Por: Gabriel Otero
Hay besos de todos colores: negros, rojos, rosas, dorados, amarillos, naranjas, verdes, cafés, morados, blancos y grises, los hay de todos los sabores: fresa, uva, chocolate, limón, frambuesa, vainilla, cereza, piña, naranja, sandía y plátano.
Los hay con diferentes ímpetus o adjetivos: apasionados, límpidos, fríos, intensos, sangrientos, tristes, agridulces, amargos, calientes, burbujeantes, alegres, sonoros, acuosos, callados, tersos, filiales, ásperos, amorosos, carnales, guerreros, mortuorios, maternales, salivosos, volcánicos, largos, cortos y traicioneros.
Los besos trascienden por sus intenciones o por los personajes históricos o ficticios que los dieron o recibieron: la muerte, Jesucristo, Judas, Pedro, Juan Pablo II, Luzbel, Cleopatra, Casanova, Drácula, Don Juan, el Marqués de Sade, Romeo, Julieta, Mata Hari, Marilyn Monroe, Mae West, la Bella Durmiente, Marlene Dietritch, Clark Gable, Diego Armando Maradona y el sapo que se convierte en príncipe.
Hay pueblos de besucones: argentinos, franceses, cubanos, españoles, italianos, rusos, judíos y árabes y razas inexpresivas: alemanes, ingleses y japoneses.
La creatividad mexicana es notable: en Guanajuato se inventaron los besos olímpicos, que nadie sabe cuáles son, y los besos que embarazan, en la Ciudad de México 40 mil personas se besaron durante diez segundos rompiendo así el record Guinness.
¿Será posible prohibir el ósculo? el alcalde y los concejales guanajuatenses lo consideraron un insulto a las buenas costumbres, a pesar de que en su linda ciudad exista un Callejón del Beso de 68 centímetros de ancho, espacio mínimo para explorarse entre parejas con la boca y las manos.
Sólo un político es capaz de dictar reglamentos aberrantes y después del desliz proclamar que su localidad es la Capital del Beso. Sólo otro político respondería con el slogan de Bésame Mucho y convocaría a las masas alentando el traspaso bucal de chicles y saliva colectiva. Las posturas son igual de ridículas y manipuladoras.
Pobre Consuelo Velázquez y pensar que compuso su famosa canción en pleno alboroto juvenil cuando los besos subyugan y queman.
Mientras tanto, besémonos mucho, intentemos acariciar la eternidad con nuestros labios para no perdernos entre tanta inmundicia.