Hacer comedia de la desgracia y mediocridad política (y partidaria) es un acto liberador y para nada nuevo. Permite a la sociedad construir una resistencia mental en contra de lo que considera represivo e injusto. “Las manifestaciones humorísticas son […] radiografías de la historia de los pueblos que encontraron, a través de ellas, una manera de resistirse y oponerse”, aseguran las investigadoras de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Liliana González y María Reales (2010).
Ahora los medios digitales han permitido la diversificación de expresiones de humor. Los memes inundan las redes sociales donde son la forma de comunicación por excelencia. Su uso político puede parecer tema de agenda debido a que en más de una ocasión algún funcionario ha querido castigar su uso por considerarlo ofensivo o “inadecuado”.
De acuerdo a González y Reales, “el humor plantea un conjunto de representaciones opuestas a las expresadas en el discurso político”. En el contexto salvadoreño habría que agregar el hartazgo, pesimismo y desilusión que la población ha expresado a través de las diferentes encuestas de opinión sobre el tema como un factor amplificador que ha vuelto a las figuras políticas en la comidilla favorita para caricaturizar en las redes sociales.
Ante las pocas propuestas y alternativas viables, y ante la inefectividad del abstencionismo electoral y la incapacidad constitucional para construir nuevas alternativas de cambio político (al menos a nivel institucional), puede afirmarse que la única arma (¿?) de expresión política que queda a un pueblo “de cultura democrática” como la salvadoreña son los memes, el humor.
Termina por resultar lógico que quiera criminalizarse cuando no hace gracia a los protagonistas de las bromas o viñetas, que dicho sea de paso, en la mayoría de los casos aparecen repitiendo frases textuales de sus discursos.
Es normal intuir que su uso incremente y se diversifique a nuevos canales en contextos electorales. Y por ello tampoco debe impresionar su uso estratégico como parte de una bien orquestada campaña de “memetización” en contra o a favor de un candidato. Eso no lo voy a negar.
A pesar de ello, los memes también deben reconocerse como producto “artesanal” que permite a ciudadanos que no forman parte de esas conspiraciones electorales expresar su sentir político.
Me parece justo, en tanto, asegurar que además de las encuestas, los memes también son fotografías del contexto social de las naciones. Como animales sociales debemos entender que la comunicación no se limita únicamente al uso de palabras, y que las caricaturas, chistes e imitaciones constituyen también una construcción semiótica que todos entendemos porque de alguna manera reconocemos la gracia en la tragedia.
Ocurre entonces reír. Ocurre entonces dejar de criminalizar las quejas de una población que ha repetido hasta el cansancio que no quiere que le sigan tomando el pelo. Ocurre también reconocer los memes infiltrados que buscan partidizar la opinión del ávido meme-consumidor. Ocurre reconocer que la risa, que el humor y que los memes también son resistencia ideológica.