Un clima antiprensa tiende a incrementarse en el país. Incluye descalificaciones, acoso fiscal, discrecionalidad en la asignación de pauta publicitaria, prácticas como “seguimiento”, destrucción de equipo, golpes y retención de periodistas como la ocurrida el viernes 20 de agosto en el barrio San Miguelito.
Se le suma la prioridad a los medios oficiales para hacerpreguntas en las conferencias de prensa y el veto a determinados medios para que los funcionarios asistan a entrevistas.
Respecto a las agresiones, los principales responsables sonagentes policiales. Muchas personas se alegran porque ocurran estos hechos. Asumen que se le da “una lección” a los periodistas porque siempre “buscan lo negativo y no destacan los positivo” que hace el gobierno.
Es necesario dimensionar adecuadamente lo que ocurre. Se atribuye a los periodistas, los que hacen el trabajo de calle, responsabilidad por lo que hacen los medios para los que trabajan; sin caer en la cuenta de que son empleados que seguramente no deciden la línea editorial.
De alguna manera muchos consumidores han asumido como propio el discurso oficial que ama a los medios en cuanto difunden “logros”, y odian a los periodistas en cuanto ejercen una labor fiscalizadora al ejercicio del poder; esa lógica es la que ubica a los periodistas como adversarios u opositores.
A fines de los años setenta varios medios fueron dinamitados, sus equipos de transmisión dañados, varios periodistas fueron amenazados y asesinados. Este últimorubro implica mayor profundidad, porque es un claro signode impunidad que se mantiene desde aquella época.
El asesinato de periodistas es la forma extrema de censura. Cualquier ataque afecta evidentemente su derecho a la vida o a la integridad física; además su derecho a difundir información y el derecho de todas las personas a recibir esa información. En forma amplia, atenta contra principios como transparencia, rendición de cuentas, el derecho a participar en debates públicos, que son esenciales en una democracia
La violencia se ha manifestado en otras formas. Durante muchos años en las marchas del Día del Trabajo y del 15 de septiembre la imagen garantizada eran las de daños o pintas en vehículos de algunos medios de comunicación, acusados de servir al gran capital. Como estampa de una marcha detrabajadores, un manifestante levantaba sus brazos en señal de victoria mientras al fondo ardía en llamas un vehículo deTelecorporación Salvadoreña.
Que no haya periodistas asesinados no quiere decir que todo esté bien. El clima antiprensa generado por muchos funcionarios, que alienta críticas, insultos, descalifican a medios y periodistas, es una señal del empeoramiento de las condiciones para el ejercicio del periodismo.
A la base podría estar el noble interés de que haya responsabilidad en los contenidos que se difunden, lo cual es válido. Pero ese llamado ético no puede ser distorsionado por ningún Estado y convertirlo en exigencia de adulaciones al trabajo de las autoridades. Requiere también que el público aprenda a distinguir información de propaganda.
Algunas prácticas reseñadas no son propias de las actuales autoridades; se remontan a hace mucho tiempo, constituyen viejas prácticas ejercidas por nuevos actores