constitucional de Derecho y su fundamento, la Constitución, comprenderemos que nuestro Estado es Laico, ello implica el respeto por todas las religiones y por la diversidad de pensamientos.
Esa es la diferencia de los Estados Laicos con los Estados Confesionales en donde la Institución estatal mescla la religión con la política y utiliza los sentires religiosos que son privados para manipular a la sociedad. Este manejo se acostumbra en los países teocráticos en donde hacen creer a la población que sus políticas públicas son inspiradas por dios para que sean aceptadas sin dilación sin tener en cuenta que atentan contra derechos de todas y todos, normativas aceptadas internacionalmente por que hacen más respetuosa y vivible las comunidades nacionales e internacionales.
Pero también esas creencias son utilizadas por individuos que, ocupando esa devoción individual, abusan de las personas induciéndolas a acciones que atentan contra su dignidad, su libertad, y sus Derechos Humanos, por ejemplo: los pedófilos, los que abusan de mujeres y niñas, los que se enriquecen a consta del manejo de las religiones, los mandatos pecaminosos que transforman en delitos y que limitan los derechos, sobre todo, de las mujeres creando por ej. Policías de la Moral, y criminalizando sus derechos sexuales y sus derechos reproductivos.
La laicidad del Estado no es imponer mi postura o creencia, como tampoco es pensar que todas las personas tienen que ser ateas, es posicionar al estado en una posición neutral ante las diversas religiones y creencias, es precisamente garantizar la libertad religiosa y el pensamiento que cada persona asuma, sin ningún tipo de ventaja dada por el poder político del Estado, si cada integrante de la sociedad en su fuero interno quiere pensar que dios es la inspiración de sus actos en hora buena, pero lo que no es válido es utilizar ese sentimiento para fines políticos y mucho menos para limitar los derechos a las mujeres y gobernar para los creyentes, porque la Republica es la “cosa pública” es para creyentes y no creyentes es para toda la población sin distinción de sus ideas y razonamientos, aquí no se trata de números se trata del respeto que cada persona merece en su creencia o no creencia.
Y si, nuestro Estado es laico y debe mantenerse como tal para respetar las diversas espiritualidades sean o no religiosas, es verdad que nadie debe imponerle a las personas el no creer, pero tampoco se les debe imponer la creencia de que mezclando la religión con posturas políticas vamos a vivir en paz, sino veamos lo que actualmente está sucediendo en algunos países teocráticos.