Hay cosas que uno no puede escribir teniendo un nudo en la garganta, el corazón comprimido y el alma punzada en lo más hondo… El jueves pasado no hallaba como aceptar ni como decir que Clifford Dalton Pohl había muerto en México, a los 90 en edad edad canina (16 edad de los humanos). Era un chihuahua legítimo que llegó cuando era como un ratón que cabía en una mano; fue un regalo de cumpleaños para la Camila y del Jey Dalton.
La Cami le puso Clifford porque decía que si se le daba mucho amor se iba a hacer gigante, como el perro rojo de las caricaturas.
No fue amigable, la verdad. Tengo una cicatriz en la nariz… Pero en el amor hacia otras de su semejanza, fue un flach: era el más apuesto de las chihuahuas de la colonia, hasta que apareció la Chiky, que fue su amor eterno (Foto de la Cami, chineando a los dos; la Chiky (QEPD) de meses). Dejó varios hijos parecidos a él, como Dexter y Cabito, entre otros.
Clifford, en esa foto con su traje, fue mi emblema… Siendo tan enojado como era -hasta que se murió- en aquella ocasión se dejó poner ese trajecito de SúperCan sólo para era foto y nunca más…, por eso estuvo en mi perfil durante años. Hay videos en lo que se resalta es el gruñido grrrrrrrrrrrr grrrrrrrrrrr (parecía motor de moto rusa).
Hizo cosas increíbles, como escaparse del pasaje para ir a enamorar a la Candy (chihuahita negrita como azabache), que vivía como a 400 metros, pero su aroma en celo enloquecía a Clifford a esa distancia. No se sabe como hacía Clifford, pero se escapaba… Dejó su herencia a la Candy. Increíble! Hasta fue atropellado por un carro, pero el SúperCan rompía las “barreras del sonido” y otros muros (hasta los del loco del norte hubiera atravesado).
Ya viejito como estaba, casi ciego, se fugó un día antes de viajar a México, el año pasado. Lo buscamos y lo buscamos hasta que un joven puso un tuit con su foto y el Jey y yo lo fuimos a traer en medio de un intenso aguaje y agradecimos a aquella linda familia que lo rescató.
El Clifford viajó con el Jey a México, tierra de sus ancestros. Tenía un ojo blanco de las cataratas, pero no se podía operar porque no iba a resistir. Karen Dalton, con su desenfadado humor (herencia de su abuelo) le advertía al Jey: “Al Clifford no lo van a dejar a entrar a México, porque trae coca en el ojo”. Pero ni lo revisaron porque las mordidas valen… no la de los cuilios de la migra, sino las del Cliffi.
Pese a lo gruñón que era todo el mundo lo consintió, menos a vecinos a quienes les meaba las llantas de los carros (como la postura de la foto de abajo), a tal grado que una señora amenazó con tirarle agua caliente. ¿Para qué quiso? jajajajajaja Sólo llegué a decirle que si hacía eso se atuviera a las consecuencias, porque yo si tenía historia clínica en Psiquiátrico de Mazorra (Sala Internacional), en La Habana, Cuba… ¡Pero mala onda que uno haga locuras por sus hijos malcriados!
Hoy ya el Cliffi descansa; y como me dijo la Cami para consolarnos, ya está en el cielo de los chuchitos, junto a su adorada Chiky, y a la Micha (gata) y a la Gorda (perrita de otra historia), que fueron mascotas que convivieron en el reino del SúperCan, y en donde él fue Rey Clifford I y único.