Sorprendentemente, para la sociedad salvadoreña, es muy fácil juzgar la acción de una mujer, sin antes juzgarse a sí misma sobre qué errores está repitiendo en la manera de enseñar y acompañar a los jóvenes, y su propio actuar. Sorprendente, porque al leer los comentarios, no se observa un hombre diciendo que él, como “embarazador” no sería capaz de permitir que un hijo suyo pasara por algo tan penoso, por tanto, tampoco sería capaz de negarle apoyo a la mujer con la que se acuesta, desprotegiéndose a sí mismo, de un preservativo, que además le aseguraría salud a ambos. Y, para más bochorno humano, las mujeres que condenan a Sandra, solo hablan desde su realidad, también obviando la responsabilidad del hombre. Quizás por suerte, ellas cuentan con trabajo, apoyo familiar, o por lo menos una fuerza incorruptible y por lo tanto incomparable con otros casos donde se culpabiliza y amenaza a la embarazada, a la que deja de ser virgen y a la que le describen un futuro desafortunado si transgrede la meta que la familia o sociedad le proponen. Callejones sin salida.
Habría que preguntarle a cada personaje involucrado en esta historia si por casualidad en su mente pasó echarle toda la culpa a Sandra de su embarazo (incluso a Sandra misma). Si el preservativo lo usan los varones, ¿por qué solo ella lo debería proponer?, y si el Pastor habla de dignidad y no caer en tentación, ¿por qué sería ella la única que no supo “controlarse”?. Cuando las maestras daban aviso sobre la presencia del hombre, ¿Valía tanto la palabra de la estudiante como para no corroborar?
Cuando un adulto se cierra y pregunta con un afán de condenar, mortificar y proyectar un panorama de castigo, se juega con lo mismo que en el libro del Génesis de la Biblia sucedió, algo como: “no vayas a decepcionarme, porque te morís y te mando al infierno” en vez de: “lo que sea que hagas, protege tu cuerpo y alma y cuenta conmigo”. Prohibir sin opción de acompañamiento, solo conlleva a caer en error. Y según la Biblia, el Señor lo sabía y por eso los mandó a la Tierra, y no los dejó absolutamente solos. Esa es la parte que parece que en la casa y la escuela falta aclarar. “Espero que no te equivoques, pero si te pasa, haré todo para puedas sobrellevarlo y crecer”.
Por otro lado, es sabido que biológicamente, los jóvenes están conociendo su cuerpo cambiante y nuevo que ocuparán por muchos más años de lo que duró la infancia. Se es inocente de sentir deseo y confusión por inexperiencia. La experiencia de vida otorga mejor manejo de las situaciones. Bajo esta perspectiva, igual condena caería a la persona mayor, con extrema ventaja de vida y además con un oficio que daría para cuestionar por qué en casos de estupro o violación por parte de religiosos sí se permite decir que son humanos y por eso se equivocan.
En general, mientras no existan opciones legales que evalúen y favorezcan los casos de abuso sexual, peligro de muerte y una educación laica que no condene los métodos anticonceptivos, o bien, mientras las iglesias paren de promover como mayor razón de vida la procreación desmedida de la humanidad, se van a repetir estos casos.
Señores: Si no se quieren hacer cargo de cualquier situación posterior, usen preservativo, no espere a que la mujer se acuerde de tomar pastillas y además, le funcionen, así se queda tranquilo de tener que hacerse cargo moral del descontrol que pueda sufrir su compañera, por su desgana de apoyo.