martes, 16 abril 2024
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Daniel Ortega: el tirano centroamericano

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No era de extrañarse que las intenciones de Daniel Ortega nunca fueran buenas, enfermo por el poder hizo cualquier cosa para hacer creerle a la población nicaragüense que habí­a cambiado. ¿Quién no se acuerda del dictador Ortega en los años 80s en las cumbres de Esquipulas, con aquellos uniformes verde olivo y con aquella mirada frí­a de rencor y odio? Siendo ateo, en el 2006, para su primera campaña como presidente llegó a casarse por la Iglesia con Rosario Murillo, le pidió nada más y nada menos que al Cardenal Miguel Obando y Bravo que tuviera parte de la ceremonia religiosa, nombrándolo garante de una falsa reconciliación entre su gobierno y la feligresí­a. Ortega tení­a que moderar su imagen polí­tica, borrar de la mente de los nicas el aspecto de guerrillero de verde olivo, de sangre frí­a, de lentes gruesos y de ideas comunistas totalitarias, aquel que aisló y hundió económicamente a la nación centroamericana en la década de los 80s y que oprimió al pueblo con racionamientos alimenticios, energéticos y democráticos. Esta vez era diferente, Ortega salí­a en camisas blancas de mangas, cuello chino, usando lentes de contacto, con una cara de que nunca hizo nada, transpirando paz y reconciliación (slogan de campaña) Rosario su esposa era la encargada de la manipulación mediática de las masas, adecuando esa campaña a una gran mentira, de que habí­an cambiado y que lo más importante que iban hace era transformar y a desarrollar Nicaragua en un clima de paz y democracia. Detrás de esa campaña estaba el padrino Hugo Chávez Frí­as, que andaba con ganas de azotar petrodólares de los venezolanos para afianzar su proyecto socialista ALBA, Ortega serí­a el mejor operador y regente en Centroamérica. Una segunda maldición habí­a caí­do sobre Nicaragua con el triunfo de Ortega en el 2006. Una vez tomando el poder el sandinismo, costarí­a dolor y sangre el retorno de Nicaragua a la democracia. Haciendo uso de sus facultadas y con la billetera repleta de petrodólares venezolanos, Ortega llegó a controlar los sectores productivos, los cuatro poderes del Estado, los medios, los grandes empresarios llegaron a sentirse cómodos con él, la oposición desapareció y llegó el clima perfecto para que el gran tirano centroamericano nos demostrara quien realmente es.

12 años duró la paciencia del pueblo nicaragüense, el manoseo de las pensiones de los jubilados por parte del régimen abrió la caja de pandora, en un inicio el pueblo se volcó a las calles para que se revirtiera la decisión del gobierno, pero una vez Ortega desató la carnicerí­a contra los estudiantes el 15 de abril el pueblo no lo quiere más en el poder, exigen su salida inmediata. Ortega se aferra al poder por medio de la violencia en la que usa a la policí­a, ejercito y paramilitares, que no pierden oportunidad para masacrar a la gente. Hasta la fecha van más de 350 muertos y mientras el tirano se aferre al poder, aumentarán.

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Carlos F. Imendia
Carlos F. Imendia
Comunicador, publicista y mercadólogo salvadoreño; columnista y colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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