Tengo un vago recuerdo tuyo mostrándome tu dedo marcado en tinta azul mientras nos cruzábamos la pasarela frente al Instituto Albert Camus. Me compraste un sorbete de carretón y hablabas sobre la importancia de no perder los documentos mientras guardabas tu cédula de identidad en el estuchito amarillo con el logo del Banco Agrícola que tantas veces abrí para ver tu foto. Este domingo fue un día como ese. Ver tanta foto en las redes sociales de dedos marcados hizo que esa escena volviera a mi memoria. Además, ese mismo día se cumplieron 21 años desde que te fuiste.
El último presidente que conociste fue Calderón Sol… (¡Tus chistes sobre sus cachetes y el timbre!) Dentro de poco serán cinco los mandatarios que han pasado por el puesto desde que no estás. ¿De qué te has perdido? Pues de todo… y no mucho.
Y no es exageración mía. En más de dos décadas podrías pensar que un país cambia mucho. Pero no siempre ese cambio es para bien.
Te sorprendería saber que el dinero que me dabas cuando empecé a ir a la escuela ahora no serviría ni para comprar chicles. Ahora usamos el “dinero de la tele”. ¿Te acordás cuando te pregunté por qué el pisto que usaban en las películas era diferente al que te pagaban a vos? Me dijiste que porque ese era otro país y que podían comprarse más cosas con los dólares porque “valían más”. Bueno, eso ya no es así.
Te parecerá extraño, pero ahora mismo no puedo ni visitar nuestra antigua casa. Existen fronteras imaginarias peligrosas de cruzar. Los “bichos callejeros” que conociste terminaron por controlar comunidades completas. Creeme, cuando solo se emborrachaban y jugaban pelota en los pasajes era mejor que ahora que cambiaron el balón por pistolas y violencia.
Los cuatro presidentes hasta ahora han prometido controlar todo esto, pero pareciera que solo han hecho enojar más al chucho.
Estaba muy pequeño como para recordarte hablando de política, pero alguna mala palabra se te saldría al ver todo esto. Las decepciones han sido una tras otra. Y eso que yo solo he podido votar en tres elecciones presidenciales, incluidas las de este domingo.
Pero de vos no aprendí a quejarme. De vos aprendí a hacer las cosas por mi cuenta, a encontrar siempre la sensibilidad para ser humano y no dejar que la realidad me vuelva indiferente.
No fuiste ni guerrillera ni empresaria, pero sos mi máximo referente y ejemplo. Tampoco fuiste activista ni te sentaste a criticar a quienes lo eran. Fuiste, más bien, una humanista a ultranza más allá de la bandera que posiblemente marcaste la vez que me mostraste tu dedo manchado de azul.
Aspiro a ser tan humano como vos y no dejar de buscar soluciones en el caos. Aspiro a ser un salvadoreño como vos, y merecer el título. Aspiro a ser el hijo que te merecés.
Te extraño.
M. Recinos (QEPD)